· Capitulo 5.
| Narra Beth |
Siento un
fuerte dolor en la parte superior de la cabeza. Los ojos me pasan, y mi vista
está algo nublada. Estoy tumbada en una cama que no es la mía, en una
habitación que no es la mía. ¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado hasta aquí? Abro
los ojos del todo, y miro a mi alrededor. Una habitación llena de camisetas de
jugadores de rugby, y posters. Es la habitación de un chico.
Con cuidado
de no hacer demasiado ruido, me pongo en pie. La habitación está fría y húmeda
y debo encontrarme en las afueras de la ciudad, porque hay un montón de chalet.
¿De quién es esta casa? Suspiro frustrada al no encontrar respuesta alguna a
todas las preguntas que rondan mi cabeza ahora mismo. No me acuerdo de nada, ni
mucho menos de cómo he llegado hasta aquí. La última imagen que tengo grabada
es la de un cuerpo chochando contra el mío haciendo que me dé un fuerte golpe
en la cabeza, y que todo de un momento a otro se volvió de un color grisáceo,
casi negro.
Siento algo
vibrar en mis pantalones, es mi móvil. Saco el móvil del bolsillo, y me
encuentro con cerca de unas doscientas llamadas pérdidas de cada miembro de mi
familia, y unas veinte de mis amigos. Desbloqueo el móvil y borro todas las
notificaciones. Vuelvo a guardar el móvil en mi bolsillo, y me asomo a la
ventana. Estoy en la parte más rica de Ohio, en el cuarto de un desconocido,
que no sé qué quiere de mí.
Se escucha
la madera crujir, los pasos de alguien acercarse hasta la puerta del
dormitorio, y me empieza a temblar todo el cuerpo. Me quedo de pie, inmóvil
junto a la ventana, y la puerta se abre dando paso a un joven de unos dieciocho
años de espaldas, con tan solo una toalla envuelta en su cuerpo, y las pequeñas
gotas de su pelo resbalan por su espalda, perdiéndose en lo más bajo de su
espalda. Sigo callada, intentando no hacer ruido, y esperando a que el joven se
dé la vuelta y me desvele de una vez por toda su identidad.
-¡Tú! —grito.
-¡No
grites! —dice levantando también su tono.
-¿Qué
hago aquí? ¡Eres un estúpido, Bieber! —digo levantando las manos mientras la
agito de un lado hacia otro.
-Te
chocaste contra mí, y caíste hacia detrás dándote un golpe en la cabeza. Cómo
estabas inconsciente te traje hasta mi casa, y te follé duramente, y después te
dejé tal y como estabas—dice serio.
-¿Cómo
te atreves a ponerme una mano encima? —digo aterrorizada.
Justin
estalla en una gran carcajada, y mi rostro se vuelve pálido, cómo una piedra
pómez.
-Es
broma—dice cogiendo un pantalón de chándal limpio y una camiseta—Bueno, en
cierto modo, es verdad—se rasca la nuca—lo único que es broma es lo de que te
follé duramente—ríe.
-¡Dios!
Casi me matas de un infarto, ¡estúpido! —digo golpeándole la espalda con mis
puños.
-Tenías
que haberte visto la cara—dice él mientras se pierde en el cuarto de baño.
Me
siento en el filo de la cama y necesito asimilar todo lo que estaba pasando.
Estoy nerviosa, y una sensación extraña recorre mi espina dorsal. ¿Por qué me
he puesto tan nerviosa al sentir el tacto de su espalda con mis puños? ¿Por qué
las mariposas han bajado por mi espina dorsal hasta hacer su nido en mi
estómago sin parar de revolotear?¿Por qué Bieber ha causado ese efecto en mí?
[…]
-¿Cómo
llego hasta mi casa? —digo aun sentada en el filo de la cama. Llevo más de
media hora en la misma postura, mientras Justin camina de un lado hacia otro
haciendo sus cosas.
-Son
las diez de la noche, Beth—dice en un tono burlón—No hay autobuses a estas
horas. —dice con una sonrisa en la boca.
-¿Me
explicas cómo cojones voy a llegar a mi casa? —digo enfadada.
-Tienes
dos opciones, coger la calle hacia delante y caminar durante casi una hora, ya
que estoy a la fueras de la ciudad, o dormir aquí e ir mañana directamente a
clase—dice sentándose a mi lado.
-¿Y
qué me vean contigo? —Suelto una carcajada irónica—Prefiero irme andando,
Bieber.
-Ya
sabes dónde está la puerta—dice en un tono duro—Tendrás que pasar la peor parte
de la ciudad de Ohio, de dónde yo casualmente te salvé, podría haber sido
cualquier otra persona—dice ahora tenso—¿A qué esperas? —Dice señalándome la
puerta—De todos modos, ¿qué hacías ahí? —dice sentándose de nuevo en su cama.
-¿Quién
te crees que eres para hablarme de esa manera, friqui? —digo escupiendo una
sonrisa irónica. —Si estaba ahí, era porque me había perdido, salí de mi casa
porque es un infierno, y perdí la noción—digo mientras las lágrimas amenazan
salir.
-Lo…lo
siento—dice tartamudeado.
-Está
bien, me quedaré aquí, pero mañana cogeré el primer bus al instituto. No quiero
que me vean contigo—escupo.
Doy
la conversación por terminada. Me siento en la cama con las rodillas cruzadas,
y las manos sobre mi cara tapándome los ojos. Estaba llorando.
¿Nunca
habéis tenido esa sensación de querer salir corriendo hacia cualquier dirección
para perderte por un largo tiempo? Esa es mi sensación ahora mismo. Estoy en la
habitación del friqui de mi clase, llorando sobre su cama, porque me perdí, me
choqué y me desmayé y justamente de todas las personas que viven en Ohio tuvo
que recogerme él. Una punzada en mi estómago, y un nudo en mi garganta. No
tengo uniforme, y el móvil está sin batería. Realmente, yo debería estar en mi
casa, con mi madre y mi hermano, haciendo palomitas de caramelo mientras vemos
una película. Las tardes de película con mamá y Ed, eran increíble. Podíamos
pasar tardes entera riéndonos a carcajadas limpias, o tardes enteras llorando
de tristeza por la película o de verdadero miedo. Las mejores eran las
películas de miedo, mamá nos dejaba a mí y a Ed dormir abrazados a ella, y así
todos nuestros miedos desparecían por un momento, ya fuesen reales o ficticios,
ella hacía que los problemas se esfumasen, sin embargo, con papá todo va a
peor. El hace que mis problemas se multipliquen, y en mí se creen mil y una
inseguridades.
Justin
abandona su habitación, y quito las manos de mi cara secándome las lágrimas. Mi
móvil sigue sin parar de vibrar, y me estoy volviendo medio loca. Mi vida es un
verdadero caos.
-¿Si?
-¿Dónde
estás? —dice Ed al otro lado del teléfono.
-Estoy
bien Edward. —digo intentando parece tranquila y serena.
-Beth,
vuelve a casa, por favor. —dice entre lágrimas.
-Mañana
nos vemos en clase. Llévame el cargador del IPhone. Te quiero enano—digo
haciendo el sonido de un beso a través del teléfono.
Y cuelgo.
[…]
Estoy
justo en la misma posición de antes, y la puerta se abre dando paso a una mujer
de mediana estatura con ojos verdes cristalinos, y una sonrisa amplia, que es
capaz de hacerte sonreír con solo mirarte. La mujer camina hasta la puerta del
armario de la habitación y cuelga un uniforme del instituto para chicas. La
miro sorprendida, y camina hacia donde yo estoy sentándose justo a mi lado.
-Ahí
tienes el uniforme para mañana—dice señalando el armario—con un conjunto de
ropa interior que Jazzy te dejará—sonríe.
-¡Gracias!
—digo intentando simular una sonrisa—No hacía falta.
-Sí
que la hace—dice ella levantándose de la cama—Si quieres algo para comer, solo
tienes que pedírmelo.
Y
se pierde de nuevo en la puerta que da al pasillo. Una punzada en mi pecho, y
la angustia vuelve a mí. Desde que estoy en Ohio creo que he adelgazado cerca
de diez kilos entre discusiones con papá, y noches enteras llorando por querer
irme de esta mierda de ciudad.
Me
tumbo sobre la cama, intentando arroparme con mi propia chaqueta y saco el
móvil del bolsillo, enchufando los cascos. Me pierdo en una de mis canciones
favoritas, suena ‘towers’ de mi gilrband favorita. Dejo de pensar por un
momento, y me dejo llevar por la música, y así una canción tras otra. Después
de unas diez canciones, miro el reloj y son las once y media de la noche.
Justin
entra en la habitación y deja un par de toallas, un pantalón de chándal y una
camiseta de manga corta encima de la mesa. Mi reacción es la misma que antes,
procuro no mirarle a la cara y sigo sumergida en la música, que al fin y al
cabo es la única que me salva de las peores situaciones en mi vida, y realmente
son demasiadas.
-Eso
es por si te quieres duchar—dice Justin sentándose en la cama—y ahí te he
dejado un sándwich de pavo y un zumo—dice señalando la mesa—Mi madre me ha
dicho que es mejor que te des un ducha, y comas algo, te sentirás mejor.
Sin
decir nada, y sin desactivar la música, cojo la ropa que Justin ha dejado sobre
la cama, y camino hasta el pequeño cuarto de baño que ahí en su habitación.
Abro la puerta, y la cierro dejando a Justin con una mirada de confusión en la
misma posición que hace tan solo unos segundos, río ante su cara sin que él se
de cuenta, y me desprendo de la ropa sucia quedándome en ropa interior.
Abro
el grifo de la ducha, y dejo que el agua se temple. Me miro en el espejo, y
realmente me doy lástima. Mis ojeras son del tamaño de mi cara prácticamente,
tengo los ojos hinchados, y los labios rojos de llorar. Mi cuerpo está hecho
una mierda, ya que me paso la mayor parte del tiempo llorando, y en mi
habitación encerrada sin probar bocado, porque justo cuando voy a hacerlo mi
padre intenta sacarme de mis casillas, y lo termina consiguiendo.
El
vaho ha cubierto gran parte del pequeño servicio, en señal de que el agua ya
está lo suficientemente caliente. Entro en la ducha, y dejo que el agua caiga
por mi cuerpo cómo si las cataratas más bonitas del mundo estuvieran sucediendo
ahí. Me estremezco ante el tacto del agua caliente, y la verdad lo necesitaba.
Río angustiada, porque no puedo dejar de pensar en la situación. Alargo mi mano
hasta un bote de champú y lo esparzo por mi largo pelo color chocolate mientras
me doy un masaje intentando alejar todos los malos pensamientos, y poco a poco
lo voy consiguiendo. Aclaro mi pelo con total sutileza, intento no dejar ni un
rastro de champú en el y lo consigo. Al lado, hay un bote de gel con olor a
fresas, mi olor favorito. Sonrio. Realmente Justin y yo tenemos bastantes cosas en común, agito
mi cabeza de un lado a otro intentando sacar esos pensamientos de mi mente, y
aclaro el gel de mi cuerpo. Apago la ducha, y envuelvo una toalla sobre mi
cuerpo y la otra sobre mi cabello.
Seco
mi cuerpo, y me coloco el conjunto de ropa interior que la hermana de Justin me
ha prestado, bragas rosas y blancas a conjunto con el sujetador. Río antes le
buen gusto de la pequeña Bieber, y acto seguido coloco los pantalones de
chándal y la camiseta en la que cogerían dos cómo yo.
Salgo
del servicio, y me encuentro con la mirada de Justin posada en todo mi cuerpo.
Escanea cada una de mis curvas, y sus ojos se van a salir de la órbita de un
momento a otro, le miro y sonrío. Realmente él me ha hecho sonreír. Y camino
hasta la mesa dónde está mi cena. La verdad es que estoy hambrienta, me comería
cien sándwich cómo este.
Le
pego el último bocado al sándwich de pavo, y me bebo el zumo que la madre de
Justin me ha preparado. Cogiendo el plato, y saliendo de la habitación para
dejarlo encima de la mesa de la cocina, y regalarle un insonoro gracias a la
madre de Justin, que solo ella pudo escuchar, y me devolvió con una sonrisa.
Subo
de nuevo las escaleras, y realmente me he perdido. No sé cual es la habitación
de Justin, y esta situación me incómoda. Si de repente me encuentro con su
padre, creo que se me caería toda la ropa de vergüenza, y de que se piense
cosas que realmente no son. Todo el día lleva entrando y saliendo gente de esta
casa, pero en el tiempo que llevo aquí, aún no he visto a ningún hombre que
pueda parecer ser su padre.
-¿Qué haces
ahí? —dice una voz que puedo reconocer al instante.
-No
sabía cuál era tu cuarto—digo escondiendo mi cabeza sobre mi pelo color
chocolate.
-Es
aquí—dice señalando dónde él está.
-Ah,
vale—digo cortante.
Apartándole
de la puerta casi de un empujón, camino hasta la ventana y me siento en el
pequeño filo que hay. Justin vuelve a posar su mirada en mí, y estoy hace que
mi intimide y me sonroje. Realmente, sé que si por el fuera, me pondría sobre
su cama para hacerme el amor hasta que gritara su nombre cómo tal desesperada,
pero no será así, Justin para nada es mi tipo. Yo estoy acostumbrada a tíos más
formados, sin gafas y con mucho
recorrido. Si estuviésemos hablando de otro Justin, es decir, con otro cuerpo
quizás me gustaría más la idea.
-¿Puedes
dejar de mirarme así? —digo señalándole.
-Lo
siento—dice él mientras su piel coge un color algo rojizo.
-Siempre
lo haces—digo mirándole seriamente—Es decir, todos los días noto tu mirada en
mi—carcajeo.
-A
veces me sale solo—confiesa él.
-¡Que
pena! —digo caminando para sentarme a su lado—Quizás si fueses menos friqui, y
tuvieras mejor cuerpo, podría dejar que miraras. —digo en un tono algo duro.
-Pero
soy así.
-No
eres feo, Justin—digo sincerándome—Solo que te sacas poco partido.
-Llevo
así dieciocho años, no voy a cambiar para gustarle a una chica—agacha su
cabeza.
-A veces es bueno cambiar.
-Voy
a dormir, ya es tarde—dice tajante y serio.
Me
levanto de la cama y vuelvo a la misma posición en la que estaba antes. Me
niego a dormir con Justin después de cómo me observa. Me siento en el filo de
la ventana. Sólo me queda un vente por ciento de batería para sobrevivir toda
la noche sin dormir, y escuchar música. Esto será una dura supervivencia…
| Narra Justin |
· Tres de la mañana, de esa misma noche…
Un
ruido hace que me desvele. Miro a mí alrededor, y veo a Beth sentada en el
suelo, junto a la ventana, arropada con una chaqueta y dormida cómo un lirón. Sonrío ante la cara de ángel que tiene mientras duerme.
¡Que
irónica es la vida! La gente cuando duerme parece un ángel, y cuándo están despiertos
pueden ser realmente crueles. No sé porque lo hice, no sé porque saqué a Beth
de aquellas calles oscuras de Ohio cuándo hace tan solo horas antes me había amenazado
con contarle a todo el instituto la historia sobre mis cortes, aunque realmente
no tenía ni idea. No sé por qué, pero lo tenía que hacer. Cuando la vi tirada
en aquel suelo, tan indefensa, mi corazón latía demasiado rápido y mi voz
interior habló para hacer un buen acto, y por primera vez decirme buenas palabras.
Salgo
de la cama, y camino hacia el otro lado abriendo las sábanas. Camino hasta la ventana,
y cojo a Beth entre mis brazos para dejarla suavemente sobre la cama y así
intentar que no se despierte. Lo consigo. La arropo con total suavidad. Ella es
cómo un cristal, es duro por fuera pero frágil por dentro. Puede romperse en
mil pedazos con tal solo tocarla, o darle un mal golpe.
| Narra Beth |
Siento
cómo alguien me carga en sus brazos, y de un momento a otro me siento cómo en
una nube. El suelo frío en el que me había quedado dormida, pasa a ser una
caliente nube, que hace que mi cuerpo se temple de una vez por todas. Sé que ha
sido él, sé que ha sido Justin. Me arropa con suavidad, y camina hasta el baño.
Puedo ver cómo su silueta bien definida en la penumbra de la habitación se
pierde en la puerta del cuarto de baño. Sonrio y susurro un gracias, que nadie,
excepto yo puede escuchar.
La
puerta del baño se vuelve a abrir, y la misma silueta camina hasta la cama,
quedando al lado opuesto en el que yo estoy, y arropándose hasta arriba, ya que
el frío se ha apoderado de la noche en Ohio. Pensando bien, me siento mala
persona. Yo le amenazo con contar lo más íntimo de su vida privada, y él sin
embargo me da cobijo, ropa, comida y cama sin pedirme ni una sola explicación
de por qué andaba por esas calles oscuras, y las lágrimas empapaban mi cara.
Me
giro, para quedar espalda con espalda. Justin ya se ha vuelto a dormir de
nuevo. Estoy a punto de dormirme, cuando siento que el cuerpo que está justo a
mi lado, se da la vuelta, y enrolla sus brazos en mi cintura dándome un tierno
abrazo. Sonrío ante la situación incómoda, y le susurro un buenas noches que
creo que no ha podido escuchar, pero estaba equivocada.
-¡Buenas
noches Beth!
Y
no articulo palabra, pocos minutos después el sueño se apodera de mi cuerpo, y
vuelvo a caer en un plácido sueño.
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¡Hola! Perdonar el retraso de subir el capitulo, me paso el día disculpándome, me meo. Bueno, tengo una buena noticia, y otra mala noticia.
La buena noticia es que entre mañana y el lunes intentaré subir una maratón de dos capítulos. Y la mala es que estaré sin internet en casa un tiempo, y tengo que venirme a la otra casa para poder subir, subiré un capitulo cada diez días aproximadamente, o cada semana. ¡Gracias por leer!
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¡Os quiero!