domingo, 26 de enero de 2014

Cuatro.



· Capitulo 4.

| Narra Justin |

El despertador suena. El viento mueve los árboles de una forma brutal, y abajo ya se escucha a mis hermanos pelearse por quien entrará primero al baño. Un día más que añadir al calendario.
Doy un pequeño salto de la cama, y camino hasta el cuarto de baño. Abro el grifo del agua caliente, y juntando mis manos dejo que caiga creando una pequeña piscina, y la estampo contra mi cara, y así dos veces. Me desprendo de la camiseta del pijama, y me quedo observando mi reflejo en el espejo.
Me quedo pensativo, y muevo mi cabeza de un lado hacia otro, ‘es normal que nadie te quiera con ese cuerpo’ ‘¿te has visto bien?’ ‘Tus gafas son cómo las que llevaban los abuelos en su época y eran modernas’ y más pensamientos así ruedan por mi cabeza. Un vez más ya están esas malditas voces inquietando cada uno de mis pensamientos.
Cojo la pasta de diente y la esparzo por el cepillo, y acto seguido cepillo mis dientes. El uniforme está colgado en la percha del baño. Pantalón azul marino, camisa blanca, jersey azul, la corbata y esos zapatos negros de punta horribles. Sonrio al espejo, y mis dientes están mucho mejor que hace dos años cuando me puse el aparato, ya queda poco para terminar esta tortura y recibir todo tipo de insultos por llevarle.

[…]

-¿Qué tal has dormido hoy? —pregunta mi madre desde la otra punta de la cocina—No tienes buena cara, cielo—insiste ella.
-Sí, mamá —intento sonar lo más creíble posible—Ya te dije que hace tiempo que duermo del tirón—insisto y sonrío falsamente.
-No sé, cielo —dice dudosa ante mis palabras—Últimamente estás demasiado raro, y a penas vuelves a salir de casa. —Suspira— Ya sabes que yo soy tú amiga.
-¡Normal! —Dice mi hermano Jaxon desde la otra punta de la mesa— Es un empollón mamá, ¿quién va a querer salir con un empollón? — escupe mi hermano pequeño.

Mi hermano Jaxon es todo lo contrario a mí. Le saco tres años. Es rubio, con los ojos marrones claros tirando a una mezcla entre marrón y verde. El no lleva gafas, ni lleva tampoco aparato. Es de los populares del instituto. Es el capitán del equipo de rugby, y todas las chicas están locas por él. Lo más duro es cuando nos cruzamos por los pasillos, y todo empiezan a decirle ‘Jaxon, tu hermano es un pringadillo, yo creo que es adoptado’ y mi hermano les ríe la gracia seguido de un ‘es la vergüenza de la familia’.
Su cuerpo está mucho más desarrollado que el mío, él va a gimnasio desde hace unos meses y ya empieza a tener forma.

-¿Qué has dicho? —dice mi madre en un tono brusco.
-Nada mamá —dice Jazzy para que no se monte la misma pelea de todos los días —Jaxon es estúpido y se tiene la popularidad demasiado subida a la cabeza, tanto que cuando camina por los pasillos parece no conocer a sus hermanos. —reprocha mi hermana.
-¿Es eso cierto? —dice mamá.
-Sí —dice Jazzy.
- Jaxon —dice ahora dirigiéndose a él — Son tus hermanos dentro y fuera del colegio ¿lo entiendes?
-¡Mamá! —Digo llamando su atención —Es igual.
-Arriba los tres, vais a llegar tarde— dice mamá dejando pasar el tema —Y portaros bien en clase. Jazzy, ¡mucha suerte con tu examen de química! —dice regalándole un beso en la mejilla —Tu Jaxon deja de ser tan canalla con tu familia, porque algún día les necesitarás y te mandarán a paseo —dice dándole una palmada en la espalda —Y tu cariño, no pienses en cosas malas e intenta relacionarte más— dice mamá algo asustada.

Mi hermana Jazzy, sin embargo, es de las que pasa desapercibidas entre la gente del instituto. Saca unas notas normales, y sus amigas son de lo más normal que hay ahí.
Es noble y humilde, y siempre que me ve me saluda con un beso en la mejilla. Creo que ella es la única amiga de verdad que tengo, con solo mirarme a la cara sabe si me pasa algo, y con una mirada nos entendemos. Y realmente, ella es la que me anima a seguir siendo cómo soy porque dice a pesar de que la gente me vea un bicho raro, soy alguien casual alguien diferente, y que las mejores personas son así.


[…]

Subo al autobús, y sufro la tortura de cada mañana. Recibo insultos de todo el mundo, mi hermana da dos palmadas en el asiento libre que hay justo a su lado, y quiere decirme que me siente a su lado. Camino por el pasillo hasta llegar al asiento, y por fin me siento. Saco el móvil del bolsillo, y conecto los auriculares. ¡Bendita música!

Mi vida no es nada fácil, llevo sufriendo acoso desde que tengo seis años. Mi hermano pequeño se avergüenza de mí, no tengo padre, y mi madre trabaja demasiado duro en casa para sacarnos hacia adelante. Siempre he sido el bicho raro, y a veces escucho voces en mi cabeza que hacen que odie todo de mí, hacen que quiera escapar de la realidad, y la música a veces me ayuda, pero otra me hunde más y tengo que recurrir al jodido tema. El querer morirme. Creo que he perdido la cuenta de todas las veces que he intentado suicidarme, todas las veces que he visto cómo la sangre de mis venas caía por mi mano hasta esparcirse por el suelo, y ahí se mezclaba con mis lágrimas.

Y no solo es eso, el segundo año de instituto me enamoré de una chica. Ella se llama Sam Watson, ahora es amiga de los populares del instituto, amiga de las animadoras, y no es la misma que hace cinco años. Nuestra relación terminó poco tiempo después de que ella empezara en el equipo de animadoras. Se burlaba de mí como todos los demás, y me humillaba delante de todo el instituto. El amor es una mierda, desde entonces no me he vuelto a enamorar, deje de creer en el amor desde aquel día.
[…]

El timbre ha sonado, y el Señor Stefan ya ha entrado por la puerta para dar comienzo la clase de historia. La gente saca los cuadernos de sus mochilas, y empieza a tomar apuntes. Mis pensamientos están en otra cosa, y no puedo sacarme de le cabeza las palabras de mi hermano, asiento ante todo lo que dice el profesor Stefan, y hago cómo si estuviera escuchando lo que dice, realmente ahora lo que pasó hace muchos años me da igual. Sólo quiero salir corriendo, y encerrarme en mi cuarto bajo las sábanas y así olvidarme por un momento del monstruo que soy.

| Narra Beth |

El segundo día de clase, y ya llego tarde. Tiro la colilla en la puerta principal, y entro en el edificio. Los pasillos están vacíos y silenciosos. Abro la taquilla, y guardo ahí mi pequeño bolso, guardo el móvil en el bolsillo y cojo los libros de historia, minutos después de comprobar de nuevo el horario de hoy. Camino lo más rápido posible, y me paro frente a la puerta de mi aula. ¡Genial! La clase ya ha empezado, y el profesor parece estar bastante centrado en el tema de la primera guerra mundial, y los primeros dictadores a nivel mundial.

Toco a la puerta, y suspiro ahogada, mientras rezo en bajo para que me deje entrar a pesar de mi retraso de diez minutos.

-¿Si? —dice el señor Stefan. —¿Quién es?
Suspiro antes de abrir la puerta.
-¿Se puede? —digo agachando mi cabeza algo avergonzada.
-Usted debe ser la señorita Nelson —dice mirándome por encima de sus gafas —¿Qué pasa? —Dice con una risa irónica —¿En su casa no hay reloj? —vacila ahora.
-No —digo desafiante —Se nos quedaron sin pila justo anoche, señor Stefan —río victoriosa —Lo siento, no volverá a pasar. —Digo mientras camino hacia mi pupitre al lado del más empollón de la clase.
-¡Está bien! —dice colocándose su gafas y girándose hacia la pizarra —Sigamos con la clase.

Saco mi cuaderno para tomar apuntes, y miro a Justin que se encuentra en otro mundo, quizás está en empollolandia, o en nerdlandia. Río mientras observo cómo pone cara de empanado haciendo que escucha todo lo que el profesor Stefan está diciendo, y mientras tomo nota de cada de detalle que va dando.

La manga de Justin se baja, y veo cómo una pequeña línea medio recta atraviesa su muñeca de un lado hacia otro. Un pequeño pinchazo siento en mi estómago, y se forma un nudo en mi garganta. ¿Eso es una raja? Abro la boca en señal de asombro, y sigo observando, no hay solo una, hay unas pocas.

-¡Friqui! —digo dándole un pequeño golpe en la mano.
-¿Qué? —contesta seco y borde.
-¡Vaya humor! —río— ¿Qué pasa no se te ha dado bien estudiar la lección diaria? —bromeo.
-¡Déjame en paz! —dice ahora él intentando no subir el tono. —Tú a lo tuyo, y yo a lo mío.
-¡Háblame bien, empollón! —digo mirándole de forma desafiante a los ojos —¿o quieres que todo el instituto se entere de que autolesionas? —digo ahora de una forma más cruel.
-¿Qué dices? —su voz se vuelve más apagada y su cuello se tensa —¿De dónde has sacado eso?
-Intenta taparte las rajas mejor —digo señalando su brazo izquierdo— Cualquier podría haberlo visto.
-¡No serás capaz!
-No me tientes Bieber, no me tientes.

[…]


El timbre ha sonado señalando el fin de clases. Recojo la carpeta con todos los apuntes de la clase de química, y camino hasta mi taquilla. No hay rastro de ninguno de los chicos, y tampoco de las chicas, ¿dónde coño se han metido? Meto la carpeta en la taquilla, y cojo el bolso que esta mañana había dejado ahí. Cierro la taquilla y camino hasta la salida.

Miro hacia un lado, y hacia otro y no hay señal de ninguno de los chicos. Toda la gente está en la puerta esperando al autobús, o esperando a que sus padres vengan a buscarlos. Un chico, de la clase de Jade pasa por mi lado, relatando algo entre dientes con un amigo. Suspiro, y me empiezo a agobiar.

Siento cómo unas manos se posan en mis ojos, y no tengo ni idea de quién podrá ser. Nerviosa, empiezo a tocar las manos intentando saber quién es por el tacto de la piel, pero misión fallida. Estoy a punto de darme por vencida, y siento cómo acomoda sus labios en mi cuello dejando ahí un tierno beso mojado. Suspiro. Es Chaz. Me siento aliviada al saber que he encontrado a alguien, y nerviosa porque no sé qué cojones hace Chaz con su puñetera vida, pero sonrío.

Chaz quita las manos de mis ojos, y me doy la vuelta quedándome justo enfrente de él. Sonríe, y me da un tierno beso en la mejilla. ¿A qué está jugando? Rio y le devuelvo el beso en la mejilla. El silencio se apodera de la situación, y el agobio vuelve a mí. Estoy sentada en un escalón, y alguien empuja mi mochila haciéndola caer.

-¿No ves por dónde pisas? —digo en un tono brusco y levantándome del escalón. Chaz se queda de piedra.
Me giro y veo a un niño rubio, de unos quince años de edad, mirándome de arriba abajo cómo si fuera una escultura.
-Te he hecho una pregunta—contesto en un tono más brusco aun.
-Lo siento—dice él—Tampoco hace falta que te pongas así, novata. —ríe para hacerse el chulo delante de sus amigos.
Ahora Chaz se pone también de pie, y se queda justo a mi lado, el va a hablar pero le haga un gesto para que mantenga su puñetera boca cerrada. No hace falta que me defienda nadie.
-¿A ti no te han enseñado que a las personas mayores que tú hay que respetarlas? —contesto divertida.
-Si—dice él—Pero no a las que llegan nuevas al instituto. —dice el creyéndose victorioso. —Pero bueno, estás demasiado buena cómo para seguir vacilándote, seguramente que algún día te arrepientas de haberte puesto chula, y estés a mis pies rogándome un polvo.
Comienzo a reír a carcajadas de forma irónica.
-Vamos a ver, pequeño—digo colocándome delante de él y nos separan unos milímetros—Yo llevo a rajatabla eso de pequeñines no—río—y créeme que si me desnudo delante de ti, si haberme quitado la camiseta ya te has corrido—digo acercándome aún más él—ni en tus mejores sueños, me acostaría contigo, mocoso.
-¿Estas segura? —Dice volviendo a la distancia principal—Soy Jaxon Bieber, todas terminan cayendo.
-Tan segura cómo que me llamo Beth Nelson, cielo. —carcajeo—Yo que tu tenia cuidado con eso—digo señalando a su pene—No vaya a ser que saques un ojo a alguien.

Todos sus amigos comienzan a reír, y el pequeño de los Bieber sale corriendo dirección al autobús. Me siento de nuevo en el escalón en el que estaba sentada antes de que llegase el estúpido hermano de Bieber, y saco un cigarrillo rubio de mi bolso.

-Das miedo—dice Chaz sentándose a mi lado.
-¿Quién cojones era ese? —digo dándole una calada a mi cigarro.
-Jaxon Bieber, el capitán del equipo de rugby de los alevines. —dice cogiendo aire—El hermano de Jazmin Bieber la chica más lista de su curso, y hermano de Justin Bieber, el friqui del instituto—ríe.
-¡Vaya familia! —Río—¿Dónde están los demás? —digo cambiando de tema.
-Castigados—dice Chaz.
-¿Y tú?
-Yo estoy en el A, y los demás en el B.
-¡Es verdad! —Digo dándole otra calada más al cigarro—¡Estúpida! —río.
-Si vuelves a hacer eso, no respondo de mis actos—dice Chaz desafiándome.

Rio ante su comentario, y vuelvo a hacerlo. Los chicos saldrán a las tres y media, y solo son las tres. Me suenan las tripas, y la situación con Chaz cada vez es más difícil de sobrellevar.

Chaz da un golpe en mi brazo, y giro mi cabeza quedándome justo enfrente de él, acorta la poca distancia que había, y deja un beso casto en mis labios. Sonrio en su boca, y le devuelvo el beso. No sé que estoy haciendo, solo sé que me siento a gusto, que me siento cómoda con él. También estoy hecha a la idea, de que solo quiere un polvo conmigo y si te he visto no me acuerdo, pero realmente yo tampoco estoy buscando nada más. Solo algo que me quite el aburrimiento nocturno los fines de semana, y que me haga las semanas más amenas.

El abre sus piernas, y hace un gesto para que me siente en el escalón de abajo. Asiento, y bajo un escalón quedando entre sus piernas. El aparta el pelo de mi cuello, y comienza a dejar ahí besos mojados. Mi piel se eriza ante el tacto caliente de sus labios en mi piel fría.
Hace girar mi cara, para quedarme justo en frente de él, y besa mis labios de una forma tierna. Pide paso para hacerse el dueño de mi boca, y asiento. Una vez más mis pensamientos se confunden, y no sé que cojones estoy haciendo. Aparto mi cara, dejándole ‘a medias’.

-Me tengo que ir Chaz, es tarde.
-Pero…
-Ayer casi me pillan, no quiero que me castiguen. Créeme que si me tiro una semana en casa terminaré volviéndome loca. —digo dejando un beso casto en sus labios.
-¡Hasta mañana!

Bajo las escaleras, y salgo del recinto del instituto poniendo camino a casa. Saco el móvil del bolsillo, y mando un mensaje a Jade.

‘Lo siento, me he tenido que venir a casa. Mañana nos vemos, o esta tarde escríbeme y salimos un rato.’

Sacos los auriculares del bolsillo, y los enchufo al iPhone. Está sonando ‘towers’ de Little mix. Hace un viento horrible, y un frio infumable.

[…]

Después de media hora he conseguido llegar a casa. Se escuchan los gritos de mi padre preguntando dónde cojones estoy y porque no he venido a comer. Mi hermano le contesta aún más alto, y la situación está realmente desbordada. Saco el móvil del bolsillo, y apago el reproductor de música. Desconecto los auriculares, y saco las llaves de casa.

La puerta hace un ruido espantoso, y parece que ha pasado un ángel. Todo el mundo se calla. Suelto el bolso en las escaleras, y camino hasta el comedor dónde están todos sentados en la mesa esperando a que yo llegue. Sindy me mira con cara de pocos amigos, al igual que todos los demás. Les dedico una sonrisa irónica, y no escupo palabra. Me siento en la mesa, y espero a que alguien empiece a hablar antes de que se forme en mi casa la tercera guerra mundial.

-¿De dónde vienes? —escupe mi padre en tono furiosos.
No contesto.
-Te he hecho una pregunta, Beth—dice subiendo un poco más el tono de voz.
Y sigo sin contestar.
-Beth—dice esta vez Sindy—¿por qué has llegado tan tarde? —dice ella es su tono de voz. Suave y dulce, como si estuviera susurrando.
-De clase. —digo seca.
-¿A estas horas? —dice mi padre—Tú hermano ha llegado hace una hora.
-Eso es mentira—escupo yo—se tarda media hora en llegar hasta aquí caminando, y solo son las tres y media.
-No contestes.
-Si me preguntas, tendré que contestarte ¿no? —vacilo.
-Estoy harto Beth—dice en tono de desesperación. —Harto de que hagas lo que te da la gana cuando te da la gana. Aquí hay unas normas.
-Soy mayor de edad ¿recuerdas? —le escupo yo sabiendo que eso no le va a sentar bien—Estoy aquí porque mi madre me dejó aparcada hace tres meses y no tengo otro puñetero sitio dónde ir. —digo ahora gritando. —No me gustas Liam, no me caes bien. Que en un papel ponga que seas mi padre, no significa que realmente lo seas.
-¡Cállate estúpida! —dice mi hermano levantándose de la mesa.
-Yo no soy Ed, ni mucho menos Alice—digo mirando a mi padre de forma desafiante—Hay muchas cosas que tengo guardadas durante años, Liam. Cosas que aunque me expliques no se me olvidarán—digo llevando un trozo de pan a la boca—Cosas que nunca entenderé. —digo ahora levantándome de la mesa.
-Estas bajo mi tutela. —dice él.
-¡NO! —grito—Tengo autoridad sobre mi misma. Cómo si mañana quiero coger esa puerta e irme de aquí.
-Tienes solos dieciocho años, Beth.
-¿Y? —digo vacilándole de nuevo—No has hecho que te tenga un respeto desde hace muchos años, ¿por qué tendría que respetarte ahora? —escupo enfadada.

No contesta. Llevo el plato a la cocina, y subo las escaleras hasta mi habitación. Me deshago del horrible uniforme, y me pongo cómoda. Me tumbo en la cama, y vuelvo a conectar los auriculares y la lista de reproducción.

[…]

La seis de la tarde y sigo sin hacer nada productivo. La puerta de mi habitación no ha dejado de sonar desde que me he metido aquí. He escuchado cómo mi hermano Ed, discutía con mi padre, y Sindy apoyaba al pequeño pelirrojo. Mi vida es un caos desde que llegué a Ohio, lo más jodido es que aquí sigo siendo menor de edad, y en parte él manda sobre mí. ¡Quiero irme de aquí!

Saco el teléfono de debajo de la almohada, y tengo dos mensajes. Jade, y Chaz. Ninguno de mamá. ¿Dónde estará mi madre? Y no entiendo porque no da señales de vida, no entiendo porque solo llama una vez al mes. No entiendo nada, y estoy empezando a volverme totalmente loca.

‘¿Nos vemos esta tarde?’
‘Estoy castigada de por vida, Chaz’
‘¿Y eso?’
‘Mi padre, es estúpido’
‘Escápate’
‘Y volveré a tener la movida de todos los días. Paso’
‘Jo.’
‘Nos vemos mañana’
‘¡Hasta mañana!’

Entro en la lista de contactos, y busco el número de mi madre. El número está en la pantalla, y sigo indecisa. No sé si llamarla o no, quizás me salga con sus ‘estoy demasiado ocupada Beth ahora no puedo hablar’ o ‘el teléfono que llama no se encuentra disponible en estos momentos’. Cabreada bloqueo el móvil, y me tiro de nuevo en la cama.

Siento cómo algo cae por mi mejilla, y de un momento a otro me encuentro tirada en la cama llorando. No aguanto más esta situación, y no entiendo porque tengo que vivir con alguien a quién odio, alguien que me dejó tirada cuando era una cría para venirse aquí a formar otra familia. ¿No tenía bastante con nosotros?¿Que cojones hicimos mal?

Cojo la chaqueta y bajo las escaleras. Pego un portazo a la puerta para que sepan que me he ido de casa, y escucho cómo mi padre sale detrás de mí pegándome voces y repitiendo siempre la misma frase ‘Beth Nelson, estás castigada, ¿dónde vas?’. Ignoro sus palabras y sigo caminando, subo el volumen de la música, e intento perderme en lo único que siempre termina haciéndome sentir bien, la música.


Llevo una hora caminando sin rumbo. Estoy en una plaza, y el frío se va apoderando de la noche oscura en Ohio. Son las siete y media de la tarde, y ya el cielo está totalmente cerrado. Siento cómo todos los ojos se posan en mí. Camino rápido cuando de repente choco contra algo o alguien. La vista empieza a nublarse, y me tiemblan de nuevo las piernas. ¿Qué cojones me está pasando?

****
¡Hola! Hini está aqui de vuelta, jj. Espero que os haya gustado el capitulo, y por favor, aunque suene a pesada, dejadme un comentario por twitter o algo, porque no sé si os va gustando, aunque sea un 'está bien' o algo así. Bueno, intentaré subir el jueves. 

Si has leido el capitulo cuatro y quieres que te avise del cinco da RT o FAV aquí -> here. 

domingo, 12 de enero de 2014

Capitulo tres.




· Capitulo 3.

| Narra Beth |

El pasillo del instituto se me hace inmensamente largo. Esquivo a algún que otro alumno de la ESO, y llego hasta mi taquilla. Dejo los libros allí, y cierro de un portazo sacando mi pequeña mochila de cuerdas. El móvil, los auriculares, el tabaco, mechero, llaves de casa y mi monedero.
Después sigo caminando hasta la puerta principal donde están Jade, y los demás. No conozco a nadie, y las manos me empiezan a sudar.

-¡Beth! —grita Jade.
-¿Qué pasa? —carcajeo y camino hasta ella.
-¿Qué tal el primer día de clase? —dice mientras saca una cigarrillo rubio de la cajetilla y lo prende con el mechero.
-¡Fatal! Me he sentido un bicho raro—digo mientras hago lo mismo que  acaba de hacer Jade hace dos segundos.
-Nos vamos a las cervezas, ¿te vienes?
-Espera un momento.

Camino entre la gente buscando a mi hermano pequeño, y al final consigo verle al fondo del todo con un grupo de chicos y chicas. Decidida, le agarro el brazo y le saco del corro en el que está.

-¡Me has hecho daño! —dice quejándose.
Esto provoca una sonrisa en mi boca, y una enorme carcajada.
-¿De qué te ríes? —dice haciéndose el indignado. —Bueno, mejor dicho ¿qué quieres Beth? —dice ahora riendo el también contagiado con mi risa.
-Me voy de cervezas con mis amigos, Ed. —digo dándole cinco euros—Si te pregunta por mí papá, tu no me has visto ¿vale?
-Está bien—dice guardándose el dinero.
-¡Gracias canijo!

Y removiéndole el pelo de un lado a otro vuelvo hasta donde están mis amigos. Jade me mira alegre, y yo me limito a sonreír.

-¡Chicos! —dice Jade gritando.
-¿Qué quieres pesada? —dice un castaño de ojos claros.
-Os quiero presentar a una amiga—dice Jade tirando de mi hacia adelante.
-¿Una de tus amigas especiales? —dice ahora un moreno con ojos oscuros.
-¡Cállate, estúpido! —grita Jade.
-¡Chicas! —grita ahora un moreno de ojos negros.
-¡Ya vamos! —dicen las cuatro al unísono.

Las chicas se acercan hasta donde estamos nosotros. Empiezo a sentirme un poco pérdida en lo que están hablando, y no entiendo nada de ‘amigas especiales’, ¿a qué están jugando?¿por qué Jade se ha puesto tan nerviosa? Estoy pérdida, ¿dónde cojones me he metido?
Jade se pone a mi lado, y las chicas forman un círculo junto con los chicos. Sonrío nerviosa. Y las típicas preguntas llenan mi cabeza, no sé si les caeré bien, no sé si les agradará que yo me haya acoplado de tal manera. Las manos me sudan, y las piernas me tiemblan, incluso estoy empezando a ver algo borroso, ¡tierra trágame!

-Ella es Beth, Beth Nelson—dice Jade a los demás—Llegó aquí hace tres meses, y un día por casualidad me encontré con ella—ríe.
-¡Encantada! —Dice una rubia de ojos oscuros—Mi nombre es Lucie.
-Yo soy Sam—dice ahora una morena con los ojos enormes y grises y una amplia sonrisa llena de alambres.
-Yo Bella, y ella de allí Clarie—dice la castaña con mechas de colores y ojos verdes haciendo referencia a la morena de ojos negros.
-Y estos son Ryan, Chaz, y Peter—dice un rubio de ojos castaños claros—Y yo soy Bart.
-Y yo Bryan dice el castaño de ojos grises.

Sonrio y me acerco a ellos para darles dos besos. El último de ellos me ha llamado la atención, no es cómo los demás. El bajito y no es el típico tío que te fijarías en una discoteca, ya que no tiene músculos y es un tío de los más normal.

[…]

Son las siete y media de la tarde. Sigo aquí en un bar de la calle principal de Ohio bebiendo cerveza, mi móvil no deja de sonar y es el estúpido de mi padre, es lo más pesado y agobiante del mundo. ¿Nunca os ha pasado que cuando os habla una persona os sentís agobiados al momento? A mí me pasa día a día desde que llegué a Ohio, y siempre es la misma persona, mi padre. Me sigue en cada paso que doy intentando recuperar el tiempo que perdió conmigo cuando se fue de casa dejándonos solos. Se cree que tiene todo el derecho del mundo a estar encima de mí porque en un simple papel ponga que es mi padre y mi responsable. Tengo dieciocho años, y no tengo porque dar explicaciones a nadie, solo le pido que me deje vivir día tras día, pero a él no le importa.

Salimos del bar. Hace un frío de la hostia debido a que el otoño ya está encima nuestra. La gente camina con una chaqueta fina, pero que abrigue, y llevan algo caliente en sus manos. Ya es casi de noche, y el alcohol anda por el cuerpo de todos, incluso diría que estamos bastante afectados, hemos perdido la cuenta de los bares que hemos recorrido y también la cuenta de las cervezas que nos hemos podido beber. Río irónicamente pensando en la que me va a caer cuando llegue a casa, y la de tonterías que tendré que escuchar, por eso mismo no quiero irme a casa y me pasaría de bar en bar hasta la una de la madrugada que todos se hayan ido a dormir.


Los chicos ponen camino a casa y se van separando al final, solo quedamos, Jade, Peter, Bryan, Chaz y yo. El cuerpo me pesa, y la cabeza me va a explotar, no puedo dejar de reírme. El alcohol sigue en mi cuerpo, y sus efectos son claves.

-¡Hasta mañana! —dicen Jade, Peter y Bryan al unísono.
Me despido de ellos con un beso en la mejilla, y un hasta mañana y la sonrisa más sincera. Realmente, pensé que todo esto iba a ser peor, que iba a ser cómo siempre, que no encajaría por ser el bicho raro con pinta de malota que saca buenas notas, pero no, ellos son distintos a los demás.
-¡Hasta mañana, capullos! —dice Chaz.

El silencio se apodera del camino, Chaz no articula palabra y yo mucho menos. Realmente, la vergüenza corre por mi espina dorsal y mis mofletes cogen un color cálido, algo parecido al rojo. No sé si será el frío, o la vergüenza que me da caminar al lado de un tío que acabo de conocer.

-¿En qué piensas? —dice Chaz dándole una calada a su cigarrillo rubio. Está realmente sexy, y es realmente guapo.
Muerdo mi mejilla por dentro, y sonrío.
-En nada—río—o eso creo—digo haciendo el mismo gesto extraño que él.
-¿No sabes en qué piensas? —dice haciendo una mueca bastante graciosa.
-En realidad sí—digo escondiendo mi cara entre mis manos—pero no creo que quieras saberlo—digo en un tono divertido.
¿Qué cojones está diciendo Beth? El alcohol está hablando por ti, y seguro que mañana no querrás recordar todo esto.
-Quizás piensas lo mismo que yo—dice él parándose en seco.
-Pues no sé—digo parándome yo también—de momento no leo mentes ni nada por el estilo, y tampoco tengo telepatía—vacilo.
-Deberías aprender, sería realmente curioso—vacila el por encima de mí.
-No creo que fuese bueno, la verdad.
-Yo creo que sí—dice acercándose más a mí y rompiendo la poca distancia que había entre nosotros—ahora mismo sabrías lo que estoy pensando.
-No hace falta tener telepatía para saber lo que piensas, Somers—digo en un tono burlón—tu ojos y tu miembro hablan por sí solos—carcajeo.
-¿Y que pienso? —dice desafiante.
-Ahora mismo estás pensando en las maravillas que podrías hacerme si tuvieses una cama, pero como no la tienes en ponerme a cuatro patas detrás de ese arbusto y hacerme gritar tu nombre cómo una loca, mientras me besas apasionadamente—comienzo a reír—¡Qué pena que no vaya a pasar! —vacilo de nuevo.
-¡Chica lista!
-Lista, pero no fácil.

Doy la conversación por terminada y sigo caminando. Siento cómo sus dos ojos oscuros se clavan en mi trasero mientras camino, suelto una sonrisa tímida y a la vez mi corazón va a unas tres mil pulsaciones por segundo. Es la primera que un tío se interesa por mí después de saber que soy una empollona con una fachada de tía mala.

-¿No me esperas?
-Date prisa, Somers—digo mientras hago un gesto con mi mano—pero ten cuidado al venir, no vaya ser que te resbales con la baba que vas soltando—río de nuevo.

[…]

El camino a casa se está haciendo eterno. Chaz va caminando por detrás de mí y diciéndome cosas que realmente prefiero no escuchar. Mi móvil suena de nuevo, y es mi padre. Miro el reloj, y son las ocho y media de la tarde, cómo ha pasado el tiempo. Me paro en seco, y cuando le voy a coger siento cómo unas manos se acoplan en mi cintura, encajando de manera perfecta como si estuviésemos hablando de un puzle de dos mil piezas distintas. Sonrio al sentir su cálido aliento en mi nuca, y cierro los ojos sintiéndome especial por un momento, aunque todo esto se a causa del maldito alcohol.


Me giro y me quedo mirándole fijamente, él sonríe y recoge un mechón del flequillo que se ha escapado de la coleta poniéndolo detrás de mí oreja. Ante el tacto de su piel caliente, mi piel se eriza y siento un cosquilleo recorrer mi cuerpo, estoy caliente. Más caliente que el mango de un cazo ahora mismo. Acopla sus manos en mis mejillas, y poco a poco se va acercando a mí rompiendo los límites de distancia que yo misma había marcado, pero que me ha sido inútil. Y presiona sus gruesos labios de color rosado junto a los míos, un beso casto. Se separa de mí y sonríe, yo hago lo mismo.

-Mi móvil está sonando—digo intentando escapar de la situación.
-También sonaba antes y no has quitado—dice astuto.
-Me has pillado—río.

Se queda clisado en mis ojos, y yo río ante la cara de idiota que está poniendo, y vuelve a repetir el mismo proceso. El lucha contra mi boca, para poder juguetear con su lengua y la mía, pero no se lo pongo nada fácil, ríe en mi boca y yo en la suya, y aprovecha ese momento para introducir su lengua en mi boca. Nuestras lenguas juguetean, y así un minuto y medio. Se separa de mí para coger aire, pero me coge desprevenida y vuelve a hacer lo mismo.

[…]

-¡Hasta mañana, Beth! —dice mientras se despide de mí y poco después deja un beso mojado en mi cuello.
-¡Hasta mañana, Chaz! —digo dándole con la mano.

Busco en mi bolso las llaves de casa, y no las encuentro. ¡Genial, Beth! Ahora tendrás que llamar al timbre, o escalar por la pared como tal koala para poder entrar sin que te pille tu padre. Y esto me pasa por dejarme las llaves dentro de la taquilla.

Camino con cuidado, intentar hace el mínimo ruido posible para entrar por la ventana de atrás. Hay unos palés de madera colocados uno encima de otro, y con cuidado los cojo para montar una escalera. Coloco uno sobre otro, y cuando miro la altura que hay rezo para no caerme y matarme, y lo consigo. ¡Estoy dentro!

Asomo la cabeza por la ventana, e intento tirar los palés hacia abajo intentando no hacer ruido, pero misión fallida, unos chocan contra otros y casi hago una onda expansiva, de todos modos, no podría ir todo tan bien.

Suelto el bolso encima de la cama, y cierro la ventana de la habitación. Escucho como mi padre discute con Sindy sobre mí. Ella le dice algo así como que me dé mi propio espacio que ya no soy una niña, y él le replica que para el siempre seré su pequeña y que podría haberme pasado cualquier cosa. ¡Genial! Ahora soy la que provoca las discusiones entre mi padre y mi supuesta madrasta. Te coronas Beth, te coronas.

Estoy a punto de deshacerme del uniforme que huele a cerveza que tira para atrás cuando vuelve a sonar mi móvil, es mi padre. Cojo el teléfono mientras pienso una buena excusa para decirle que estoy en casa desde las cinco y media.

-¿Si? —digo mientas intento hacerme la indignada porque mi padre me ha despertado de una enorme siesta.
-¿Dónde estás?­—dice algo aliviado.
-En mi cuarto, papá. ¿Dónde voy a estar a estas horas? —digo irónica y río con picardía.
-Pero…—dice pensando que decir—yo no te he visto entrar.
-Liam, tu a estas horas sueles estar siempre a llevar a Alice a sus clases de ballet—digo segura de mi misma.
-¡Lo siento! —dice sincero.
-No pasa nada—río—Ahora, ¿puedo colgar? Me siento estúpida hablando contigo por teléfono teniéndote a unos pasos—río.
-Sí.

Cuelgo y suelto el teléfono encima de la cama. Entro al cuarto de baño y me despojo por fin del asqueroso uniforme. Quedándome en bragas y sujetador salgo al cuarto a encender la radio, y por suerte suena let it be de los Beatles. Entro al cuarto de baño y enciendo el grifo del agua caliente, mientras quito los restos de maquillaje de mi cara.

[…]

Mi padre no está muy seguro de lo que le he contado hace una hora por teléfono, y sigue insistiendo en que yo a las cinco y media no estaba en casa. Realmente me está poniendo de los nervios, y se me están quitando las ganas de seguir cenando. La situación es más incómoda de lo que todos creéis, el pequeño diablo pelirrojo está sentada enfrente de mí clavándome sus ojos verdes a cada movimiento que hago con el tenedor, mi hermano Ed me mira desde la otra punta de la mesa con cara de pocos amigos porque sabe que estoy mintiendo, mi padre con cara desesperación no para de hacerme preguntas, y Sindy que sabe que he llegado hace un rato me pone su más sincera sonrisa. ¿Estoy fumada o algo? Sindy debería ser la mala de todo esto y es justo todo lo contrario.

-¿Y dónde están tus llaves? —dice mi padre moviendo la sopa de un lado a otro.
-Arriba, papá—digo seca.
-Es imposible que hayas llegado a las cinco y media y yo no te haya visto entrar, Beth—dice en un tono de desesperación. —Cuando yo he llevado a Alice a ballet eran las seis menos cuarto.
-Sería un poco más tarde, papá. —Digo pinchando un trozo de filete—¡Yo que sé! —digo elevando un poco la voz.
-Sindy—dice mi padre mirando a su mujer que sonríe—¿Tú estabas aquí cuando ha llegado? —dice mi padre seco y serio.
-Sí, Liam—sonríe ella—Ha llegado poco después de que tú y Alice salierais—le sonríe de nuevo—yo la he abierto la puerta porque se ha dejado las llaves dentro de la taquilla.
-¿Y por qué mientes Beth?
-¡No te he mentido!
-Sobre tus llaves, ¡sí!
-Papá, es una tontería—digo levantándome de la mesa—Pretendes que todo vaya bien cuando no pones ni un poco de confianza en mí.

Quitando mi plato de la mesa y depositándolo en el fregadero, siento cómo hay alguien por detrás de mí, es Sindy. Con esa sonrisa que consigue ponerme nerviosa. Ella camina hacia a mí y me hace un gesto para que me siente en un taburete de color gris que hay al lado de una pequeña mesa en la cocina. Asiento y me siento, no puedo hacer menos después de me ha cubierto.

-Dale tiempo, Beth. —dice Sindy colocando los platos.
-No es nada fácil, Sindy—digo sincera—Él cree que puede estar pendiente de mí cada dos pasos y no es así, no tengo diez años—reprocho.
-Ya—dice ella—pero entiende que hace mucho que no sentía que le pertenecieses y ahora, siente que tiene todo el poder.
-No manda en mí, o sea sí, porque vivo en su techo, pero no tiene derecho a estar vigilándome. —digo ahora algo enfadada.
-Tampoco puedes pretender que confíe en ti cuando le mientes cada dos por tres, Beth.
-Sobre eso, ¡gracias! —digo mostrándole una sonrisa.
-¿Sabes? Nunca te había visto sonreír. —dice ella sincera.
-Lo siento, supongo. No es fácil que te arrebaten tu vida, y que intenten manejártela. —digo sincerándome con ella—Yo no quiero estar aquí, yo quiero irme a Londres, con mi madre y mis amigos.
-Te acabarás acostumbrando, ¡venga! Sube a tu cuarto, mañana toca madrugar.
-¡Hasta mañana, Sindy!
-Por cierto, tienes el uniforme limpio en el armario de la habitación de Edward, en el tuyo no cogía con tanta ropa. —Dice dándome un cálido beso en la mejilla— Intentaré que esto sea más ameno para ti, Beth. Puedes contar conmigo, siempre. ¡Hasta mañana, guapa! —dice mostrándome una vez más una tierna sonrisa que hace que me ponga nerviosa.


Salgo de la cocina pensando en todo lo que acaba de pasar, y no asimilo nada. Se supone que yo debería adorar a mi padre y odiar a su mujer porque en todas las películas es la mala, pero aquí es al revés, a veces siento que vivo en un mundo paralelo a la realidad. Yo debería ser la empollona, y enamorarme de un malote y vivir un amor imposible, Sindy debería ser la mala y mi padre el buenazo, y Alice tiene el papel que tiene que tener la hermanastra toca pelotas, algo así como cenicienta. A veces, siento que mi vida se desmorona por segundos.

[…]

Me siento en la cama, y saco el móvil del cajón de las bragas. Entro en WhatsApp y veo que tengo un montón de mensajes nuevo de números que no tengo guardados. Mi corazón coge unas doscientas revoluciones por segundo, y después pienso y caigo en que son los chicos. Río aliviada, y comienzo a guardar números. Cuando estoy a punto de bloquear el móvil para irme a dormir, ya que mi día además de largo ha sido raro, una ventana de abre. Es Chaz.

-¿Cómo va esa resaca?
-Jodidamente, la verdad.
-¿Te acuerdas de todo no?
-Sí, Chaz.
Y pongo un emoticono con la lengua hacia afuera.
-Entonces, supongo que no hace falta que te lo recuerde.
-No, Chaz, no.
Digo poniendo una calara con los mofletes sonrojados. Y ante mi emoticono el pone una con las manos en la boca en forma de sorpresa. Río ante la conversación y suspiro. Uno más que te quiere para un quiqui, y si te he visto no me acuerdo.
-Bueno, mañana nos vemos.
-Sí, Chaz.
-¿Sabes decir otra cosa?
-Idiota.
-¡Hasta mañana, guapa!
-¡Hasta mañana, Chaz!

Y bloqueo el móvil. Le guardo en su sitio, y me arropo hasta arriba. Poco después, caigo dormida en un plácido sueño.

 ****

¡Hooooola! Cómo os prometí estoy aquí después de solos dos días, jjj. Nada, que gracias por leer y por tener tantísima paciencia conmigo, espero que os haya gustado el capitulo y poco a poco la cosa se empezará a poner interesante. No os vais a aburrir con la novela, eso os lo prometo.

También quería hacer un aclaración, me han llegado comentarios diciendo que mi novela es una plagio de '@ohdarlingbiebs' y no es un plagio para nada. Yo la idea la tenía desde hace mucho, y no me hace falta plagiar a nadie. Y bueno, eso. El martes o el miércoles subiré otro capitulo o al menos lo intentaré, porque entre semana ando mucho más liada que los fin de semana.

¡Os quiero!

Da RT al enlace -> aquí si quieres que te avise para el próximo capitulo.
¡Darme vuestra opinión abajo o en twitter @biebsdrauhl__ !¡Gracias!
Y por favor, recomendar mi novela a la gente que le guste leer fanfic que conozcáis.




domingo, 26 de enero de 2014

Cuatro.



· Capitulo 4.

| Narra Justin |

El despertador suena. El viento mueve los árboles de una forma brutal, y abajo ya se escucha a mis hermanos pelearse por quien entrará primero al baño. Un día más que añadir al calendario.
Doy un pequeño salto de la cama, y camino hasta el cuarto de baño. Abro el grifo del agua caliente, y juntando mis manos dejo que caiga creando una pequeña piscina, y la estampo contra mi cara, y así dos veces. Me desprendo de la camiseta del pijama, y me quedo observando mi reflejo en el espejo.
Me quedo pensativo, y muevo mi cabeza de un lado hacia otro, ‘es normal que nadie te quiera con ese cuerpo’ ‘¿te has visto bien?’ ‘Tus gafas son cómo las que llevaban los abuelos en su época y eran modernas’ y más pensamientos así ruedan por mi cabeza. Un vez más ya están esas malditas voces inquietando cada uno de mis pensamientos.
Cojo la pasta de diente y la esparzo por el cepillo, y acto seguido cepillo mis dientes. El uniforme está colgado en la percha del baño. Pantalón azul marino, camisa blanca, jersey azul, la corbata y esos zapatos negros de punta horribles. Sonrio al espejo, y mis dientes están mucho mejor que hace dos años cuando me puse el aparato, ya queda poco para terminar esta tortura y recibir todo tipo de insultos por llevarle.

[…]

-¿Qué tal has dormido hoy? —pregunta mi madre desde la otra punta de la cocina—No tienes buena cara, cielo—insiste ella.
-Sí, mamá —intento sonar lo más creíble posible—Ya te dije que hace tiempo que duermo del tirón—insisto y sonrío falsamente.
-No sé, cielo —dice dudosa ante mis palabras—Últimamente estás demasiado raro, y a penas vuelves a salir de casa. —Suspira— Ya sabes que yo soy tú amiga.
-¡Normal! —Dice mi hermano Jaxon desde la otra punta de la mesa— Es un empollón mamá, ¿quién va a querer salir con un empollón? — escupe mi hermano pequeño.

Mi hermano Jaxon es todo lo contrario a mí. Le saco tres años. Es rubio, con los ojos marrones claros tirando a una mezcla entre marrón y verde. El no lleva gafas, ni lleva tampoco aparato. Es de los populares del instituto. Es el capitán del equipo de rugby, y todas las chicas están locas por él. Lo más duro es cuando nos cruzamos por los pasillos, y todo empiezan a decirle ‘Jaxon, tu hermano es un pringadillo, yo creo que es adoptado’ y mi hermano les ríe la gracia seguido de un ‘es la vergüenza de la familia’.
Su cuerpo está mucho más desarrollado que el mío, él va a gimnasio desde hace unos meses y ya empieza a tener forma.

-¿Qué has dicho? —dice mi madre en un tono brusco.
-Nada mamá —dice Jazzy para que no se monte la misma pelea de todos los días —Jaxon es estúpido y se tiene la popularidad demasiado subida a la cabeza, tanto que cuando camina por los pasillos parece no conocer a sus hermanos. —reprocha mi hermana.
-¿Es eso cierto? —dice mamá.
-Sí —dice Jazzy.
- Jaxon —dice ahora dirigiéndose a él — Son tus hermanos dentro y fuera del colegio ¿lo entiendes?
-¡Mamá! —Digo llamando su atención —Es igual.
-Arriba los tres, vais a llegar tarde— dice mamá dejando pasar el tema —Y portaros bien en clase. Jazzy, ¡mucha suerte con tu examen de química! —dice regalándole un beso en la mejilla —Tu Jaxon deja de ser tan canalla con tu familia, porque algún día les necesitarás y te mandarán a paseo —dice dándole una palmada en la espalda —Y tu cariño, no pienses en cosas malas e intenta relacionarte más— dice mamá algo asustada.

Mi hermana Jazzy, sin embargo, es de las que pasa desapercibidas entre la gente del instituto. Saca unas notas normales, y sus amigas son de lo más normal que hay ahí.
Es noble y humilde, y siempre que me ve me saluda con un beso en la mejilla. Creo que ella es la única amiga de verdad que tengo, con solo mirarme a la cara sabe si me pasa algo, y con una mirada nos entendemos. Y realmente, ella es la que me anima a seguir siendo cómo soy porque dice a pesar de que la gente me vea un bicho raro, soy alguien casual alguien diferente, y que las mejores personas son así.


[…]

Subo al autobús, y sufro la tortura de cada mañana. Recibo insultos de todo el mundo, mi hermana da dos palmadas en el asiento libre que hay justo a su lado, y quiere decirme que me siente a su lado. Camino por el pasillo hasta llegar al asiento, y por fin me siento. Saco el móvil del bolsillo, y conecto los auriculares. ¡Bendita música!

Mi vida no es nada fácil, llevo sufriendo acoso desde que tengo seis años. Mi hermano pequeño se avergüenza de mí, no tengo padre, y mi madre trabaja demasiado duro en casa para sacarnos hacia adelante. Siempre he sido el bicho raro, y a veces escucho voces en mi cabeza que hacen que odie todo de mí, hacen que quiera escapar de la realidad, y la música a veces me ayuda, pero otra me hunde más y tengo que recurrir al jodido tema. El querer morirme. Creo que he perdido la cuenta de todas las veces que he intentado suicidarme, todas las veces que he visto cómo la sangre de mis venas caía por mi mano hasta esparcirse por el suelo, y ahí se mezclaba con mis lágrimas.

Y no solo es eso, el segundo año de instituto me enamoré de una chica. Ella se llama Sam Watson, ahora es amiga de los populares del instituto, amiga de las animadoras, y no es la misma que hace cinco años. Nuestra relación terminó poco tiempo después de que ella empezara en el equipo de animadoras. Se burlaba de mí como todos los demás, y me humillaba delante de todo el instituto. El amor es una mierda, desde entonces no me he vuelto a enamorar, deje de creer en el amor desde aquel día.
[…]

El timbre ha sonado, y el Señor Stefan ya ha entrado por la puerta para dar comienzo la clase de historia. La gente saca los cuadernos de sus mochilas, y empieza a tomar apuntes. Mis pensamientos están en otra cosa, y no puedo sacarme de le cabeza las palabras de mi hermano, asiento ante todo lo que dice el profesor Stefan, y hago cómo si estuviera escuchando lo que dice, realmente ahora lo que pasó hace muchos años me da igual. Sólo quiero salir corriendo, y encerrarme en mi cuarto bajo las sábanas y así olvidarme por un momento del monstruo que soy.

| Narra Beth |

El segundo día de clase, y ya llego tarde. Tiro la colilla en la puerta principal, y entro en el edificio. Los pasillos están vacíos y silenciosos. Abro la taquilla, y guardo ahí mi pequeño bolso, guardo el móvil en el bolsillo y cojo los libros de historia, minutos después de comprobar de nuevo el horario de hoy. Camino lo más rápido posible, y me paro frente a la puerta de mi aula. ¡Genial! La clase ya ha empezado, y el profesor parece estar bastante centrado en el tema de la primera guerra mundial, y los primeros dictadores a nivel mundial.

Toco a la puerta, y suspiro ahogada, mientras rezo en bajo para que me deje entrar a pesar de mi retraso de diez minutos.

-¿Si? —dice el señor Stefan. —¿Quién es?
Suspiro antes de abrir la puerta.
-¿Se puede? —digo agachando mi cabeza algo avergonzada.
-Usted debe ser la señorita Nelson —dice mirándome por encima de sus gafas —¿Qué pasa? —Dice con una risa irónica —¿En su casa no hay reloj? —vacila ahora.
-No —digo desafiante —Se nos quedaron sin pila justo anoche, señor Stefan —río victoriosa —Lo siento, no volverá a pasar. —Digo mientras camino hacia mi pupitre al lado del más empollón de la clase.
-¡Está bien! —dice colocándose su gafas y girándose hacia la pizarra —Sigamos con la clase.

Saco mi cuaderno para tomar apuntes, y miro a Justin que se encuentra en otro mundo, quizás está en empollolandia, o en nerdlandia. Río mientras observo cómo pone cara de empanado haciendo que escucha todo lo que el profesor Stefan está diciendo, y mientras tomo nota de cada de detalle que va dando.

La manga de Justin se baja, y veo cómo una pequeña línea medio recta atraviesa su muñeca de un lado hacia otro. Un pequeño pinchazo siento en mi estómago, y se forma un nudo en mi garganta. ¿Eso es una raja? Abro la boca en señal de asombro, y sigo observando, no hay solo una, hay unas pocas.

-¡Friqui! —digo dándole un pequeño golpe en la mano.
-¿Qué? —contesta seco y borde.
-¡Vaya humor! —río— ¿Qué pasa no se te ha dado bien estudiar la lección diaria? —bromeo.
-¡Déjame en paz! —dice ahora él intentando no subir el tono. —Tú a lo tuyo, y yo a lo mío.
-¡Háblame bien, empollón! —digo mirándole de forma desafiante a los ojos —¿o quieres que todo el instituto se entere de que autolesionas? —digo ahora de una forma más cruel.
-¿Qué dices? —su voz se vuelve más apagada y su cuello se tensa —¿De dónde has sacado eso?
-Intenta taparte las rajas mejor —digo señalando su brazo izquierdo— Cualquier podría haberlo visto.
-¡No serás capaz!
-No me tientes Bieber, no me tientes.

[…]


El timbre ha sonado señalando el fin de clases. Recojo la carpeta con todos los apuntes de la clase de química, y camino hasta mi taquilla. No hay rastro de ninguno de los chicos, y tampoco de las chicas, ¿dónde coño se han metido? Meto la carpeta en la taquilla, y cojo el bolso que esta mañana había dejado ahí. Cierro la taquilla y camino hasta la salida.

Miro hacia un lado, y hacia otro y no hay señal de ninguno de los chicos. Toda la gente está en la puerta esperando al autobús, o esperando a que sus padres vengan a buscarlos. Un chico, de la clase de Jade pasa por mi lado, relatando algo entre dientes con un amigo. Suspiro, y me empiezo a agobiar.

Siento cómo unas manos se posan en mis ojos, y no tengo ni idea de quién podrá ser. Nerviosa, empiezo a tocar las manos intentando saber quién es por el tacto de la piel, pero misión fallida. Estoy a punto de darme por vencida, y siento cómo acomoda sus labios en mi cuello dejando ahí un tierno beso mojado. Suspiro. Es Chaz. Me siento aliviada al saber que he encontrado a alguien, y nerviosa porque no sé qué cojones hace Chaz con su puñetera vida, pero sonrío.

Chaz quita las manos de mis ojos, y me doy la vuelta quedándome justo enfrente de él. Sonríe, y me da un tierno beso en la mejilla. ¿A qué está jugando? Rio y le devuelvo el beso en la mejilla. El silencio se apodera de la situación, y el agobio vuelve a mí. Estoy sentada en un escalón, y alguien empuja mi mochila haciéndola caer.

-¿No ves por dónde pisas? —digo en un tono brusco y levantándome del escalón. Chaz se queda de piedra.
Me giro y veo a un niño rubio, de unos quince años de edad, mirándome de arriba abajo cómo si fuera una escultura.
-Te he hecho una pregunta—contesto en un tono más brusco aun.
-Lo siento—dice él—Tampoco hace falta que te pongas así, novata. —ríe para hacerse el chulo delante de sus amigos.
Ahora Chaz se pone también de pie, y se queda justo a mi lado, el va a hablar pero le haga un gesto para que mantenga su puñetera boca cerrada. No hace falta que me defienda nadie.
-¿A ti no te han enseñado que a las personas mayores que tú hay que respetarlas? —contesto divertida.
-Si—dice él—Pero no a las que llegan nuevas al instituto. —dice el creyéndose victorioso. —Pero bueno, estás demasiado buena cómo para seguir vacilándote, seguramente que algún día te arrepientas de haberte puesto chula, y estés a mis pies rogándome un polvo.
Comienzo a reír a carcajadas de forma irónica.
-Vamos a ver, pequeño—digo colocándome delante de él y nos separan unos milímetros—Yo llevo a rajatabla eso de pequeñines no—río—y créeme que si me desnudo delante de ti, si haberme quitado la camiseta ya te has corrido—digo acercándome aún más él—ni en tus mejores sueños, me acostaría contigo, mocoso.
-¿Estas segura? —Dice volviendo a la distancia principal—Soy Jaxon Bieber, todas terminan cayendo.
-Tan segura cómo que me llamo Beth Nelson, cielo. —carcajeo—Yo que tu tenia cuidado con eso—digo señalando a su pene—No vaya a ser que saques un ojo a alguien.

Todos sus amigos comienzan a reír, y el pequeño de los Bieber sale corriendo dirección al autobús. Me siento de nuevo en el escalón en el que estaba sentada antes de que llegase el estúpido hermano de Bieber, y saco un cigarrillo rubio de mi bolso.

-Das miedo—dice Chaz sentándose a mi lado.
-¿Quién cojones era ese? —digo dándole una calada a mi cigarro.
-Jaxon Bieber, el capitán del equipo de rugby de los alevines. —dice cogiendo aire—El hermano de Jazmin Bieber la chica más lista de su curso, y hermano de Justin Bieber, el friqui del instituto—ríe.
-¡Vaya familia! —Río—¿Dónde están los demás? —digo cambiando de tema.
-Castigados—dice Chaz.
-¿Y tú?
-Yo estoy en el A, y los demás en el B.
-¡Es verdad! —Digo dándole otra calada más al cigarro—¡Estúpida! —río.
-Si vuelves a hacer eso, no respondo de mis actos—dice Chaz desafiándome.

Rio ante su comentario, y vuelvo a hacerlo. Los chicos saldrán a las tres y media, y solo son las tres. Me suenan las tripas, y la situación con Chaz cada vez es más difícil de sobrellevar.

Chaz da un golpe en mi brazo, y giro mi cabeza quedándome justo enfrente de él, acorta la poca distancia que había, y deja un beso casto en mis labios. Sonrio en su boca, y le devuelvo el beso. No sé que estoy haciendo, solo sé que me siento a gusto, que me siento cómoda con él. También estoy hecha a la idea, de que solo quiere un polvo conmigo y si te he visto no me acuerdo, pero realmente yo tampoco estoy buscando nada más. Solo algo que me quite el aburrimiento nocturno los fines de semana, y que me haga las semanas más amenas.

El abre sus piernas, y hace un gesto para que me siente en el escalón de abajo. Asiento, y bajo un escalón quedando entre sus piernas. El aparta el pelo de mi cuello, y comienza a dejar ahí besos mojados. Mi piel se eriza ante el tacto caliente de sus labios en mi piel fría.
Hace girar mi cara, para quedarme justo en frente de él, y besa mis labios de una forma tierna. Pide paso para hacerse el dueño de mi boca, y asiento. Una vez más mis pensamientos se confunden, y no sé que cojones estoy haciendo. Aparto mi cara, dejándole ‘a medias’.

-Me tengo que ir Chaz, es tarde.
-Pero…
-Ayer casi me pillan, no quiero que me castiguen. Créeme que si me tiro una semana en casa terminaré volviéndome loca. —digo dejando un beso casto en sus labios.
-¡Hasta mañana!

Bajo las escaleras, y salgo del recinto del instituto poniendo camino a casa. Saco el móvil del bolsillo, y mando un mensaje a Jade.

‘Lo siento, me he tenido que venir a casa. Mañana nos vemos, o esta tarde escríbeme y salimos un rato.’

Sacos los auriculares del bolsillo, y los enchufo al iPhone. Está sonando ‘towers’ de Little mix. Hace un viento horrible, y un frio infumable.

[…]

Después de media hora he conseguido llegar a casa. Se escuchan los gritos de mi padre preguntando dónde cojones estoy y porque no he venido a comer. Mi hermano le contesta aún más alto, y la situación está realmente desbordada. Saco el móvil del bolsillo, y apago el reproductor de música. Desconecto los auriculares, y saco las llaves de casa.

La puerta hace un ruido espantoso, y parece que ha pasado un ángel. Todo el mundo se calla. Suelto el bolso en las escaleras, y camino hasta el comedor dónde están todos sentados en la mesa esperando a que yo llegue. Sindy me mira con cara de pocos amigos, al igual que todos los demás. Les dedico una sonrisa irónica, y no escupo palabra. Me siento en la mesa, y espero a que alguien empiece a hablar antes de que se forme en mi casa la tercera guerra mundial.

-¿De dónde vienes? —escupe mi padre en tono furiosos.
No contesto.
-Te he hecho una pregunta, Beth—dice subiendo un poco más el tono de voz.
Y sigo sin contestar.
-Beth—dice esta vez Sindy—¿por qué has llegado tan tarde? —dice ella es su tono de voz. Suave y dulce, como si estuviera susurrando.
-De clase. —digo seca.
-¿A estas horas? —dice mi padre—Tú hermano ha llegado hace una hora.
-Eso es mentira—escupo yo—se tarda media hora en llegar hasta aquí caminando, y solo son las tres y media.
-No contestes.
-Si me preguntas, tendré que contestarte ¿no? —vacilo.
-Estoy harto Beth—dice en tono de desesperación. —Harto de que hagas lo que te da la gana cuando te da la gana. Aquí hay unas normas.
-Soy mayor de edad ¿recuerdas? —le escupo yo sabiendo que eso no le va a sentar bien—Estoy aquí porque mi madre me dejó aparcada hace tres meses y no tengo otro puñetero sitio dónde ir. —digo ahora gritando. —No me gustas Liam, no me caes bien. Que en un papel ponga que seas mi padre, no significa que realmente lo seas.
-¡Cállate estúpida! —dice mi hermano levantándose de la mesa.
-Yo no soy Ed, ni mucho menos Alice—digo mirando a mi padre de forma desafiante—Hay muchas cosas que tengo guardadas durante años, Liam. Cosas que aunque me expliques no se me olvidarán—digo llevando un trozo de pan a la boca—Cosas que nunca entenderé. —digo ahora levantándome de la mesa.
-Estas bajo mi tutela. —dice él.
-¡NO! —grito—Tengo autoridad sobre mi misma. Cómo si mañana quiero coger esa puerta e irme de aquí.
-Tienes solos dieciocho años, Beth.
-¿Y? —digo vacilándole de nuevo—No has hecho que te tenga un respeto desde hace muchos años, ¿por qué tendría que respetarte ahora? —escupo enfadada.

No contesta. Llevo el plato a la cocina, y subo las escaleras hasta mi habitación. Me deshago del horrible uniforme, y me pongo cómoda. Me tumbo en la cama, y vuelvo a conectar los auriculares y la lista de reproducción.

[…]

La seis de la tarde y sigo sin hacer nada productivo. La puerta de mi habitación no ha dejado de sonar desde que me he metido aquí. He escuchado cómo mi hermano Ed, discutía con mi padre, y Sindy apoyaba al pequeño pelirrojo. Mi vida es un caos desde que llegué a Ohio, lo más jodido es que aquí sigo siendo menor de edad, y en parte él manda sobre mí. ¡Quiero irme de aquí!

Saco el teléfono de debajo de la almohada, y tengo dos mensajes. Jade, y Chaz. Ninguno de mamá. ¿Dónde estará mi madre? Y no entiendo porque no da señales de vida, no entiendo porque solo llama una vez al mes. No entiendo nada, y estoy empezando a volverme totalmente loca.

‘¿Nos vemos esta tarde?’
‘Estoy castigada de por vida, Chaz’
‘¿Y eso?’
‘Mi padre, es estúpido’
‘Escápate’
‘Y volveré a tener la movida de todos los días. Paso’
‘Jo.’
‘Nos vemos mañana’
‘¡Hasta mañana!’

Entro en la lista de contactos, y busco el número de mi madre. El número está en la pantalla, y sigo indecisa. No sé si llamarla o no, quizás me salga con sus ‘estoy demasiado ocupada Beth ahora no puedo hablar’ o ‘el teléfono que llama no se encuentra disponible en estos momentos’. Cabreada bloqueo el móvil, y me tiro de nuevo en la cama.

Siento cómo algo cae por mi mejilla, y de un momento a otro me encuentro tirada en la cama llorando. No aguanto más esta situación, y no entiendo porque tengo que vivir con alguien a quién odio, alguien que me dejó tirada cuando era una cría para venirse aquí a formar otra familia. ¿No tenía bastante con nosotros?¿Que cojones hicimos mal?

Cojo la chaqueta y bajo las escaleras. Pego un portazo a la puerta para que sepan que me he ido de casa, y escucho cómo mi padre sale detrás de mí pegándome voces y repitiendo siempre la misma frase ‘Beth Nelson, estás castigada, ¿dónde vas?’. Ignoro sus palabras y sigo caminando, subo el volumen de la música, e intento perderme en lo único que siempre termina haciéndome sentir bien, la música.


Llevo una hora caminando sin rumbo. Estoy en una plaza, y el frío se va apoderando de la noche oscura en Ohio. Son las siete y media de la tarde, y ya el cielo está totalmente cerrado. Siento cómo todos los ojos se posan en mí. Camino rápido cuando de repente choco contra algo o alguien. La vista empieza a nublarse, y me tiemblan de nuevo las piernas. ¿Qué cojones me está pasando?

****
¡Hola! Hini está aqui de vuelta, jj. Espero que os haya gustado el capitulo, y por favor, aunque suene a pesada, dejadme un comentario por twitter o algo, porque no sé si os va gustando, aunque sea un 'está bien' o algo así. Bueno, intentaré subir el jueves. 

Si has leido el capitulo cuatro y quieres que te avise del cinco da RT o FAV aquí -> here. 

domingo, 12 de enero de 2014

Capitulo tres.




· Capitulo 3.

| Narra Beth |

El pasillo del instituto se me hace inmensamente largo. Esquivo a algún que otro alumno de la ESO, y llego hasta mi taquilla. Dejo los libros allí, y cierro de un portazo sacando mi pequeña mochila de cuerdas. El móvil, los auriculares, el tabaco, mechero, llaves de casa y mi monedero.
Después sigo caminando hasta la puerta principal donde están Jade, y los demás. No conozco a nadie, y las manos me empiezan a sudar.

-¡Beth! —grita Jade.
-¿Qué pasa? —carcajeo y camino hasta ella.
-¿Qué tal el primer día de clase? —dice mientras saca una cigarrillo rubio de la cajetilla y lo prende con el mechero.
-¡Fatal! Me he sentido un bicho raro—digo mientras hago lo mismo que  acaba de hacer Jade hace dos segundos.
-Nos vamos a las cervezas, ¿te vienes?
-Espera un momento.

Camino entre la gente buscando a mi hermano pequeño, y al final consigo verle al fondo del todo con un grupo de chicos y chicas. Decidida, le agarro el brazo y le saco del corro en el que está.

-¡Me has hecho daño! —dice quejándose.
Esto provoca una sonrisa en mi boca, y una enorme carcajada.
-¿De qué te ríes? —dice haciéndose el indignado. —Bueno, mejor dicho ¿qué quieres Beth? —dice ahora riendo el también contagiado con mi risa.
-Me voy de cervezas con mis amigos, Ed. —digo dándole cinco euros—Si te pregunta por mí papá, tu no me has visto ¿vale?
-Está bien—dice guardándose el dinero.
-¡Gracias canijo!

Y removiéndole el pelo de un lado a otro vuelvo hasta donde están mis amigos. Jade me mira alegre, y yo me limito a sonreír.

-¡Chicos! —dice Jade gritando.
-¿Qué quieres pesada? —dice un castaño de ojos claros.
-Os quiero presentar a una amiga—dice Jade tirando de mi hacia adelante.
-¿Una de tus amigas especiales? —dice ahora un moreno con ojos oscuros.
-¡Cállate, estúpido! —grita Jade.
-¡Chicas! —grita ahora un moreno de ojos negros.
-¡Ya vamos! —dicen las cuatro al unísono.

Las chicas se acercan hasta donde estamos nosotros. Empiezo a sentirme un poco pérdida en lo que están hablando, y no entiendo nada de ‘amigas especiales’, ¿a qué están jugando?¿por qué Jade se ha puesto tan nerviosa? Estoy pérdida, ¿dónde cojones me he metido?
Jade se pone a mi lado, y las chicas forman un círculo junto con los chicos. Sonrío nerviosa. Y las típicas preguntas llenan mi cabeza, no sé si les caeré bien, no sé si les agradará que yo me haya acoplado de tal manera. Las manos me sudan, y las piernas me tiemblan, incluso estoy empezando a ver algo borroso, ¡tierra trágame!

-Ella es Beth, Beth Nelson—dice Jade a los demás—Llegó aquí hace tres meses, y un día por casualidad me encontré con ella—ríe.
-¡Encantada! —Dice una rubia de ojos oscuros—Mi nombre es Lucie.
-Yo soy Sam—dice ahora una morena con los ojos enormes y grises y una amplia sonrisa llena de alambres.
-Yo Bella, y ella de allí Clarie—dice la castaña con mechas de colores y ojos verdes haciendo referencia a la morena de ojos negros.
-Y estos son Ryan, Chaz, y Peter—dice un rubio de ojos castaños claros—Y yo soy Bart.
-Y yo Bryan dice el castaño de ojos grises.

Sonrio y me acerco a ellos para darles dos besos. El último de ellos me ha llamado la atención, no es cómo los demás. El bajito y no es el típico tío que te fijarías en una discoteca, ya que no tiene músculos y es un tío de los más normal.

[…]

Son las siete y media de la tarde. Sigo aquí en un bar de la calle principal de Ohio bebiendo cerveza, mi móvil no deja de sonar y es el estúpido de mi padre, es lo más pesado y agobiante del mundo. ¿Nunca os ha pasado que cuando os habla una persona os sentís agobiados al momento? A mí me pasa día a día desde que llegué a Ohio, y siempre es la misma persona, mi padre. Me sigue en cada paso que doy intentando recuperar el tiempo que perdió conmigo cuando se fue de casa dejándonos solos. Se cree que tiene todo el derecho del mundo a estar encima de mí porque en un simple papel ponga que es mi padre y mi responsable. Tengo dieciocho años, y no tengo porque dar explicaciones a nadie, solo le pido que me deje vivir día tras día, pero a él no le importa.

Salimos del bar. Hace un frío de la hostia debido a que el otoño ya está encima nuestra. La gente camina con una chaqueta fina, pero que abrigue, y llevan algo caliente en sus manos. Ya es casi de noche, y el alcohol anda por el cuerpo de todos, incluso diría que estamos bastante afectados, hemos perdido la cuenta de los bares que hemos recorrido y también la cuenta de las cervezas que nos hemos podido beber. Río irónicamente pensando en la que me va a caer cuando llegue a casa, y la de tonterías que tendré que escuchar, por eso mismo no quiero irme a casa y me pasaría de bar en bar hasta la una de la madrugada que todos se hayan ido a dormir.


Los chicos ponen camino a casa y se van separando al final, solo quedamos, Jade, Peter, Bryan, Chaz y yo. El cuerpo me pesa, y la cabeza me va a explotar, no puedo dejar de reírme. El alcohol sigue en mi cuerpo, y sus efectos son claves.

-¡Hasta mañana! —dicen Jade, Peter y Bryan al unísono.
Me despido de ellos con un beso en la mejilla, y un hasta mañana y la sonrisa más sincera. Realmente, pensé que todo esto iba a ser peor, que iba a ser cómo siempre, que no encajaría por ser el bicho raro con pinta de malota que saca buenas notas, pero no, ellos son distintos a los demás.
-¡Hasta mañana, capullos! —dice Chaz.

El silencio se apodera del camino, Chaz no articula palabra y yo mucho menos. Realmente, la vergüenza corre por mi espina dorsal y mis mofletes cogen un color cálido, algo parecido al rojo. No sé si será el frío, o la vergüenza que me da caminar al lado de un tío que acabo de conocer.

-¿En qué piensas? —dice Chaz dándole una calada a su cigarrillo rubio. Está realmente sexy, y es realmente guapo.
Muerdo mi mejilla por dentro, y sonrío.
-En nada—río—o eso creo—digo haciendo el mismo gesto extraño que él.
-¿No sabes en qué piensas? —dice haciendo una mueca bastante graciosa.
-En realidad sí—digo escondiendo mi cara entre mis manos—pero no creo que quieras saberlo—digo en un tono divertido.
¿Qué cojones está diciendo Beth? El alcohol está hablando por ti, y seguro que mañana no querrás recordar todo esto.
-Quizás piensas lo mismo que yo—dice él parándose en seco.
-Pues no sé—digo parándome yo también—de momento no leo mentes ni nada por el estilo, y tampoco tengo telepatía—vacilo.
-Deberías aprender, sería realmente curioso—vacila el por encima de mí.
-No creo que fuese bueno, la verdad.
-Yo creo que sí—dice acercándose más a mí y rompiendo la poca distancia que había entre nosotros—ahora mismo sabrías lo que estoy pensando.
-No hace falta tener telepatía para saber lo que piensas, Somers—digo en un tono burlón—tu ojos y tu miembro hablan por sí solos—carcajeo.
-¿Y que pienso? —dice desafiante.
-Ahora mismo estás pensando en las maravillas que podrías hacerme si tuvieses una cama, pero como no la tienes en ponerme a cuatro patas detrás de ese arbusto y hacerme gritar tu nombre cómo una loca, mientras me besas apasionadamente—comienzo a reír—¡Qué pena que no vaya a pasar! —vacilo de nuevo.
-¡Chica lista!
-Lista, pero no fácil.

Doy la conversación por terminada y sigo caminando. Siento cómo sus dos ojos oscuros se clavan en mi trasero mientras camino, suelto una sonrisa tímida y a la vez mi corazón va a unas tres mil pulsaciones por segundo. Es la primera que un tío se interesa por mí después de saber que soy una empollona con una fachada de tía mala.

-¿No me esperas?
-Date prisa, Somers—digo mientras hago un gesto con mi mano—pero ten cuidado al venir, no vaya ser que te resbales con la baba que vas soltando—río de nuevo.

[…]

El camino a casa se está haciendo eterno. Chaz va caminando por detrás de mí y diciéndome cosas que realmente prefiero no escuchar. Mi móvil suena de nuevo, y es mi padre. Miro el reloj, y son las ocho y media de la tarde, cómo ha pasado el tiempo. Me paro en seco, y cuando le voy a coger siento cómo unas manos se acoplan en mi cintura, encajando de manera perfecta como si estuviésemos hablando de un puzle de dos mil piezas distintas. Sonrio al sentir su cálido aliento en mi nuca, y cierro los ojos sintiéndome especial por un momento, aunque todo esto se a causa del maldito alcohol.


Me giro y me quedo mirándole fijamente, él sonríe y recoge un mechón del flequillo que se ha escapado de la coleta poniéndolo detrás de mí oreja. Ante el tacto de su piel caliente, mi piel se eriza y siento un cosquilleo recorrer mi cuerpo, estoy caliente. Más caliente que el mango de un cazo ahora mismo. Acopla sus manos en mis mejillas, y poco a poco se va acercando a mí rompiendo los límites de distancia que yo misma había marcado, pero que me ha sido inútil. Y presiona sus gruesos labios de color rosado junto a los míos, un beso casto. Se separa de mí y sonríe, yo hago lo mismo.

-Mi móvil está sonando—digo intentando escapar de la situación.
-También sonaba antes y no has quitado—dice astuto.
-Me has pillado—río.

Se queda clisado en mis ojos, y yo río ante la cara de idiota que está poniendo, y vuelve a repetir el mismo proceso. El lucha contra mi boca, para poder juguetear con su lengua y la mía, pero no se lo pongo nada fácil, ríe en mi boca y yo en la suya, y aprovecha ese momento para introducir su lengua en mi boca. Nuestras lenguas juguetean, y así un minuto y medio. Se separa de mí para coger aire, pero me coge desprevenida y vuelve a hacer lo mismo.

[…]

-¡Hasta mañana, Beth! —dice mientras se despide de mí y poco después deja un beso mojado en mi cuello.
-¡Hasta mañana, Chaz! —digo dándole con la mano.

Busco en mi bolso las llaves de casa, y no las encuentro. ¡Genial, Beth! Ahora tendrás que llamar al timbre, o escalar por la pared como tal koala para poder entrar sin que te pille tu padre. Y esto me pasa por dejarme las llaves dentro de la taquilla.

Camino con cuidado, intentar hace el mínimo ruido posible para entrar por la ventana de atrás. Hay unos palés de madera colocados uno encima de otro, y con cuidado los cojo para montar una escalera. Coloco uno sobre otro, y cuando miro la altura que hay rezo para no caerme y matarme, y lo consigo. ¡Estoy dentro!

Asomo la cabeza por la ventana, e intento tirar los palés hacia abajo intentando no hacer ruido, pero misión fallida, unos chocan contra otros y casi hago una onda expansiva, de todos modos, no podría ir todo tan bien.

Suelto el bolso encima de la cama, y cierro la ventana de la habitación. Escucho como mi padre discute con Sindy sobre mí. Ella le dice algo así como que me dé mi propio espacio que ya no soy una niña, y él le replica que para el siempre seré su pequeña y que podría haberme pasado cualquier cosa. ¡Genial! Ahora soy la que provoca las discusiones entre mi padre y mi supuesta madrasta. Te coronas Beth, te coronas.

Estoy a punto de deshacerme del uniforme que huele a cerveza que tira para atrás cuando vuelve a sonar mi móvil, es mi padre. Cojo el teléfono mientras pienso una buena excusa para decirle que estoy en casa desde las cinco y media.

-¿Si? —digo mientas intento hacerme la indignada porque mi padre me ha despertado de una enorme siesta.
-¿Dónde estás?­—dice algo aliviado.
-En mi cuarto, papá. ¿Dónde voy a estar a estas horas? —digo irónica y río con picardía.
-Pero…—dice pensando que decir—yo no te he visto entrar.
-Liam, tu a estas horas sueles estar siempre a llevar a Alice a sus clases de ballet—digo segura de mi misma.
-¡Lo siento! —dice sincero.
-No pasa nada—río—Ahora, ¿puedo colgar? Me siento estúpida hablando contigo por teléfono teniéndote a unos pasos—río.
-Sí.

Cuelgo y suelto el teléfono encima de la cama. Entro al cuarto de baño y me despojo por fin del asqueroso uniforme. Quedándome en bragas y sujetador salgo al cuarto a encender la radio, y por suerte suena let it be de los Beatles. Entro al cuarto de baño y enciendo el grifo del agua caliente, mientras quito los restos de maquillaje de mi cara.

[…]

Mi padre no está muy seguro de lo que le he contado hace una hora por teléfono, y sigue insistiendo en que yo a las cinco y media no estaba en casa. Realmente me está poniendo de los nervios, y se me están quitando las ganas de seguir cenando. La situación es más incómoda de lo que todos creéis, el pequeño diablo pelirrojo está sentada enfrente de mí clavándome sus ojos verdes a cada movimiento que hago con el tenedor, mi hermano Ed me mira desde la otra punta de la mesa con cara de pocos amigos porque sabe que estoy mintiendo, mi padre con cara desesperación no para de hacerme preguntas, y Sindy que sabe que he llegado hace un rato me pone su más sincera sonrisa. ¿Estoy fumada o algo? Sindy debería ser la mala de todo esto y es justo todo lo contrario.

-¿Y dónde están tus llaves? —dice mi padre moviendo la sopa de un lado a otro.
-Arriba, papá—digo seca.
-Es imposible que hayas llegado a las cinco y media y yo no te haya visto entrar, Beth—dice en un tono de desesperación. —Cuando yo he llevado a Alice a ballet eran las seis menos cuarto.
-Sería un poco más tarde, papá. —Digo pinchando un trozo de filete—¡Yo que sé! —digo elevando un poco la voz.
-Sindy—dice mi padre mirando a su mujer que sonríe—¿Tú estabas aquí cuando ha llegado? —dice mi padre seco y serio.
-Sí, Liam—sonríe ella—Ha llegado poco después de que tú y Alice salierais—le sonríe de nuevo—yo la he abierto la puerta porque se ha dejado las llaves dentro de la taquilla.
-¿Y por qué mientes Beth?
-¡No te he mentido!
-Sobre tus llaves, ¡sí!
-Papá, es una tontería—digo levantándome de la mesa—Pretendes que todo vaya bien cuando no pones ni un poco de confianza en mí.

Quitando mi plato de la mesa y depositándolo en el fregadero, siento cómo hay alguien por detrás de mí, es Sindy. Con esa sonrisa que consigue ponerme nerviosa. Ella camina hacia a mí y me hace un gesto para que me siente en un taburete de color gris que hay al lado de una pequeña mesa en la cocina. Asiento y me siento, no puedo hacer menos después de me ha cubierto.

-Dale tiempo, Beth. —dice Sindy colocando los platos.
-No es nada fácil, Sindy—digo sincera—Él cree que puede estar pendiente de mí cada dos pasos y no es así, no tengo diez años—reprocho.
-Ya—dice ella—pero entiende que hace mucho que no sentía que le pertenecieses y ahora, siente que tiene todo el poder.
-No manda en mí, o sea sí, porque vivo en su techo, pero no tiene derecho a estar vigilándome. —digo ahora algo enfadada.
-Tampoco puedes pretender que confíe en ti cuando le mientes cada dos por tres, Beth.
-Sobre eso, ¡gracias! —digo mostrándole una sonrisa.
-¿Sabes? Nunca te había visto sonreír. —dice ella sincera.
-Lo siento, supongo. No es fácil que te arrebaten tu vida, y que intenten manejártela. —digo sincerándome con ella—Yo no quiero estar aquí, yo quiero irme a Londres, con mi madre y mis amigos.
-Te acabarás acostumbrando, ¡venga! Sube a tu cuarto, mañana toca madrugar.
-¡Hasta mañana, Sindy!
-Por cierto, tienes el uniforme limpio en el armario de la habitación de Edward, en el tuyo no cogía con tanta ropa. —Dice dándome un cálido beso en la mejilla— Intentaré que esto sea más ameno para ti, Beth. Puedes contar conmigo, siempre. ¡Hasta mañana, guapa! —dice mostrándome una vez más una tierna sonrisa que hace que me ponga nerviosa.


Salgo de la cocina pensando en todo lo que acaba de pasar, y no asimilo nada. Se supone que yo debería adorar a mi padre y odiar a su mujer porque en todas las películas es la mala, pero aquí es al revés, a veces siento que vivo en un mundo paralelo a la realidad. Yo debería ser la empollona, y enamorarme de un malote y vivir un amor imposible, Sindy debería ser la mala y mi padre el buenazo, y Alice tiene el papel que tiene que tener la hermanastra toca pelotas, algo así como cenicienta. A veces, siento que mi vida se desmorona por segundos.

[…]

Me siento en la cama, y saco el móvil del cajón de las bragas. Entro en WhatsApp y veo que tengo un montón de mensajes nuevo de números que no tengo guardados. Mi corazón coge unas doscientas revoluciones por segundo, y después pienso y caigo en que son los chicos. Río aliviada, y comienzo a guardar números. Cuando estoy a punto de bloquear el móvil para irme a dormir, ya que mi día además de largo ha sido raro, una ventana de abre. Es Chaz.

-¿Cómo va esa resaca?
-Jodidamente, la verdad.
-¿Te acuerdas de todo no?
-Sí, Chaz.
Y pongo un emoticono con la lengua hacia afuera.
-Entonces, supongo que no hace falta que te lo recuerde.
-No, Chaz, no.
Digo poniendo una calara con los mofletes sonrojados. Y ante mi emoticono el pone una con las manos en la boca en forma de sorpresa. Río ante la conversación y suspiro. Uno más que te quiere para un quiqui, y si te he visto no me acuerdo.
-Bueno, mañana nos vemos.
-Sí, Chaz.
-¿Sabes decir otra cosa?
-Idiota.
-¡Hasta mañana, guapa!
-¡Hasta mañana, Chaz!

Y bloqueo el móvil. Le guardo en su sitio, y me arropo hasta arriba. Poco después, caigo dormida en un plácido sueño.

 ****

¡Hooooola! Cómo os prometí estoy aquí después de solos dos días, jjj. Nada, que gracias por leer y por tener tantísima paciencia conmigo, espero que os haya gustado el capitulo y poco a poco la cosa se empezará a poner interesante. No os vais a aburrir con la novela, eso os lo prometo.

También quería hacer un aclaración, me han llegado comentarios diciendo que mi novela es una plagio de '@ohdarlingbiebs' y no es un plagio para nada. Yo la idea la tenía desde hace mucho, y no me hace falta plagiar a nadie. Y bueno, eso. El martes o el miércoles subiré otro capitulo o al menos lo intentaré, porque entre semana ando mucho más liada que los fin de semana.

¡Os quiero!

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