· Capitulo 4.
| Narra Justin |
El
despertador suena. El viento mueve los árboles de una forma brutal, y abajo ya
se escucha a mis hermanos pelearse por quien entrará primero al baño. Un día
más que añadir al calendario.
Doy
un pequeño salto de la cama, y camino hasta el cuarto de baño. Abro el grifo
del agua caliente, y juntando mis manos dejo que caiga creando una pequeña
piscina, y la estampo contra mi cara, y así dos veces. Me desprendo de la
camiseta del pijama, y me quedo observando mi reflejo en el espejo.
Me
quedo pensativo, y muevo mi cabeza de un lado hacia otro, ‘es normal que nadie
te quiera con ese cuerpo’ ‘¿te has visto bien?’ ‘Tus gafas son cómo las que
llevaban los abuelos en su época y eran modernas’ y más pensamientos así ruedan
por mi cabeza. Un vez más ya están esas malditas voces inquietando cada uno de
mis pensamientos.
Cojo
la pasta de diente y la esparzo por el cepillo, y acto seguido cepillo mis
dientes. El uniforme está colgado en la percha del baño. Pantalón azul marino,
camisa blanca, jersey azul, la corbata y esos zapatos negros de punta
horribles. Sonrio al espejo, y mis dientes están mucho mejor que hace dos años
cuando me puse el aparato, ya queda poco para terminar esta tortura y recibir
todo tipo de insultos por llevarle.
[…]
-¿Qué tal has dormido hoy? —pregunta mi madre desde la otra punta de
la cocina—No tienes buena cara, cielo—insiste ella.
-Sí,
mamá —intento sonar lo más creíble posible—Ya te dije que hace tiempo que
duermo del tirón—insisto y sonrío falsamente.
-No sé, cielo —dice dudosa ante mis palabras—Últimamente
estás demasiado raro, y a penas vuelves a salir de casa. —Suspira— Ya sabes que
yo soy tú amiga.
-¡Normal!
—Dice mi hermano Jaxon desde la otra punta de la mesa— Es un empollón mamá,
¿quién va a querer salir con un empollón? — escupe mi hermano pequeño.
Mi
hermano Jaxon es todo lo contrario a mí. Le saco tres años. Es rubio, con los
ojos marrones claros tirando a una mezcla entre marrón y verde. El no lleva
gafas, ni lleva tampoco aparato. Es de los populares del instituto. Es el
capitán del equipo de rugby, y todas las chicas están locas por él. Lo más duro
es cuando nos cruzamos por los pasillos, y todo empiezan a decirle ‘Jaxon, tu
hermano es un pringadillo, yo creo que es adoptado’ y mi hermano les ríe la
gracia seguido de un ‘es la vergüenza de la familia’.
Su
cuerpo está mucho más desarrollado que el mío, él va a gimnasio desde hace unos
meses y ya empieza a tener forma.
-¿Qué
has dicho? —dice mi madre en un tono brusco.
-Nada
mamá —dice Jazzy para que no se monte la misma pelea de todos los días —Jaxon
es estúpido y se tiene la popularidad demasiado subida a la cabeza, tanto que
cuando camina por los pasillos parece no conocer a sus hermanos. —reprocha mi
hermana.
-¿Es
eso cierto? —dice mamá.
-Sí
—dice Jazzy.
-
Jaxon —dice ahora dirigiéndose a él — Son tus hermanos dentro y fuera del
colegio ¿lo entiendes?
-¡Mamá!
—Digo llamando su atención —Es igual.
-Arriba
los tres, vais a llegar tarde— dice mamá dejando pasar el tema —Y portaros bien
en clase. Jazzy, ¡mucha suerte con tu examen de química! —dice regalándole un
beso en la mejilla —Tu Jaxon deja de ser tan canalla con tu familia, porque
algún día les necesitarás y te mandarán a paseo —dice dándole una palmada en la
espalda —Y tu cariño, no pienses en cosas malas e intenta relacionarte más—
dice mamá algo asustada.
Mi
hermana Jazzy, sin embargo, es de las que pasa desapercibidas entre la gente
del instituto. Saca unas notas normales, y sus amigas son de lo más normal que
hay ahí.
Es
noble y humilde, y siempre que me ve me saluda con un beso en la mejilla. Creo
que ella es la única amiga de verdad que tengo, con solo mirarme a la cara sabe
si me pasa algo, y con una mirada nos entendemos. Y realmente, ella es la que
me anima a seguir siendo cómo soy porque dice a pesar de que la gente me vea un
bicho raro, soy alguien casual alguien diferente, y que las mejores personas son así.
[…]
Subo
al autobús, y sufro la tortura de cada mañana. Recibo insultos de todo el
mundo, mi hermana da dos palmadas en el asiento libre que hay justo a su lado,
y quiere decirme que me siente a su lado. Camino por el pasillo hasta llegar al
asiento, y por fin me siento. Saco el móvil del bolsillo, y conecto los
auriculares. ¡Bendita música!
Mi
vida no es nada fácil, llevo sufriendo acoso desde que tengo seis años. Mi
hermano pequeño se avergüenza de mí, no tengo padre, y mi madre trabaja
demasiado duro en casa para sacarnos hacia adelante. Siempre he sido el bicho
raro, y a veces escucho voces en mi cabeza que hacen que odie todo de mí, hacen
que quiera escapar de la realidad, y la música a veces me ayuda, pero otra me
hunde más y tengo que recurrir al jodido tema. El querer morirme. Creo que he
perdido la cuenta de todas las veces que he intentado suicidarme, todas las
veces que he visto cómo la sangre de mis venas caía por mi mano hasta
esparcirse por el suelo, y ahí se mezclaba con mis lágrimas.
Y
no solo es eso, el segundo año de instituto me enamoré de una chica. Ella se
llama Sam Watson, ahora es amiga de los populares del instituto, amiga de las
animadoras, y no es la misma que hace cinco años. Nuestra relación terminó poco
tiempo después de que ella empezara en el equipo de animadoras. Se burlaba de
mí como todos los demás, y me humillaba delante de todo el instituto. El amor
es una mierda, desde entonces no me he vuelto a enamorar, deje de creer en el
amor desde aquel día.
[…]
El
timbre ha sonado, y el Señor Stefan ya ha entrado por la puerta para dar
comienzo la clase de historia. La gente saca los cuadernos de sus mochilas, y
empieza a tomar apuntes. Mis pensamientos están en otra cosa, y no puedo
sacarme de le cabeza las palabras de mi hermano, asiento ante todo lo que dice
el profesor Stefan, y hago cómo si estuviera escuchando lo que dice, realmente
ahora lo que pasó hace muchos años me da igual. Sólo quiero salir corriendo, y
encerrarme en mi cuarto bajo las sábanas y así olvidarme por un momento del
monstruo que soy.
| Narra Beth |
El
segundo día de clase, y ya llego tarde. Tiro la colilla en la puerta principal,
y entro en el edificio. Los pasillos están vacíos y silenciosos. Abro la
taquilla, y guardo ahí mi pequeño bolso, guardo el móvil en el bolsillo y cojo
los libros de historia, minutos después de comprobar de nuevo el horario de
hoy. Camino lo más rápido posible, y me paro frente a la puerta de mi aula.
¡Genial! La clase ya ha empezado, y el profesor parece estar bastante centrado
en el tema de la primera guerra mundial, y los primeros dictadores a nivel
mundial.
Toco
a la puerta, y suspiro ahogada, mientras rezo en bajo para que me deje entrar a
pesar de mi retraso de diez minutos.
-¿Si?
—dice el señor Stefan. —¿Quién es?
Suspiro
antes de abrir la puerta.
-¿Se
puede? —digo agachando mi cabeza algo avergonzada.
-Usted
debe ser la señorita Nelson —dice mirándome por encima de sus gafas —¿Qué pasa?
—Dice con una risa irónica —¿En su casa no hay reloj? —vacila ahora.
-No
—digo desafiante —Se nos quedaron sin pila justo anoche, señor Stefan —río
victoriosa —Lo siento, no volverá a pasar. —Digo mientras camino hacia mi
pupitre al lado del más empollón de la clase.
-¡Está
bien! —dice colocándose su gafas y girándose hacia la pizarra —Sigamos con la
clase.
Saco
mi cuaderno para tomar apuntes, y miro a Justin que se encuentra en otro mundo,
quizás está en empollolandia, o en nerdlandia. Río mientras observo cómo pone
cara de empanado haciendo que escucha todo lo que el profesor Stefan está
diciendo, y mientras tomo nota de cada de detalle que va dando.
La
manga de Justin se baja, y veo cómo una pequeña línea medio recta atraviesa su
muñeca de un lado hacia otro. Un pequeño pinchazo siento en mi estómago, y se
forma un nudo en mi garganta. ¿Eso es una raja? Abro la boca en señal de
asombro, y sigo observando, no hay solo una, hay unas pocas.
-¡Friqui!
—digo dándole un pequeño golpe en la mano.
-¿Qué?
—contesta seco y borde.
-¡Vaya
humor! —río— ¿Qué pasa no se te ha dado bien estudiar la lección diaria? —bromeo.
-¡Déjame
en paz! —dice ahora él intentando no subir el tono. —Tú a lo tuyo, y yo a lo
mío.
-¡Háblame
bien, empollón! —digo mirándole de forma desafiante a los ojos —¿o quieres que
todo el instituto se entere de que autolesionas? —digo ahora de una forma más
cruel.
-¿Qué
dices? —su voz se vuelve más apagada y su cuello se tensa —¿De dónde has sacado
eso?
-Intenta
taparte las rajas mejor —digo señalando su brazo izquierdo— Cualquier podría
haberlo visto.
-¡No
serás capaz!
-No
me tientes Bieber, no me tientes.
[…]
El
timbre ha sonado señalando el fin de clases. Recojo la carpeta con todos los
apuntes de la clase de química, y camino hasta mi taquilla. No hay rastro de
ninguno de los chicos, y tampoco de las chicas, ¿dónde coño se han metido? Meto
la carpeta en la taquilla, y cojo el bolso que esta mañana había dejado ahí.
Cierro la taquilla y camino hasta la salida.
Miro
hacia un lado, y hacia otro y no hay señal de ninguno de los chicos. Toda la
gente está en la puerta esperando al autobús, o esperando a que sus padres
vengan a buscarlos. Un chico, de la clase de Jade pasa por mi lado, relatando
algo entre dientes con un amigo. Suspiro, y me empiezo a agobiar.
Siento
cómo unas manos se posan en mis ojos, y no tengo ni idea de quién podrá ser.
Nerviosa, empiezo a tocar las manos intentando saber quién es por el tacto de
la piel, pero misión fallida. Estoy a punto de darme por vencida, y siento cómo
acomoda sus labios en mi cuello dejando ahí un tierno beso mojado. Suspiro. Es
Chaz. Me siento aliviada al saber que he encontrado a alguien, y nerviosa
porque no sé qué cojones hace Chaz con su puñetera vida, pero sonrío.
Chaz
quita las manos de mis ojos, y me doy la vuelta quedándome justo enfrente de
él. Sonríe, y me da un tierno beso en la mejilla. ¿A qué está jugando? Rio y le
devuelvo el beso en la mejilla. El silencio se apodera de la situación, y el
agobio vuelve a mí. Estoy sentada en un escalón, y alguien empuja mi mochila
haciéndola caer.
-¿No
ves por dónde pisas? —digo en un tono brusco y levantándome del escalón. Chaz
se queda de piedra.
Me
giro y veo a un niño rubio, de unos quince años de edad, mirándome de arriba
abajo cómo si fuera una escultura.
-Te
he hecho una pregunta—contesto en un tono más brusco aun.
-Lo
siento—dice él—Tampoco hace falta que te pongas así, novata. —ríe para hacerse
el chulo delante de sus amigos.
Ahora
Chaz se pone también de pie, y se queda justo a mi lado, el va a hablar pero le
haga un gesto para que mantenga su puñetera boca cerrada. No hace falta que me
defienda nadie.
-¿A
ti no te han enseñado que a las personas mayores que tú hay que respetarlas? —contesto
divertida.
-Si—dice
él—Pero no a las que llegan nuevas al instituto. —dice el creyéndose
victorioso. —Pero bueno, estás demasiado buena cómo para seguir vacilándote,
seguramente que algún día te arrepientas de haberte puesto chula, y estés a mis
pies rogándome un polvo.
Comienzo
a reír a carcajadas de forma irónica.
-Vamos
a ver, pequeño—digo colocándome delante de él y nos separan unos milímetros—Yo
llevo a rajatabla eso de pequeñines no—río—y créeme que si me desnudo delante
de ti, si haberme quitado la camiseta ya te has corrido—digo acercándome aún
más él—ni en tus mejores sueños, me acostaría contigo, mocoso.
-¿Estas
segura? —Dice volviendo a la distancia principal—Soy Jaxon Bieber, todas
terminan cayendo.
-Tan
segura cómo que me llamo Beth Nelson, cielo. —carcajeo—Yo que tu tenia cuidado
con eso—digo señalando a su pene—No vaya a ser que saques un ojo a alguien.
Todos
sus amigos comienzan a reír, y el pequeño de los Bieber sale corriendo
dirección al autobús. Me siento de nuevo en el escalón en el que estaba sentada
antes de que llegase el estúpido hermano de Bieber, y saco un cigarrillo rubio
de mi bolso.
-Das
miedo—dice Chaz sentándose a mi lado.
-¿Quién
cojones era ese? —digo dándole una calada a mi cigarro.
-Jaxon
Bieber, el capitán del equipo de rugby de los alevines. —dice cogiendo aire—El
hermano de Jazmin Bieber la chica más lista de su curso, y hermano de Justin
Bieber, el friqui del instituto—ríe.
-¡Vaya
familia! —Río—¿Dónde están los demás? —digo cambiando de tema.
-Castigados—dice
Chaz.
-¿Y
tú?
-Yo
estoy en el A, y los demás en el B.
-¡Es
verdad! —Digo dándole otra calada más al cigarro—¡Estúpida! —río.
-Si
vuelves a hacer eso, no respondo de mis actos—dice Chaz desafiándome.
Rio
ante su comentario, y vuelvo a hacerlo. Los chicos saldrán a las tres y media,
y solo son las tres. Me suenan las tripas, y la situación con Chaz cada vez es
más difícil de sobrellevar.
Chaz
da un golpe en mi brazo, y giro mi cabeza quedándome justo enfrente de él,
acorta la poca distancia que había, y deja un beso casto en mis labios. Sonrio
en su boca, y le devuelvo el beso. No sé que estoy haciendo, solo sé que me
siento a gusto, que me siento cómoda con él. También estoy hecha a la idea, de
que solo quiere un polvo conmigo y si te he visto no me acuerdo, pero realmente
yo tampoco estoy buscando nada más. Solo algo que me quite el aburrimiento
nocturno los fines de semana, y que me haga las semanas más amenas.
El
abre sus piernas, y hace un gesto para que me siente en el escalón de abajo.
Asiento, y bajo un escalón quedando entre sus piernas. El aparta el pelo de mi
cuello, y comienza a dejar ahí besos mojados. Mi piel se eriza ante el tacto
caliente de sus labios en mi piel fría.
Hace
girar mi cara, para quedarme justo en frente de él, y besa mis labios de una
forma tierna. Pide paso para hacerse el dueño de mi boca, y asiento. Una vez
más mis pensamientos se confunden, y no sé que cojones estoy haciendo. Aparto
mi cara, dejándole ‘a medias’.
-Me
tengo que ir Chaz, es tarde.
-Pero…
-Ayer
casi me pillan, no quiero que me castiguen. Créeme que si me tiro una semana en
casa terminaré volviéndome loca. —digo dejando un beso casto en sus labios.
-¡Hasta
mañana!
Bajo
las escaleras, y salgo del recinto del instituto poniendo camino a casa. Saco
el móvil del bolsillo, y mando un mensaje a Jade.
‘Lo siento, me he tenido que venir a casa. Mañana
nos vemos, o esta tarde escríbeme y salimos un rato.’
Sacos
los auriculares del bolsillo, y los enchufo al iPhone. Está sonando ‘towers’ de
Little mix. Hace un viento horrible, y un frio infumable.
[…]
Después
de media hora he conseguido llegar a casa. Se escuchan los gritos de mi padre
preguntando dónde cojones estoy y porque no he venido a comer. Mi hermano le
contesta aún más alto, y la situación está realmente desbordada. Saco el móvil
del bolsillo, y apago el reproductor de música. Desconecto los auriculares, y
saco las llaves de casa.
La
puerta hace un ruido espantoso, y parece que ha pasado un ángel. Todo el mundo
se calla. Suelto el bolso en las escaleras, y camino hasta el comedor dónde
están todos sentados en la mesa esperando a que yo llegue. Sindy me mira con
cara de pocos amigos, al igual que todos los demás. Les dedico una sonrisa
irónica, y no escupo palabra. Me siento en la mesa, y espero a que alguien
empiece a hablar antes de que se forme en mi casa la tercera guerra mundial.
-¿De
dónde vienes? —escupe mi padre en tono furiosos.
No
contesto.
-Te
he hecho una pregunta, Beth—dice subiendo un poco más el tono de voz.
Y
sigo sin contestar.
-Beth—dice
esta vez Sindy—¿por qué has llegado tan tarde? —dice ella es su tono de voz.
Suave y dulce, como si estuviera susurrando.
-De
clase. —digo seca.
-¿A
estas horas? —dice mi padre—Tú hermano ha llegado hace una hora.
-Eso
es mentira—escupo yo—se tarda media hora en llegar hasta aquí caminando, y solo
son las tres y media.
-No
contestes.
-Si
me preguntas, tendré que contestarte ¿no? —vacilo.
-Estoy
harto Beth—dice en tono de desesperación. —Harto de que hagas lo que te da la
gana cuando te da la gana. Aquí hay unas normas.
-Soy
mayor de edad ¿recuerdas? —le escupo yo sabiendo que eso no le va a sentar bien—Estoy
aquí porque mi madre me dejó aparcada hace tres meses y no tengo otro puñetero
sitio dónde ir. —digo ahora gritando. —No me gustas Liam, no me caes bien. Que
en un papel ponga que seas mi padre, no significa que realmente lo seas.
-¡Cállate
estúpida! —dice mi hermano levantándose de la mesa.
-Yo
no soy Ed, ni mucho menos Alice—digo mirando a mi padre de forma desafiante—Hay
muchas cosas que tengo guardadas durante años, Liam. Cosas que aunque me
expliques no se me olvidarán—digo llevando un trozo de pan a la boca—Cosas que
nunca entenderé. —digo ahora levantándome de la mesa.
-Estas
bajo mi tutela. —dice él.
-¡NO!
—grito—Tengo autoridad sobre mi misma. Cómo si mañana quiero coger esa puerta e
irme de aquí.
-Tienes
solos dieciocho años, Beth.
-¿Y?
—digo vacilándole de nuevo—No has hecho que te tenga un respeto desde hace
muchos años, ¿por qué tendría que respetarte ahora? —escupo enfadada.
No
contesta. Llevo el plato a la cocina, y subo las escaleras hasta mi habitación.
Me deshago del horrible uniforme, y me pongo cómoda. Me tumbo en la cama, y
vuelvo a conectar los auriculares y la lista de reproducción.
[…]
La
seis de la tarde y sigo sin hacer nada productivo. La puerta de mi habitación
no ha dejado de sonar desde que me he metido aquí. He escuchado cómo mi hermano
Ed, discutía con mi padre, y Sindy apoyaba al pequeño pelirrojo. Mi vida es un
caos desde que llegué a Ohio, lo más jodido es que aquí sigo siendo menor de
edad, y en parte él manda sobre mí. ¡Quiero irme de aquí!
Saco
el teléfono de debajo de la almohada, y tengo dos mensajes. Jade, y Chaz.
Ninguno de mamá. ¿Dónde estará mi madre? Y no entiendo porque no da señales de
vida, no entiendo porque solo llama una vez al mes. No entiendo nada, y estoy
empezando a volverme totalmente loca.
‘¿Nos vemos esta tarde?’
‘Estoy castigada de por vida, Chaz’
‘¿Y eso?’
‘Mi padre, es estúpido’
‘Escápate’
‘Y volveré a tener la movida de todos los días.
Paso’
‘Jo.’
‘Nos vemos mañana’
‘¡Hasta mañana!’
Entro
en la lista de contactos, y busco el número de mi madre. El número está en la
pantalla, y sigo indecisa. No sé si llamarla o no, quizás me salga con sus ‘estoy
demasiado ocupada Beth ahora no puedo hablar’ o ‘el teléfono que llama no se
encuentra disponible en estos momentos’. Cabreada bloqueo el móvil, y me tiro
de nuevo en la cama.
Siento
cómo algo cae por mi mejilla, y de un momento a otro me encuentro tirada en la
cama llorando. No aguanto más esta situación, y no entiendo porque tengo que vivir
con alguien a quién odio, alguien que me dejó tirada cuando era una cría para
venirse aquí a formar otra familia. ¿No tenía bastante con nosotros?¿Que
cojones hicimos mal?
Cojo
la chaqueta y bajo las escaleras. Pego un portazo a la puerta para que sepan
que me he ido de casa, y escucho cómo mi padre sale detrás de mí pegándome voces
y repitiendo siempre la misma frase ‘Beth Nelson, estás castigada, ¿dónde vas?’.
Ignoro sus palabras y sigo caminando, subo el volumen de la música, e intento
perderme en lo único que siempre termina haciéndome sentir bien, la música.
Llevo
una hora caminando sin rumbo. Estoy en una plaza, y el frío se va apoderando de
la noche oscura en Ohio. Son las siete y media de la tarde, y ya el cielo está
totalmente cerrado. Siento cómo todos los ojos se posan en mí. Camino rápido
cuando de repente choco contra algo o alguien. La vista empieza a nublarse, y
me tiemblan de nuevo las piernas. ¿Qué cojones me está pasando?
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¡Hola! Hini está aqui de vuelta, jj. Espero que os haya gustado el capitulo, y por favor, aunque suene a pesada, dejadme un comentario por twitter o algo, porque no sé si os va gustando, aunque sea un 'está bien' o algo así. Bueno, intentaré subir el jueves.
Si has leido el capitulo cuatro y quieres que te avise del cinco da RT o FAV aquí -> here.