· Capitulo 47
| Narrador |
Mikel está montado en su coche de camino al hospital. Atrás lleva a
Pattie-la madre de Justin- y a su madre. Pattie no puede dejar de moverse de un
lado hacia a otro, y coge su teléfono para avisar a sus padres de que los
pequeños Jaxon y Jazzy están en casa de los Weasly -la familia de Tara-.
Tras diez minutos de trayecto, y otros diez intentando encontrar
aparcamiento los familiares de Tara y Justin se bajan del coche y se dirigen
corriendo hacia información para saber dónde se encuentran sus respectivos
hijos.
-¡Perdone! —Dice Mikel
llamando la atención de la recepcionista— ¿Sabe usted donde se encuentran Tara
Weasly y Justin Bieber?.
La joven
recepcionista de unos vente años de edad mira el ordenador sin articular
palabra. Los nervios de las familias se apoderan aún más del cuerpo de los familiares.
Esta levanta la cabeza al frente mirando fijamente a Mikel.
-Tara Weasly habitación cuatrocientos, y Justin Bieber habitación
cuatrocientos dos. Todo recto, cogen el ascensor hasta la cuarta planta, y las
dos primeras puertas a la izquierda.
-Gracias.
Y se echan a corren. Necesitan saber si el estado de ambos es al
menos recuperable y que no están en un estado crítico total.
[…]
Pattie está dentro de la habitación de su hijo. Justin se encuentra
bien. Sólo ha recibido un fuerte golpe en la cabeza, y tiene varios huesos
rotos. Está dormido debido al golpe y al cansancio. En la habitación de al
lado, Alisson -la madre de Tara- está sentada junto a la cama de su hija
derramando mil y una lágrima. Tara tiene varias costillas dañadas, y tiene
tocada la columna vertebral, por lo que aún no saben si podrá caminar cuando
despierte.
| Narra Justin |
· Al día siguiente…
Siento cómo unos doscientos ojos están posados encima de mí. Es la misma
sensación que tengo cuando sueño que soy famoso y tengo a un montón de chicas
detrás de mí por mi música. Intento abrir los ojos poco a poco, pero la luz de
la habitación hace que vuelva a cerrarlos. Tengo un dolor tremendo de cabeza, y
no recuerdo nada de lo que ha pasado y mucho menos dónde me encuentro, pero por
lo poco que he podido ver esta no es mi habitación. La curiosidad me está
matando, asique hago un último esfuerzo y lo consigo. Consigo abrir los ojos. Y
ahí veo a mi madre, mis hermanos, mis abuelos, mis tíos, e incluso una cara de
un hombre demasiado conocido. Sí, es él. Es mi padre. ¿Qué carajos hace aquí?
Tengo la garganta seca y apenas puedo pronunciar palabra. Estiro la
mano hacia la mesita que hay al lado de la cama, y pego un trago a la botella
de agua. Aclaro mi garganta, y hago señales para que mi madre se dé cuenta de
que estoy despierta. Me mira con una amplia sonrisa que ocupa toda su cara, y
pequeñas lágrimas caen por sus mejillas. Nadie habla. Y decido romper el hielo.
-¿Qué hago aquí? —digo
mientras intento aclarar mi voz.
-Es algo largo que
contar, Justin—dice mi abuelo Bruce.
-Quiero saberlo.
-Ayer de camino a
casa—dice mi madre.
-¿Qué pasó? —añado.
-Tuviste un
accidente con la moto. No ha sido grave para lo que podía haber pasado.
-Pero yo no iba
solo, iba con Tara, ¿cómo esta Tara, mamá?
-Tara está bien.
Tiene alguna costilla dañada y, bueno la columna tocada.
-Quiero verla.
-En cuanto el
médico venga, se lo diremos cariño.
-Gracias mamá.
¿Podéis salir y dejarme solo con él? —digo señalando hacia dónde el que se hace
llamar mi padre está situado.
-Sí, claro. —dice
mamá cogiendo de la mano a mis hermanos, y avisando a mis abuelos y mis tíos.
-Gracias.
Y dejan la
habitación sola. Un incómodo silencio se apodera de ella. Tengo muchas ganas de
gritar. Ganas de decirle que se vaya de aquí y que a qué ha venido, pero
también necesito una puta explicación de porqué me dejó abandonado cómo un
perro cuando tan solo era un crío. ¿Qué cojones hice mal? Es lo que me he
estado preguntando cada noche desde que él se fue dejándonos solos, a mamá, a
los pequeños y a mí.
| Narra Tara |
Un revoloteo de un
lado hacia otro hace que me despierte. El ambiente está frio y demasiado
callado. No escucho ni el ruido de la aspiradora, ni a mis primos pegar voces,
ni al abuelo discutir con Mike, ni a mis tías cuchicheando sobre los vecinos de
enfrente y de los lados, ni a la pequeña Estefanía tirarse a la piscina
mientras hace su grito de guerra. Esto es demasiado raro. Abro los ojos cómo
puedo debido a la gran cantidad de luz que entra por mi ventana, anoche me
dejaría la persiana levantada-pienso-. Pero no es así, estoy en una cama de
noventa, en una habitación con las paredes color beige desgastado, y unas
cortinas blancas horrorosas.
Trago saliva y
miro hacia el sofá que hay al lado de mi cama. Ahí está mi hermano. Siento cómo
su respiración está agitada, y cómo está sollozando. Quiero decirle que estoy
bien, pero no me salen las palabras. Es obvio que estoy en el hospital, debido
al accidente que tuve que tener anoche con Justin. Recuerdo aquel momento en el
que vi el camión justo enfrente nuestra, y no sabía cómo avisar a Justin de que
mirase hacia adelante. Respiro hondo, recogiendo mis lágrimas. Me angustia el
no poder hablar, y no poder decirle a mi hermano que estoy bien, y sobre todo
el no poder preguntar cómo esta Justin.
Respiro hondo un
par de veces, y bebo agua. Mi garganta está igual que un felpudo. Seca y raspa.
Raspa demasiado. Después de pegar el trago, trago saliva.
-Mikel—digo en un
susurro. Casi ni se me escucha.
-Mikel—intento
decir algo más fuerte.
Sigo sin obtener
respuesta. Estoy medio ronca, y el medio sordo.
-Mikel Weasly—digo
ahora un poco más alto.
-¡¡MIKEL!!—grito
esta vez.
Lo he
conseguido-pienso-. He conseguido que mi tono de voz vuelva a pesar de algún
que otro gallo.
-¿Tara?
-Sí.
-¿Cómo te
encuentras?
-Bien, la verdad. —Suspiro—
¿Cómo está Justin?
-Él está bien, los
médicos le están revisando y en unas horas volverá a casa.
-¡Dios! Menos mal,
si le llega a pasar algo malo, no sé qué sería de mí.
-Pudo ser peor.
-Lo sé, estaba
allí.
-Quedaste
inconsciente al momento.
-¿Si?
-Sí.
-¿Y mamá?
-Está en la
cafetería, llevamos toda la noche aquí y ha ido a picar algo.
- Lo siento.
-Mike, ¿dónde está
el baño?
-La puerta esa de ahí.
-Vale.
Me incorporo e
intento levantarme. Fallo. No soy capaz de mover mis piernas, ¿qué cojones está
pasando? ¿Por qué no puedo andar? Las lágrimas empiezan a caer por mis
mejillas, y parece ser que todo lo malo me lo he vuelto a chupar yo. Estoy inválida.
No puedo moverme. ¡Que cojones! Quiero gritar, pero tampoco tengo fuerzas.
Mi hermano corre
hacia mí dándome un abrazo. Me susurra al oído que lo siente, y que está seguro
de que saldré de esta. Yo niego con la cabeza. Mi peor pesadilla está hecha
realidad.
| Narra Justin |
Mi padre me ha
explicado todo aunque aún sigo en entender cómo puedo dejar toda nuestra
familia por otra mujer. Él me ha pedido una segunda oportunidad y cómo toda
persona humana se la he dado. Todos cometemos errores, y debemos perdonar a los
demás por eso. Porque todos somos humanos.
El médico me ha
dado el alta. Estoy en la habitación colocándome la ropa nueva que mi madre me
trajo anoche. Un pantalón de chándal negro, las vans grises y una sudadera.
Antes de irme quiero ver cómo esta Tara y si es necesario quedarme con ella.
Todo esto pasó por mi culpa, y si tuviera algo grave nunca podría perdonármelo.
[…]
Respiro hondo
antes de entrar a la habitación. Mikel me ha dicho que Tara está muy afectada,
y que no lleva muy bien eso de tener que pasarse el resto de vida en una silla
de ruedas.
Toco a la puerta,
y espero a que ella responda.
-Pasa—dice
desanimada. —¡Mamá! Ya he dicho que no seas pesada y me dejes cinco minutos
sola.
-No soy tu madre—río.
-¿¿¡¡Justin!!?? —y
se le forma una sonrisa en la cara.
-Sí.
-Me levantaría a
darte un abrazo, pero cómo ya sabes no puedo—bromea.
-Estúpida—carcajeo
ante su comentario. —Ya voy yo.
Suelto la mochila
en la butaca que ahí allí, y camino hacia ella con los brazos abiertos. La
abrazo, fuerte. Porque sé que esto no nos podrá separar, porque yo la quiero
igual aunque esté en una silla de ruedas, no me importa.
-¿Estas bien? —susurra.
-Sí. —Digo dejando
un tierno beso en su frente— ¿y tú?
-Dentro de lo que
cabe sí—suspira—A una no la dicen todos los días que se va a quedar paralitica—sonríe
forzadamente.
-A mí no tienes
que mentirme Tara. Sé que aunque bromees tienes ganas de llorar.
-Pues sí. —suspira—Pero
es lo que me queda y tendré que aprender a vivir con ello, supongo.
-Tendremos que
aprender a vivir con ello—la corrijo.
-Tenía miedo—confiesa.
-¿A qué?
-A que me dejaras
de lado por estar en una silla de ruedas y no poder valerme por mi misma. —dice
mientras una lágrima cae por su mejilla.
-Tara, escúchame—digo
agarrando su mentón para que quede mirándome a los ojos—Estés en silla de
ruedas o no, yo seguiré a tu lado, porque yo te quiero por lo que tienes ahí—digo
poniendo su mano en el corazón—Solo por eso. —y río.
-Será demasiado
duro ¿sabes? —dice agarrando mi mano—No podré hacer skate, ni ir a la playa, ni
mucho menos salir de fiesta los sábados, ni si quiera tengo claro si quiero ir
a la universidad Justin. —dice mientras rompe a llorar.
-Quizás sea duro,
pero ten por claro que lo superaremos juntos. Te he perdido demasiadas veces, y
te prometí que estaría a tu lado en los momentos duros—digo tumbándome a su
lado—Encima si puedes hacer skate—digo mientras le deposito un suave beso en la
mejilla.
-¿Cómo?
-Con la silla de
ruedas—bromeo—Son cuatro ruedas igual, encima Tara hay gente que lo hace.
-No digas
tonterías Justin.
-No lo son.
-Sí, sí lo son.
-Y los días que
ellos vayan a la playa yo me quedaré contigo en casa viendo una película, y los
sábados por la noche, cenaremos por ahí, ¿o tampoco puedes?
-Sí.
-No tengas miedo,
yo estaré a tu lado.
-Te quiero.
-Y yo, mucho.
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