sábado, 8 de febrero de 2014

Capitulo 5.



· Capitulo 5.

| Narra Beth |

Siento un fuerte dolor en la parte superior de la cabeza. Los ojos me pasan, y mi vista está algo nublada. Estoy tumbada en una cama que no es la mía, en una habitación que no es la mía. ¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado hasta aquí? Abro los ojos del todo, y miro a mi alrededor. Una habitación llena de camisetas de jugadores de rugby, y posters. Es la habitación de un chico.

Con cuidado de no hacer demasiado ruido, me pongo en pie. La habitación está fría y húmeda y debo encontrarme en las afueras de la ciudad, porque hay un montón de chalet. ¿De quién es esta casa? Suspiro frustrada al no encontrar respuesta alguna a todas las preguntas que rondan mi cabeza ahora mismo. No me acuerdo de nada, ni mucho menos de cómo he llegado hasta aquí. La última imagen que tengo grabada es la de un cuerpo chochando contra el mío haciendo que me dé un fuerte golpe en la cabeza, y que todo de un momento a otro se volvió de un color grisáceo, casi negro.

Siento algo vibrar en mis pantalones, es mi móvil. Saco el móvil del bolsillo, y me encuentro con cerca de unas doscientas llamadas pérdidas de cada miembro de mi familia, y unas veinte de mis amigos. Desbloqueo el móvil y borro todas las notificaciones. Vuelvo a guardar el móvil en mi bolsillo, y me asomo a la ventana. Estoy en la parte más rica de Ohio, en el cuarto de un desconocido, que no sé qué quiere de mí.

Se escucha la madera crujir, los pasos de alguien acercarse hasta la puerta del dormitorio, y me empieza a temblar todo el cuerpo. Me quedo de pie, inmóvil junto a la ventana, y la puerta se abre dando paso a un joven de unos dieciocho años de espaldas, con tan solo una toalla envuelta en su cuerpo, y las pequeñas gotas de su pelo resbalan por su espalda, perdiéndose en lo más bajo de su espalda. Sigo callada, intentando no hacer ruido, y esperando a que el joven se dé la vuelta y me desvele de una vez por toda su identidad.


-¡Tú! —grito.
-¡No grites! —dice levantando también su tono.
-¿Qué hago aquí? ¡Eres un estúpido, Bieber! —digo levantando las manos mientras la agito de un lado hacia otro.
-Te chocaste contra mí, y caíste hacia detrás dándote un golpe en la cabeza. Cómo estabas inconsciente te traje hasta mi casa, y te follé duramente, y después te dejé tal y como estabas—dice serio.
-¿Cómo te atreves a ponerme una mano encima? —digo aterrorizada.
Justin estalla en una gran carcajada, y mi rostro se vuelve pálido, cómo una piedra pómez.
-Es broma—dice cogiendo un pantalón de chándal limpio y una camiseta—Bueno, en cierto modo, es verdad—se rasca la nuca—lo único que es broma es lo de que te follé duramente—ríe.
-¡Dios! Casi me matas de un infarto, ¡estúpido! —digo golpeándole la espalda con mis puños.
-Tenías que haberte visto la cara—dice él mientras se pierde en el cuarto de baño.

Me siento en el filo de la cama y necesito asimilar todo lo que estaba pasando. Estoy nerviosa, y una sensación extraña recorre mi espina dorsal. ¿Por qué me he puesto tan nerviosa al sentir el tacto de su espalda con mis puños? ¿Por qué las mariposas han bajado por mi espina dorsal hasta hacer su nido en mi estómago sin parar de revolotear?¿Por qué Bieber ha causado ese efecto en mí?

[…]

-¿Cómo llego hasta mi casa? —digo aun sentada en el filo de la cama. Llevo más de media hora en la misma postura, mientras Justin camina de un lado hacia otro haciendo sus cosas.
-Son las diez de la noche, Beth—dice en un tono burlón—No hay autobuses a estas horas. —dice con una sonrisa en la boca.
-¿Me explicas cómo cojones voy a llegar a mi casa? —digo enfadada.
-Tienes dos opciones, coger la calle hacia delante y caminar durante casi una hora, ya que estoy a la fueras de la ciudad, o dormir aquí e ir mañana directamente a clase—dice sentándose a mi lado.
-¿Y qué me vean contigo? —Suelto una carcajada irónica—Prefiero irme andando, Bieber.
-Ya sabes dónde está la puerta—dice en un tono duro—Tendrás que pasar la peor parte de la ciudad de Ohio, de dónde yo casualmente te salvé, podría haber sido cualquier otra persona—dice ahora tenso—¿A qué esperas? —Dice señalándome la puerta—De todos modos, ¿qué hacías ahí? —dice sentándose de nuevo en su cama.
-¿Quién te crees que eres para hablarme de esa manera, friqui? —digo escupiendo una sonrisa irónica. —Si estaba ahí, era porque me había perdido, salí de mi casa porque es un infierno, y perdí la noción—digo mientras las lágrimas amenazan salir.
-Lo…lo siento—dice tartamudeado.
-Está bien, me quedaré aquí, pero mañana cogeré el primer bus al instituto. No quiero que me vean contigo—escupo.

Doy la conversación por terminada. Me siento en la cama con las rodillas cruzadas, y las manos sobre mi cara tapándome los ojos. Estaba llorando.

¿Nunca habéis tenido esa sensación de querer salir corriendo hacia cualquier dirección para perderte por un largo tiempo? Esa es mi sensación ahora mismo. Estoy en la habitación del friqui de mi clase, llorando sobre su cama, porque me perdí, me choqué y me desmayé y justamente de todas las personas que viven en Ohio tuvo que recogerme él. Una punzada en mi estómago, y un nudo en mi garganta. No tengo uniforme, y el móvil está sin batería. Realmente, yo debería estar en mi casa, con mi madre y mi hermano, haciendo palomitas de caramelo mientras vemos una película. Las tardes de película con mamá y Ed, eran increíble. Podíamos pasar tardes entera riéndonos a carcajadas limpias, o tardes enteras llorando de tristeza por la película o de verdadero miedo. Las mejores eran las películas de miedo, mamá nos dejaba a mí y a Ed dormir abrazados a ella, y así todos nuestros miedos desparecían por un momento, ya fuesen reales o ficticios, ella hacía que los problemas se esfumasen, sin embargo, con papá todo va a peor. El hace que mis problemas se multipliquen, y en mí se creen mil y una inseguridades.

Justin abandona su habitación, y quito las manos de mi cara secándome las lágrimas. Mi móvil sigue sin parar de vibrar, y me estoy volviendo medio loca. Mi vida es un verdadero caos.

-¿Si?
-¿Dónde estás? —dice Ed al otro lado del teléfono.
-Estoy bien Edward. —digo intentando parece tranquila y serena.
-Beth, vuelve a casa, por favor. —dice entre lágrimas.
-Mañana nos vemos en clase. Llévame el cargador del IPhone. Te quiero enano—digo haciendo el sonido de un beso a través del teléfono.

Y  cuelgo.

[…]

Estoy justo en la misma posición de antes, y la puerta se abre dando paso a una mujer de mediana estatura con ojos verdes cristalinos, y una sonrisa amplia, que es capaz de hacerte sonreír con solo mirarte. La mujer camina hasta la puerta del armario de la habitación y cuelga un uniforme del instituto para chicas. La miro sorprendida, y camina hacia donde yo estoy sentándose justo a mi lado.

-Ahí tienes el uniforme para mañana—dice señalando el armario—con un conjunto de ropa interior que Jazzy te dejará—sonríe.
-¡Gracias! —digo intentando simular una sonrisa—No hacía falta.
-Sí que la hace—dice ella levantándose de la cama—Si quieres algo para comer, solo tienes que pedírmelo.

Y se pierde de nuevo en la puerta que da al pasillo. Una punzada en mi pecho, y la angustia vuelve a mí. Desde que estoy en Ohio creo que he adelgazado cerca de diez kilos entre discusiones con papá, y noches enteras llorando por querer irme de esta mierda de ciudad.

Me tumbo sobre la cama, intentando arroparme con mi propia chaqueta y saco el móvil del bolsillo, enchufando los cascos. Me pierdo en una de mis canciones favoritas, suena ‘towers’ de mi gilrband favorita. Dejo de pensar por un momento, y me dejo llevar por la música, y así una canción tras otra. Después de unas diez canciones, miro el reloj y son las once y media de la noche.

Justin entra en la habitación y deja un par de toallas, un pantalón de chándal y una camiseta de manga corta encima de la mesa. Mi reacción es la misma que antes, procuro no mirarle a la cara y sigo sumergida en la música, que al fin y al cabo es la única que me salva de las peores situaciones en mi vida, y realmente son demasiadas.

-Eso es por si te quieres duchar—dice Justin sentándose en la cama—y ahí te he dejado un sándwich de pavo y un zumo—dice señalando la mesa—Mi madre me ha dicho que es mejor que te des un ducha, y comas algo, te sentirás mejor­.

Sin decir nada, y sin desactivar la música, cojo la ropa que Justin ha dejado sobre la cama, y camino hasta el pequeño cuarto de baño que ahí en su habitación. Abro la puerta, y la cierro dejando a Justin con una mirada de confusión en la misma posición que hace tan solo unos segundos, río ante su cara sin que él se de cuenta, y me desprendo de la ropa sucia quedándome en ropa interior.

Abro el grifo de la ducha, y dejo que el agua se temple. Me miro en el espejo, y realmente me doy lástima. Mis ojeras son del tamaño de mi cara prácticamente, tengo los ojos hinchados, y los labios rojos de llorar. Mi cuerpo está hecho una mierda, ya que me paso la mayor parte del tiempo llorando, y en mi habitación encerrada sin probar bocado, porque justo cuando voy a hacerlo mi padre intenta sacarme de mis casillas, y lo termina consiguiendo.

El vaho ha cubierto gran parte del pequeño servicio, en señal de que el agua ya está lo suficientemente caliente. Entro en la ducha, y dejo que el agua caiga por mi cuerpo cómo si las cataratas más bonitas del mundo estuvieran sucediendo ahí. Me estremezco ante el tacto del agua caliente, y la verdad lo necesitaba. Río angustiada, porque no puedo dejar de pensar en la situación. Alargo mi mano hasta un bote de champú y lo esparzo por mi largo pelo color chocolate mientras me doy un masaje intentando alejar todos los malos pensamientos, y poco a poco lo voy consiguiendo. Aclaro mi pelo con total sutileza, intento no dejar ni un rastro de champú en el y lo consigo. Al lado, hay un bote de gel con olor a fresas, mi olor favorito. Sonrio. Realmente Justin  y yo tenemos bastantes cosas en común, agito mi cabeza de un lado a otro intentando sacar esos pensamientos de mi mente, y aclaro el gel de mi cuerpo. Apago la ducha, y envuelvo una toalla sobre mi cuerpo y la otra sobre mi cabello.

Seco mi cuerpo, y me coloco el conjunto de ropa interior que la hermana de Justin me ha prestado, bragas rosas y blancas a conjunto con el sujetador. Río antes le buen gusto de la pequeña Bieber, y acto seguido coloco los pantalones de chándal y la camiseta en la que cogerían dos cómo yo.

Salgo del servicio, y me encuentro con la mirada de Justin posada en todo mi cuerpo. Escanea cada una de mis curvas, y sus ojos se van a salir de la órbita de un momento a otro, le miro y sonrío. Realmente él me ha hecho sonreír. Y camino hasta la mesa dónde está mi cena. La verdad es que estoy hambrienta, me comería cien sándwich cómo este.

Le pego el último bocado al sándwich de pavo, y me bebo el zumo que la madre de Justin me ha preparado. Cogiendo el plato, y saliendo de la habitación para dejarlo encima de la mesa de la cocina, y regalarle un insonoro gracias a la madre de Justin, que solo ella pudo escuchar, y me devolvió con una sonrisa.

Subo de nuevo las escaleras, y realmente me he perdido. No sé cual es la habitación de Justin, y esta situación me incómoda. Si de repente me encuentro con su padre, creo que se me caería toda la ropa de vergüenza, y de que se piense cosas que realmente no son. Todo el día lleva entrando y saliendo gente de esta casa, pero en el tiempo que llevo aquí, aún no he visto a ningún hombre que pueda parecer ser su padre.

-¿Qué haces ahí? —dice una voz que puedo reconocer al instante.
-No sabía cuál era tu cuarto—digo escondiendo mi cabeza sobre mi pelo color chocolate.
-Es aquí—dice señalando dónde él está.
-Ah, vale—digo cortante.

Apartándole de la puerta casi de un empujón, camino hasta la ventana y me siento en el pequeño filo que hay. Justin vuelve a posar su mirada en mí, y estoy hace que mi intimide y me sonroje. Realmente, sé que si por el fuera, me pondría sobre su cama para hacerme el amor hasta que gritara su nombre cómo tal desesperada, pero no será así, Justin para nada es mi tipo. Yo estoy acostumbrada a tíos más formados, sin gafas  y con mucho recorrido. Si estuviésemos hablando de otro Justin, es decir, con otro cuerpo quizás me gustaría más la idea.

-¿Puedes dejar de mirarme así? —digo señalándole.
-Lo siento—dice él mientras su piel coge un color algo rojizo.
-Siempre lo haces—digo mirándole seriamente—Es decir, todos los días noto tu mirada en mi—carcajeo.
-A veces me sale solo—confiesa él.
-¡Que pena! —digo caminando para sentarme a su lado—Quizás si fueses menos friqui, y tuvieras mejor cuerpo, podría dejar que miraras. —digo en un tono algo duro.
-Pero soy así.
-No eres feo, Justin—digo sincerándome—Solo que te sacas poco partido.
-Llevo así dieciocho años, no voy a cambiar para gustarle a una chica—agacha su cabeza.
 -A veces es bueno cambiar.
-Voy a dormir, ya es tarde—dice tajante y serio.

Me levanto de la cama y vuelvo a la misma posición en la que estaba antes. Me niego a dormir con Justin después de cómo me observa. Me siento en el filo de la ventana. Sólo me queda un vente por ciento de batería para sobrevivir toda la noche sin dormir, y escuchar música. Esto será una dura supervivencia…

| Narra Justin |

· Tres de la mañana, de esa misma noche…

Un ruido hace que me desvele. Miro a mí alrededor, y veo a Beth sentada en el suelo, junto a la ventana, arropada con una chaqueta y dormida cómo un lirón. Sonrío ante la cara de ángel que tiene mientras duerme.

¡Que irónica es la vida! La gente cuando duerme parece un ángel, y cuándo están despiertos pueden ser realmente crueles. No sé porque lo hice, no sé porque saqué a Beth de aquellas calles oscuras de Ohio cuándo hace tan solo horas antes me había amenazado con contarle a todo el instituto la historia sobre mis cortes, aunque realmente no tenía ni idea. No sé por qué, pero lo tenía que hacer. Cuando la vi tirada en aquel suelo, tan indefensa, mi corazón latía demasiado rápido y mi voz interior habló para hacer un buen acto, y por primera vez decirme buenas palabras.

Salgo de la cama, y camino hacia el otro lado abriendo las sábanas. Camino hasta la ventana, y cojo a Beth entre mis brazos para dejarla suavemente sobre la cama y así intentar que no se despierte. Lo consigo. La arropo con total suavidad. Ella es cómo un cristal, es duro por fuera pero frágil por dentro. Puede romperse en mil pedazos con tal solo tocarla, o darle un mal golpe.

| Narra Beth |

Siento cómo alguien me carga en sus brazos, y de un momento a otro me siento cómo en una nube. El suelo frío en el que me había quedado dormida, pasa a ser una caliente nube, que hace que mi cuerpo se temple de una vez por todas. Sé que ha sido él, sé que ha sido Justin. Me arropa con suavidad, y camina hasta el baño. Puedo ver cómo su silueta bien definida en la penumbra de la habitación se pierde en la puerta del cuarto de baño. Sonrio y susurro un gracias, que nadie, excepto yo puede escuchar.

La puerta del baño se vuelve a abrir, y la misma silueta camina hasta la cama, quedando al lado opuesto en el que yo estoy, y arropándose hasta arriba, ya que el frío se ha apoderado de la noche en Ohio. Pensando bien, me siento mala persona. Yo le amenazo con contar lo más íntimo de su vida privada, y él sin embargo me da cobijo, ropa, comida y cama sin pedirme ni una sola explicación de por qué andaba por esas calles oscuras, y las lágrimas empapaban mi cara.

Me giro, para quedar espalda con espalda. Justin ya se ha vuelto a dormir de nuevo. Estoy a punto de dormirme, cuando siento que el cuerpo que está justo a mi lado, se da la vuelta, y enrolla sus brazos en mi cintura dándome un tierno abrazo. Sonrío ante la situación incómoda, y le susurro un buenas noches que creo que no ha podido escuchar, pero estaba equivocada.

-¡Buenas noches Beth!

Y no articulo palabra, pocos minutos después el sueño se apodera de mi cuerpo, y vuelvo a caer en un plácido sueño.

****

¡Hola! Perdonar el retraso de subir el capitulo, me paso el día disculpándome, me meo. Bueno, tengo una buena noticia, y otra mala noticia.
La buena noticia es que entre mañana y el lunes intentaré subir una maratón de dos capítulos. Y la mala es que estaré sin internet en casa un tiempo, y tengo que venirme a la otra casa para poder subir, subiré un capitulo cada diez días aproximadamente, o cada semana. ¡Gracias por leer!

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¡Os quiero!






domingo, 26 de enero de 2014

Cuatro.



· Capitulo 4.

| Narra Justin |

El despertador suena. El viento mueve los árboles de una forma brutal, y abajo ya se escucha a mis hermanos pelearse por quien entrará primero al baño. Un día más que añadir al calendario.
Doy un pequeño salto de la cama, y camino hasta el cuarto de baño. Abro el grifo del agua caliente, y juntando mis manos dejo que caiga creando una pequeña piscina, y la estampo contra mi cara, y así dos veces. Me desprendo de la camiseta del pijama, y me quedo observando mi reflejo en el espejo.
Me quedo pensativo, y muevo mi cabeza de un lado hacia otro, ‘es normal que nadie te quiera con ese cuerpo’ ‘¿te has visto bien?’ ‘Tus gafas son cómo las que llevaban los abuelos en su época y eran modernas’ y más pensamientos así ruedan por mi cabeza. Un vez más ya están esas malditas voces inquietando cada uno de mis pensamientos.
Cojo la pasta de diente y la esparzo por el cepillo, y acto seguido cepillo mis dientes. El uniforme está colgado en la percha del baño. Pantalón azul marino, camisa blanca, jersey azul, la corbata y esos zapatos negros de punta horribles. Sonrio al espejo, y mis dientes están mucho mejor que hace dos años cuando me puse el aparato, ya queda poco para terminar esta tortura y recibir todo tipo de insultos por llevarle.

[…]

-¿Qué tal has dormido hoy? —pregunta mi madre desde la otra punta de la cocina—No tienes buena cara, cielo—insiste ella.
-Sí, mamá —intento sonar lo más creíble posible—Ya te dije que hace tiempo que duermo del tirón—insisto y sonrío falsamente.
-No sé, cielo —dice dudosa ante mis palabras—Últimamente estás demasiado raro, y a penas vuelves a salir de casa. —Suspira— Ya sabes que yo soy tú amiga.
-¡Normal! —Dice mi hermano Jaxon desde la otra punta de la mesa— Es un empollón mamá, ¿quién va a querer salir con un empollón? — escupe mi hermano pequeño.

Mi hermano Jaxon es todo lo contrario a mí. Le saco tres años. Es rubio, con los ojos marrones claros tirando a una mezcla entre marrón y verde. El no lleva gafas, ni lleva tampoco aparato. Es de los populares del instituto. Es el capitán del equipo de rugby, y todas las chicas están locas por él. Lo más duro es cuando nos cruzamos por los pasillos, y todo empiezan a decirle ‘Jaxon, tu hermano es un pringadillo, yo creo que es adoptado’ y mi hermano les ríe la gracia seguido de un ‘es la vergüenza de la familia’.
Su cuerpo está mucho más desarrollado que el mío, él va a gimnasio desde hace unos meses y ya empieza a tener forma.

-¿Qué has dicho? —dice mi madre en un tono brusco.
-Nada mamá —dice Jazzy para que no se monte la misma pelea de todos los días —Jaxon es estúpido y se tiene la popularidad demasiado subida a la cabeza, tanto que cuando camina por los pasillos parece no conocer a sus hermanos. —reprocha mi hermana.
-¿Es eso cierto? —dice mamá.
-Sí —dice Jazzy.
- Jaxon —dice ahora dirigiéndose a él — Son tus hermanos dentro y fuera del colegio ¿lo entiendes?
-¡Mamá! —Digo llamando su atención —Es igual.
-Arriba los tres, vais a llegar tarde— dice mamá dejando pasar el tema —Y portaros bien en clase. Jazzy, ¡mucha suerte con tu examen de química! —dice regalándole un beso en la mejilla —Tu Jaxon deja de ser tan canalla con tu familia, porque algún día les necesitarás y te mandarán a paseo —dice dándole una palmada en la espalda —Y tu cariño, no pienses en cosas malas e intenta relacionarte más— dice mamá algo asustada.

Mi hermana Jazzy, sin embargo, es de las que pasa desapercibidas entre la gente del instituto. Saca unas notas normales, y sus amigas son de lo más normal que hay ahí.
Es noble y humilde, y siempre que me ve me saluda con un beso en la mejilla. Creo que ella es la única amiga de verdad que tengo, con solo mirarme a la cara sabe si me pasa algo, y con una mirada nos entendemos. Y realmente, ella es la que me anima a seguir siendo cómo soy porque dice a pesar de que la gente me vea un bicho raro, soy alguien casual alguien diferente, y que las mejores personas son así.


[…]

Subo al autobús, y sufro la tortura de cada mañana. Recibo insultos de todo el mundo, mi hermana da dos palmadas en el asiento libre que hay justo a su lado, y quiere decirme que me siente a su lado. Camino por el pasillo hasta llegar al asiento, y por fin me siento. Saco el móvil del bolsillo, y conecto los auriculares. ¡Bendita música!

Mi vida no es nada fácil, llevo sufriendo acoso desde que tengo seis años. Mi hermano pequeño se avergüenza de mí, no tengo padre, y mi madre trabaja demasiado duro en casa para sacarnos hacia adelante. Siempre he sido el bicho raro, y a veces escucho voces en mi cabeza que hacen que odie todo de mí, hacen que quiera escapar de la realidad, y la música a veces me ayuda, pero otra me hunde más y tengo que recurrir al jodido tema. El querer morirme. Creo que he perdido la cuenta de todas las veces que he intentado suicidarme, todas las veces que he visto cómo la sangre de mis venas caía por mi mano hasta esparcirse por el suelo, y ahí se mezclaba con mis lágrimas.

Y no solo es eso, el segundo año de instituto me enamoré de una chica. Ella se llama Sam Watson, ahora es amiga de los populares del instituto, amiga de las animadoras, y no es la misma que hace cinco años. Nuestra relación terminó poco tiempo después de que ella empezara en el equipo de animadoras. Se burlaba de mí como todos los demás, y me humillaba delante de todo el instituto. El amor es una mierda, desde entonces no me he vuelto a enamorar, deje de creer en el amor desde aquel día.
[…]

El timbre ha sonado, y el Señor Stefan ya ha entrado por la puerta para dar comienzo la clase de historia. La gente saca los cuadernos de sus mochilas, y empieza a tomar apuntes. Mis pensamientos están en otra cosa, y no puedo sacarme de le cabeza las palabras de mi hermano, asiento ante todo lo que dice el profesor Stefan, y hago cómo si estuviera escuchando lo que dice, realmente ahora lo que pasó hace muchos años me da igual. Sólo quiero salir corriendo, y encerrarme en mi cuarto bajo las sábanas y así olvidarme por un momento del monstruo que soy.

| Narra Beth |

El segundo día de clase, y ya llego tarde. Tiro la colilla en la puerta principal, y entro en el edificio. Los pasillos están vacíos y silenciosos. Abro la taquilla, y guardo ahí mi pequeño bolso, guardo el móvil en el bolsillo y cojo los libros de historia, minutos después de comprobar de nuevo el horario de hoy. Camino lo más rápido posible, y me paro frente a la puerta de mi aula. ¡Genial! La clase ya ha empezado, y el profesor parece estar bastante centrado en el tema de la primera guerra mundial, y los primeros dictadores a nivel mundial.

Toco a la puerta, y suspiro ahogada, mientras rezo en bajo para que me deje entrar a pesar de mi retraso de diez minutos.

-¿Si? —dice el señor Stefan. —¿Quién es?
Suspiro antes de abrir la puerta.
-¿Se puede? —digo agachando mi cabeza algo avergonzada.
-Usted debe ser la señorita Nelson —dice mirándome por encima de sus gafas —¿Qué pasa? —Dice con una risa irónica —¿En su casa no hay reloj? —vacila ahora.
-No —digo desafiante —Se nos quedaron sin pila justo anoche, señor Stefan —río victoriosa —Lo siento, no volverá a pasar. —Digo mientras camino hacia mi pupitre al lado del más empollón de la clase.
-¡Está bien! —dice colocándose su gafas y girándose hacia la pizarra —Sigamos con la clase.

Saco mi cuaderno para tomar apuntes, y miro a Justin que se encuentra en otro mundo, quizás está en empollolandia, o en nerdlandia. Río mientras observo cómo pone cara de empanado haciendo que escucha todo lo que el profesor Stefan está diciendo, y mientras tomo nota de cada de detalle que va dando.

La manga de Justin se baja, y veo cómo una pequeña línea medio recta atraviesa su muñeca de un lado hacia otro. Un pequeño pinchazo siento en mi estómago, y se forma un nudo en mi garganta. ¿Eso es una raja? Abro la boca en señal de asombro, y sigo observando, no hay solo una, hay unas pocas.

-¡Friqui! —digo dándole un pequeño golpe en la mano.
-¿Qué? —contesta seco y borde.
-¡Vaya humor! —río— ¿Qué pasa no se te ha dado bien estudiar la lección diaria? —bromeo.
-¡Déjame en paz! —dice ahora él intentando no subir el tono. —Tú a lo tuyo, y yo a lo mío.
-¡Háblame bien, empollón! —digo mirándole de forma desafiante a los ojos —¿o quieres que todo el instituto se entere de que autolesionas? —digo ahora de una forma más cruel.
-¿Qué dices? —su voz se vuelve más apagada y su cuello se tensa —¿De dónde has sacado eso?
-Intenta taparte las rajas mejor —digo señalando su brazo izquierdo— Cualquier podría haberlo visto.
-¡No serás capaz!
-No me tientes Bieber, no me tientes.

[…]


El timbre ha sonado señalando el fin de clases. Recojo la carpeta con todos los apuntes de la clase de química, y camino hasta mi taquilla. No hay rastro de ninguno de los chicos, y tampoco de las chicas, ¿dónde coño se han metido? Meto la carpeta en la taquilla, y cojo el bolso que esta mañana había dejado ahí. Cierro la taquilla y camino hasta la salida.

Miro hacia un lado, y hacia otro y no hay señal de ninguno de los chicos. Toda la gente está en la puerta esperando al autobús, o esperando a que sus padres vengan a buscarlos. Un chico, de la clase de Jade pasa por mi lado, relatando algo entre dientes con un amigo. Suspiro, y me empiezo a agobiar.

Siento cómo unas manos se posan en mis ojos, y no tengo ni idea de quién podrá ser. Nerviosa, empiezo a tocar las manos intentando saber quién es por el tacto de la piel, pero misión fallida. Estoy a punto de darme por vencida, y siento cómo acomoda sus labios en mi cuello dejando ahí un tierno beso mojado. Suspiro. Es Chaz. Me siento aliviada al saber que he encontrado a alguien, y nerviosa porque no sé qué cojones hace Chaz con su puñetera vida, pero sonrío.

Chaz quita las manos de mis ojos, y me doy la vuelta quedándome justo enfrente de él. Sonríe, y me da un tierno beso en la mejilla. ¿A qué está jugando? Rio y le devuelvo el beso en la mejilla. El silencio se apodera de la situación, y el agobio vuelve a mí. Estoy sentada en un escalón, y alguien empuja mi mochila haciéndola caer.

-¿No ves por dónde pisas? —digo en un tono brusco y levantándome del escalón. Chaz se queda de piedra.
Me giro y veo a un niño rubio, de unos quince años de edad, mirándome de arriba abajo cómo si fuera una escultura.
-Te he hecho una pregunta—contesto en un tono más brusco aun.
-Lo siento—dice él—Tampoco hace falta que te pongas así, novata. —ríe para hacerse el chulo delante de sus amigos.
Ahora Chaz se pone también de pie, y se queda justo a mi lado, el va a hablar pero le haga un gesto para que mantenga su puñetera boca cerrada. No hace falta que me defienda nadie.
-¿A ti no te han enseñado que a las personas mayores que tú hay que respetarlas? —contesto divertida.
-Si—dice él—Pero no a las que llegan nuevas al instituto. —dice el creyéndose victorioso. —Pero bueno, estás demasiado buena cómo para seguir vacilándote, seguramente que algún día te arrepientas de haberte puesto chula, y estés a mis pies rogándome un polvo.
Comienzo a reír a carcajadas de forma irónica.
-Vamos a ver, pequeño—digo colocándome delante de él y nos separan unos milímetros—Yo llevo a rajatabla eso de pequeñines no—río—y créeme que si me desnudo delante de ti, si haberme quitado la camiseta ya te has corrido—digo acercándome aún más él—ni en tus mejores sueños, me acostaría contigo, mocoso.
-¿Estas segura? —Dice volviendo a la distancia principal—Soy Jaxon Bieber, todas terminan cayendo.
-Tan segura cómo que me llamo Beth Nelson, cielo. —carcajeo—Yo que tu tenia cuidado con eso—digo señalando a su pene—No vaya a ser que saques un ojo a alguien.

Todos sus amigos comienzan a reír, y el pequeño de los Bieber sale corriendo dirección al autobús. Me siento de nuevo en el escalón en el que estaba sentada antes de que llegase el estúpido hermano de Bieber, y saco un cigarrillo rubio de mi bolso.

-Das miedo—dice Chaz sentándose a mi lado.
-¿Quién cojones era ese? —digo dándole una calada a mi cigarro.
-Jaxon Bieber, el capitán del equipo de rugby de los alevines. —dice cogiendo aire—El hermano de Jazmin Bieber la chica más lista de su curso, y hermano de Justin Bieber, el friqui del instituto—ríe.
-¡Vaya familia! —Río—¿Dónde están los demás? —digo cambiando de tema.
-Castigados—dice Chaz.
-¿Y tú?
-Yo estoy en el A, y los demás en el B.
-¡Es verdad! —Digo dándole otra calada más al cigarro—¡Estúpida! —río.
-Si vuelves a hacer eso, no respondo de mis actos—dice Chaz desafiándome.

Rio ante su comentario, y vuelvo a hacerlo. Los chicos saldrán a las tres y media, y solo son las tres. Me suenan las tripas, y la situación con Chaz cada vez es más difícil de sobrellevar.

Chaz da un golpe en mi brazo, y giro mi cabeza quedándome justo enfrente de él, acorta la poca distancia que había, y deja un beso casto en mis labios. Sonrio en su boca, y le devuelvo el beso. No sé que estoy haciendo, solo sé que me siento a gusto, que me siento cómoda con él. También estoy hecha a la idea, de que solo quiere un polvo conmigo y si te he visto no me acuerdo, pero realmente yo tampoco estoy buscando nada más. Solo algo que me quite el aburrimiento nocturno los fines de semana, y que me haga las semanas más amenas.

El abre sus piernas, y hace un gesto para que me siente en el escalón de abajo. Asiento, y bajo un escalón quedando entre sus piernas. El aparta el pelo de mi cuello, y comienza a dejar ahí besos mojados. Mi piel se eriza ante el tacto caliente de sus labios en mi piel fría.
Hace girar mi cara, para quedarme justo en frente de él, y besa mis labios de una forma tierna. Pide paso para hacerse el dueño de mi boca, y asiento. Una vez más mis pensamientos se confunden, y no sé que cojones estoy haciendo. Aparto mi cara, dejándole ‘a medias’.

-Me tengo que ir Chaz, es tarde.
-Pero…
-Ayer casi me pillan, no quiero que me castiguen. Créeme que si me tiro una semana en casa terminaré volviéndome loca. —digo dejando un beso casto en sus labios.
-¡Hasta mañana!

Bajo las escaleras, y salgo del recinto del instituto poniendo camino a casa. Saco el móvil del bolsillo, y mando un mensaje a Jade.

‘Lo siento, me he tenido que venir a casa. Mañana nos vemos, o esta tarde escríbeme y salimos un rato.’

Sacos los auriculares del bolsillo, y los enchufo al iPhone. Está sonando ‘towers’ de Little mix. Hace un viento horrible, y un frio infumable.

[…]

Después de media hora he conseguido llegar a casa. Se escuchan los gritos de mi padre preguntando dónde cojones estoy y porque no he venido a comer. Mi hermano le contesta aún más alto, y la situación está realmente desbordada. Saco el móvil del bolsillo, y apago el reproductor de música. Desconecto los auriculares, y saco las llaves de casa.

La puerta hace un ruido espantoso, y parece que ha pasado un ángel. Todo el mundo se calla. Suelto el bolso en las escaleras, y camino hasta el comedor dónde están todos sentados en la mesa esperando a que yo llegue. Sindy me mira con cara de pocos amigos, al igual que todos los demás. Les dedico una sonrisa irónica, y no escupo palabra. Me siento en la mesa, y espero a que alguien empiece a hablar antes de que se forme en mi casa la tercera guerra mundial.

-¿De dónde vienes? —escupe mi padre en tono furiosos.
No contesto.
-Te he hecho una pregunta, Beth—dice subiendo un poco más el tono de voz.
Y sigo sin contestar.
-Beth—dice esta vez Sindy—¿por qué has llegado tan tarde? —dice ella es su tono de voz. Suave y dulce, como si estuviera susurrando.
-De clase. —digo seca.
-¿A estas horas? —dice mi padre—Tú hermano ha llegado hace una hora.
-Eso es mentira—escupo yo—se tarda media hora en llegar hasta aquí caminando, y solo son las tres y media.
-No contestes.
-Si me preguntas, tendré que contestarte ¿no? —vacilo.
-Estoy harto Beth—dice en tono de desesperación. —Harto de que hagas lo que te da la gana cuando te da la gana. Aquí hay unas normas.
-Soy mayor de edad ¿recuerdas? —le escupo yo sabiendo que eso no le va a sentar bien—Estoy aquí porque mi madre me dejó aparcada hace tres meses y no tengo otro puñetero sitio dónde ir. —digo ahora gritando. —No me gustas Liam, no me caes bien. Que en un papel ponga que seas mi padre, no significa que realmente lo seas.
-¡Cállate estúpida! —dice mi hermano levantándose de la mesa.
-Yo no soy Ed, ni mucho menos Alice—digo mirando a mi padre de forma desafiante—Hay muchas cosas que tengo guardadas durante años, Liam. Cosas que aunque me expliques no se me olvidarán—digo llevando un trozo de pan a la boca—Cosas que nunca entenderé. —digo ahora levantándome de la mesa.
-Estas bajo mi tutela. —dice él.
-¡NO! —grito—Tengo autoridad sobre mi misma. Cómo si mañana quiero coger esa puerta e irme de aquí.
-Tienes solos dieciocho años, Beth.
-¿Y? —digo vacilándole de nuevo—No has hecho que te tenga un respeto desde hace muchos años, ¿por qué tendría que respetarte ahora? —escupo enfadada.

No contesta. Llevo el plato a la cocina, y subo las escaleras hasta mi habitación. Me deshago del horrible uniforme, y me pongo cómoda. Me tumbo en la cama, y vuelvo a conectar los auriculares y la lista de reproducción.

[…]

La seis de la tarde y sigo sin hacer nada productivo. La puerta de mi habitación no ha dejado de sonar desde que me he metido aquí. He escuchado cómo mi hermano Ed, discutía con mi padre, y Sindy apoyaba al pequeño pelirrojo. Mi vida es un caos desde que llegué a Ohio, lo más jodido es que aquí sigo siendo menor de edad, y en parte él manda sobre mí. ¡Quiero irme de aquí!

Saco el teléfono de debajo de la almohada, y tengo dos mensajes. Jade, y Chaz. Ninguno de mamá. ¿Dónde estará mi madre? Y no entiendo porque no da señales de vida, no entiendo porque solo llama una vez al mes. No entiendo nada, y estoy empezando a volverme totalmente loca.

‘¿Nos vemos esta tarde?’
‘Estoy castigada de por vida, Chaz’
‘¿Y eso?’
‘Mi padre, es estúpido’
‘Escápate’
‘Y volveré a tener la movida de todos los días. Paso’
‘Jo.’
‘Nos vemos mañana’
‘¡Hasta mañana!’

Entro en la lista de contactos, y busco el número de mi madre. El número está en la pantalla, y sigo indecisa. No sé si llamarla o no, quizás me salga con sus ‘estoy demasiado ocupada Beth ahora no puedo hablar’ o ‘el teléfono que llama no se encuentra disponible en estos momentos’. Cabreada bloqueo el móvil, y me tiro de nuevo en la cama.

Siento cómo algo cae por mi mejilla, y de un momento a otro me encuentro tirada en la cama llorando. No aguanto más esta situación, y no entiendo porque tengo que vivir con alguien a quién odio, alguien que me dejó tirada cuando era una cría para venirse aquí a formar otra familia. ¿No tenía bastante con nosotros?¿Que cojones hicimos mal?

Cojo la chaqueta y bajo las escaleras. Pego un portazo a la puerta para que sepan que me he ido de casa, y escucho cómo mi padre sale detrás de mí pegándome voces y repitiendo siempre la misma frase ‘Beth Nelson, estás castigada, ¿dónde vas?’. Ignoro sus palabras y sigo caminando, subo el volumen de la música, e intento perderme en lo único que siempre termina haciéndome sentir bien, la música.


Llevo una hora caminando sin rumbo. Estoy en una plaza, y el frío se va apoderando de la noche oscura en Ohio. Son las siete y media de la tarde, y ya el cielo está totalmente cerrado. Siento cómo todos los ojos se posan en mí. Camino rápido cuando de repente choco contra algo o alguien. La vista empieza a nublarse, y me tiemblan de nuevo las piernas. ¿Qué cojones me está pasando?

****
¡Hola! Hini está aqui de vuelta, jj. Espero que os haya gustado el capitulo, y por favor, aunque suene a pesada, dejadme un comentario por twitter o algo, porque no sé si os va gustando, aunque sea un 'está bien' o algo así. Bueno, intentaré subir el jueves. 

Si has leido el capitulo cuatro y quieres que te avise del cinco da RT o FAV aquí -> here. 

sábado, 8 de febrero de 2014

Capitulo 5.



· Capitulo 5.

| Narra Beth |

Siento un fuerte dolor en la parte superior de la cabeza. Los ojos me pasan, y mi vista está algo nublada. Estoy tumbada en una cama que no es la mía, en una habitación que no es la mía. ¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado hasta aquí? Abro los ojos del todo, y miro a mi alrededor. Una habitación llena de camisetas de jugadores de rugby, y posters. Es la habitación de un chico.

Con cuidado de no hacer demasiado ruido, me pongo en pie. La habitación está fría y húmeda y debo encontrarme en las afueras de la ciudad, porque hay un montón de chalet. ¿De quién es esta casa? Suspiro frustrada al no encontrar respuesta alguna a todas las preguntas que rondan mi cabeza ahora mismo. No me acuerdo de nada, ni mucho menos de cómo he llegado hasta aquí. La última imagen que tengo grabada es la de un cuerpo chochando contra el mío haciendo que me dé un fuerte golpe en la cabeza, y que todo de un momento a otro se volvió de un color grisáceo, casi negro.

Siento algo vibrar en mis pantalones, es mi móvil. Saco el móvil del bolsillo, y me encuentro con cerca de unas doscientas llamadas pérdidas de cada miembro de mi familia, y unas veinte de mis amigos. Desbloqueo el móvil y borro todas las notificaciones. Vuelvo a guardar el móvil en mi bolsillo, y me asomo a la ventana. Estoy en la parte más rica de Ohio, en el cuarto de un desconocido, que no sé qué quiere de mí.

Se escucha la madera crujir, los pasos de alguien acercarse hasta la puerta del dormitorio, y me empieza a temblar todo el cuerpo. Me quedo de pie, inmóvil junto a la ventana, y la puerta se abre dando paso a un joven de unos dieciocho años de espaldas, con tan solo una toalla envuelta en su cuerpo, y las pequeñas gotas de su pelo resbalan por su espalda, perdiéndose en lo más bajo de su espalda. Sigo callada, intentando no hacer ruido, y esperando a que el joven se dé la vuelta y me desvele de una vez por toda su identidad.


-¡Tú! —grito.
-¡No grites! —dice levantando también su tono.
-¿Qué hago aquí? ¡Eres un estúpido, Bieber! —digo levantando las manos mientras la agito de un lado hacia otro.
-Te chocaste contra mí, y caíste hacia detrás dándote un golpe en la cabeza. Cómo estabas inconsciente te traje hasta mi casa, y te follé duramente, y después te dejé tal y como estabas—dice serio.
-¿Cómo te atreves a ponerme una mano encima? —digo aterrorizada.
Justin estalla en una gran carcajada, y mi rostro se vuelve pálido, cómo una piedra pómez.
-Es broma—dice cogiendo un pantalón de chándal limpio y una camiseta—Bueno, en cierto modo, es verdad—se rasca la nuca—lo único que es broma es lo de que te follé duramente—ríe.
-¡Dios! Casi me matas de un infarto, ¡estúpido! —digo golpeándole la espalda con mis puños.
-Tenías que haberte visto la cara—dice él mientras se pierde en el cuarto de baño.

Me siento en el filo de la cama y necesito asimilar todo lo que estaba pasando. Estoy nerviosa, y una sensación extraña recorre mi espina dorsal. ¿Por qué me he puesto tan nerviosa al sentir el tacto de su espalda con mis puños? ¿Por qué las mariposas han bajado por mi espina dorsal hasta hacer su nido en mi estómago sin parar de revolotear?¿Por qué Bieber ha causado ese efecto en mí?

[…]

-¿Cómo llego hasta mi casa? —digo aun sentada en el filo de la cama. Llevo más de media hora en la misma postura, mientras Justin camina de un lado hacia otro haciendo sus cosas.
-Son las diez de la noche, Beth—dice en un tono burlón—No hay autobuses a estas horas. —dice con una sonrisa en la boca.
-¿Me explicas cómo cojones voy a llegar a mi casa? —digo enfadada.
-Tienes dos opciones, coger la calle hacia delante y caminar durante casi una hora, ya que estoy a la fueras de la ciudad, o dormir aquí e ir mañana directamente a clase—dice sentándose a mi lado.
-¿Y qué me vean contigo? —Suelto una carcajada irónica—Prefiero irme andando, Bieber.
-Ya sabes dónde está la puerta—dice en un tono duro—Tendrás que pasar la peor parte de la ciudad de Ohio, de dónde yo casualmente te salvé, podría haber sido cualquier otra persona—dice ahora tenso—¿A qué esperas? —Dice señalándome la puerta—De todos modos, ¿qué hacías ahí? —dice sentándose de nuevo en su cama.
-¿Quién te crees que eres para hablarme de esa manera, friqui? —digo escupiendo una sonrisa irónica. —Si estaba ahí, era porque me había perdido, salí de mi casa porque es un infierno, y perdí la noción—digo mientras las lágrimas amenazan salir.
-Lo…lo siento—dice tartamudeado.
-Está bien, me quedaré aquí, pero mañana cogeré el primer bus al instituto. No quiero que me vean contigo—escupo.

Doy la conversación por terminada. Me siento en la cama con las rodillas cruzadas, y las manos sobre mi cara tapándome los ojos. Estaba llorando.

¿Nunca habéis tenido esa sensación de querer salir corriendo hacia cualquier dirección para perderte por un largo tiempo? Esa es mi sensación ahora mismo. Estoy en la habitación del friqui de mi clase, llorando sobre su cama, porque me perdí, me choqué y me desmayé y justamente de todas las personas que viven en Ohio tuvo que recogerme él. Una punzada en mi estómago, y un nudo en mi garganta. No tengo uniforme, y el móvil está sin batería. Realmente, yo debería estar en mi casa, con mi madre y mi hermano, haciendo palomitas de caramelo mientras vemos una película. Las tardes de película con mamá y Ed, eran increíble. Podíamos pasar tardes entera riéndonos a carcajadas limpias, o tardes enteras llorando de tristeza por la película o de verdadero miedo. Las mejores eran las películas de miedo, mamá nos dejaba a mí y a Ed dormir abrazados a ella, y así todos nuestros miedos desparecían por un momento, ya fuesen reales o ficticios, ella hacía que los problemas se esfumasen, sin embargo, con papá todo va a peor. El hace que mis problemas se multipliquen, y en mí se creen mil y una inseguridades.

Justin abandona su habitación, y quito las manos de mi cara secándome las lágrimas. Mi móvil sigue sin parar de vibrar, y me estoy volviendo medio loca. Mi vida es un verdadero caos.

-¿Si?
-¿Dónde estás? —dice Ed al otro lado del teléfono.
-Estoy bien Edward. —digo intentando parece tranquila y serena.
-Beth, vuelve a casa, por favor. —dice entre lágrimas.
-Mañana nos vemos en clase. Llévame el cargador del IPhone. Te quiero enano—digo haciendo el sonido de un beso a través del teléfono.

Y  cuelgo.

[…]

Estoy justo en la misma posición de antes, y la puerta se abre dando paso a una mujer de mediana estatura con ojos verdes cristalinos, y una sonrisa amplia, que es capaz de hacerte sonreír con solo mirarte. La mujer camina hasta la puerta del armario de la habitación y cuelga un uniforme del instituto para chicas. La miro sorprendida, y camina hacia donde yo estoy sentándose justo a mi lado.

-Ahí tienes el uniforme para mañana—dice señalando el armario—con un conjunto de ropa interior que Jazzy te dejará—sonríe.
-¡Gracias! —digo intentando simular una sonrisa—No hacía falta.
-Sí que la hace—dice ella levantándose de la cama—Si quieres algo para comer, solo tienes que pedírmelo.

Y se pierde de nuevo en la puerta que da al pasillo. Una punzada en mi pecho, y la angustia vuelve a mí. Desde que estoy en Ohio creo que he adelgazado cerca de diez kilos entre discusiones con papá, y noches enteras llorando por querer irme de esta mierda de ciudad.

Me tumbo sobre la cama, intentando arroparme con mi propia chaqueta y saco el móvil del bolsillo, enchufando los cascos. Me pierdo en una de mis canciones favoritas, suena ‘towers’ de mi gilrband favorita. Dejo de pensar por un momento, y me dejo llevar por la música, y así una canción tras otra. Después de unas diez canciones, miro el reloj y son las once y media de la noche.

Justin entra en la habitación y deja un par de toallas, un pantalón de chándal y una camiseta de manga corta encima de la mesa. Mi reacción es la misma que antes, procuro no mirarle a la cara y sigo sumergida en la música, que al fin y al cabo es la única que me salva de las peores situaciones en mi vida, y realmente son demasiadas.

-Eso es por si te quieres duchar—dice Justin sentándose en la cama—y ahí te he dejado un sándwich de pavo y un zumo—dice señalando la mesa—Mi madre me ha dicho que es mejor que te des un ducha, y comas algo, te sentirás mejor­.

Sin decir nada, y sin desactivar la música, cojo la ropa que Justin ha dejado sobre la cama, y camino hasta el pequeño cuarto de baño que ahí en su habitación. Abro la puerta, y la cierro dejando a Justin con una mirada de confusión en la misma posición que hace tan solo unos segundos, río ante su cara sin que él se de cuenta, y me desprendo de la ropa sucia quedándome en ropa interior.

Abro el grifo de la ducha, y dejo que el agua se temple. Me miro en el espejo, y realmente me doy lástima. Mis ojeras son del tamaño de mi cara prácticamente, tengo los ojos hinchados, y los labios rojos de llorar. Mi cuerpo está hecho una mierda, ya que me paso la mayor parte del tiempo llorando, y en mi habitación encerrada sin probar bocado, porque justo cuando voy a hacerlo mi padre intenta sacarme de mis casillas, y lo termina consiguiendo.

El vaho ha cubierto gran parte del pequeño servicio, en señal de que el agua ya está lo suficientemente caliente. Entro en la ducha, y dejo que el agua caiga por mi cuerpo cómo si las cataratas más bonitas del mundo estuvieran sucediendo ahí. Me estremezco ante el tacto del agua caliente, y la verdad lo necesitaba. Río angustiada, porque no puedo dejar de pensar en la situación. Alargo mi mano hasta un bote de champú y lo esparzo por mi largo pelo color chocolate mientras me doy un masaje intentando alejar todos los malos pensamientos, y poco a poco lo voy consiguiendo. Aclaro mi pelo con total sutileza, intento no dejar ni un rastro de champú en el y lo consigo. Al lado, hay un bote de gel con olor a fresas, mi olor favorito. Sonrio. Realmente Justin  y yo tenemos bastantes cosas en común, agito mi cabeza de un lado a otro intentando sacar esos pensamientos de mi mente, y aclaro el gel de mi cuerpo. Apago la ducha, y envuelvo una toalla sobre mi cuerpo y la otra sobre mi cabello.

Seco mi cuerpo, y me coloco el conjunto de ropa interior que la hermana de Justin me ha prestado, bragas rosas y blancas a conjunto con el sujetador. Río antes le buen gusto de la pequeña Bieber, y acto seguido coloco los pantalones de chándal y la camiseta en la que cogerían dos cómo yo.

Salgo del servicio, y me encuentro con la mirada de Justin posada en todo mi cuerpo. Escanea cada una de mis curvas, y sus ojos se van a salir de la órbita de un momento a otro, le miro y sonrío. Realmente él me ha hecho sonreír. Y camino hasta la mesa dónde está mi cena. La verdad es que estoy hambrienta, me comería cien sándwich cómo este.

Le pego el último bocado al sándwich de pavo, y me bebo el zumo que la madre de Justin me ha preparado. Cogiendo el plato, y saliendo de la habitación para dejarlo encima de la mesa de la cocina, y regalarle un insonoro gracias a la madre de Justin, que solo ella pudo escuchar, y me devolvió con una sonrisa.

Subo de nuevo las escaleras, y realmente me he perdido. No sé cual es la habitación de Justin, y esta situación me incómoda. Si de repente me encuentro con su padre, creo que se me caería toda la ropa de vergüenza, y de que se piense cosas que realmente no son. Todo el día lleva entrando y saliendo gente de esta casa, pero en el tiempo que llevo aquí, aún no he visto a ningún hombre que pueda parecer ser su padre.

-¿Qué haces ahí? —dice una voz que puedo reconocer al instante.
-No sabía cuál era tu cuarto—digo escondiendo mi cabeza sobre mi pelo color chocolate.
-Es aquí—dice señalando dónde él está.
-Ah, vale—digo cortante.

Apartándole de la puerta casi de un empujón, camino hasta la ventana y me siento en el pequeño filo que hay. Justin vuelve a posar su mirada en mí, y estoy hace que mi intimide y me sonroje. Realmente, sé que si por el fuera, me pondría sobre su cama para hacerme el amor hasta que gritara su nombre cómo tal desesperada, pero no será así, Justin para nada es mi tipo. Yo estoy acostumbrada a tíos más formados, sin gafas  y con mucho recorrido. Si estuviésemos hablando de otro Justin, es decir, con otro cuerpo quizás me gustaría más la idea.

-¿Puedes dejar de mirarme así? —digo señalándole.
-Lo siento—dice él mientras su piel coge un color algo rojizo.
-Siempre lo haces—digo mirándole seriamente—Es decir, todos los días noto tu mirada en mi—carcajeo.
-A veces me sale solo—confiesa él.
-¡Que pena! —digo caminando para sentarme a su lado—Quizás si fueses menos friqui, y tuvieras mejor cuerpo, podría dejar que miraras. —digo en un tono algo duro.
-Pero soy así.
-No eres feo, Justin—digo sincerándome—Solo que te sacas poco partido.
-Llevo así dieciocho años, no voy a cambiar para gustarle a una chica—agacha su cabeza.
 -A veces es bueno cambiar.
-Voy a dormir, ya es tarde—dice tajante y serio.

Me levanto de la cama y vuelvo a la misma posición en la que estaba antes. Me niego a dormir con Justin después de cómo me observa. Me siento en el filo de la ventana. Sólo me queda un vente por ciento de batería para sobrevivir toda la noche sin dormir, y escuchar música. Esto será una dura supervivencia…

| Narra Justin |

· Tres de la mañana, de esa misma noche…

Un ruido hace que me desvele. Miro a mí alrededor, y veo a Beth sentada en el suelo, junto a la ventana, arropada con una chaqueta y dormida cómo un lirón. Sonrío ante la cara de ángel que tiene mientras duerme.

¡Que irónica es la vida! La gente cuando duerme parece un ángel, y cuándo están despiertos pueden ser realmente crueles. No sé porque lo hice, no sé porque saqué a Beth de aquellas calles oscuras de Ohio cuándo hace tan solo horas antes me había amenazado con contarle a todo el instituto la historia sobre mis cortes, aunque realmente no tenía ni idea. No sé por qué, pero lo tenía que hacer. Cuando la vi tirada en aquel suelo, tan indefensa, mi corazón latía demasiado rápido y mi voz interior habló para hacer un buen acto, y por primera vez decirme buenas palabras.

Salgo de la cama, y camino hacia el otro lado abriendo las sábanas. Camino hasta la ventana, y cojo a Beth entre mis brazos para dejarla suavemente sobre la cama y así intentar que no se despierte. Lo consigo. La arropo con total suavidad. Ella es cómo un cristal, es duro por fuera pero frágil por dentro. Puede romperse en mil pedazos con tal solo tocarla, o darle un mal golpe.

| Narra Beth |

Siento cómo alguien me carga en sus brazos, y de un momento a otro me siento cómo en una nube. El suelo frío en el que me había quedado dormida, pasa a ser una caliente nube, que hace que mi cuerpo se temple de una vez por todas. Sé que ha sido él, sé que ha sido Justin. Me arropa con suavidad, y camina hasta el baño. Puedo ver cómo su silueta bien definida en la penumbra de la habitación se pierde en la puerta del cuarto de baño. Sonrio y susurro un gracias, que nadie, excepto yo puede escuchar.

La puerta del baño se vuelve a abrir, y la misma silueta camina hasta la cama, quedando al lado opuesto en el que yo estoy, y arropándose hasta arriba, ya que el frío se ha apoderado de la noche en Ohio. Pensando bien, me siento mala persona. Yo le amenazo con contar lo más íntimo de su vida privada, y él sin embargo me da cobijo, ropa, comida y cama sin pedirme ni una sola explicación de por qué andaba por esas calles oscuras, y las lágrimas empapaban mi cara.

Me giro, para quedar espalda con espalda. Justin ya se ha vuelto a dormir de nuevo. Estoy a punto de dormirme, cuando siento que el cuerpo que está justo a mi lado, se da la vuelta, y enrolla sus brazos en mi cintura dándome un tierno abrazo. Sonrío ante la situación incómoda, y le susurro un buenas noches que creo que no ha podido escuchar, pero estaba equivocada.

-¡Buenas noches Beth!

Y no articulo palabra, pocos minutos después el sueño se apodera de mi cuerpo, y vuelvo a caer en un plácido sueño.

****

¡Hola! Perdonar el retraso de subir el capitulo, me paso el día disculpándome, me meo. Bueno, tengo una buena noticia, y otra mala noticia.
La buena noticia es que entre mañana y el lunes intentaré subir una maratón de dos capítulos. Y la mala es que estaré sin internet en casa un tiempo, y tengo que venirme a la otra casa para poder subir, subiré un capitulo cada diez días aproximadamente, o cada semana. ¡Gracias por leer!

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¡Os quiero!






domingo, 26 de enero de 2014

Cuatro.



· Capitulo 4.

| Narra Justin |

El despertador suena. El viento mueve los árboles de una forma brutal, y abajo ya se escucha a mis hermanos pelearse por quien entrará primero al baño. Un día más que añadir al calendario.
Doy un pequeño salto de la cama, y camino hasta el cuarto de baño. Abro el grifo del agua caliente, y juntando mis manos dejo que caiga creando una pequeña piscina, y la estampo contra mi cara, y así dos veces. Me desprendo de la camiseta del pijama, y me quedo observando mi reflejo en el espejo.
Me quedo pensativo, y muevo mi cabeza de un lado hacia otro, ‘es normal que nadie te quiera con ese cuerpo’ ‘¿te has visto bien?’ ‘Tus gafas son cómo las que llevaban los abuelos en su época y eran modernas’ y más pensamientos así ruedan por mi cabeza. Un vez más ya están esas malditas voces inquietando cada uno de mis pensamientos.
Cojo la pasta de diente y la esparzo por el cepillo, y acto seguido cepillo mis dientes. El uniforme está colgado en la percha del baño. Pantalón azul marino, camisa blanca, jersey azul, la corbata y esos zapatos negros de punta horribles. Sonrio al espejo, y mis dientes están mucho mejor que hace dos años cuando me puse el aparato, ya queda poco para terminar esta tortura y recibir todo tipo de insultos por llevarle.

[…]

-¿Qué tal has dormido hoy? —pregunta mi madre desde la otra punta de la cocina—No tienes buena cara, cielo—insiste ella.
-Sí, mamá —intento sonar lo más creíble posible—Ya te dije que hace tiempo que duermo del tirón—insisto y sonrío falsamente.
-No sé, cielo —dice dudosa ante mis palabras—Últimamente estás demasiado raro, y a penas vuelves a salir de casa. —Suspira— Ya sabes que yo soy tú amiga.
-¡Normal! —Dice mi hermano Jaxon desde la otra punta de la mesa— Es un empollón mamá, ¿quién va a querer salir con un empollón? — escupe mi hermano pequeño.

Mi hermano Jaxon es todo lo contrario a mí. Le saco tres años. Es rubio, con los ojos marrones claros tirando a una mezcla entre marrón y verde. El no lleva gafas, ni lleva tampoco aparato. Es de los populares del instituto. Es el capitán del equipo de rugby, y todas las chicas están locas por él. Lo más duro es cuando nos cruzamos por los pasillos, y todo empiezan a decirle ‘Jaxon, tu hermano es un pringadillo, yo creo que es adoptado’ y mi hermano les ríe la gracia seguido de un ‘es la vergüenza de la familia’.
Su cuerpo está mucho más desarrollado que el mío, él va a gimnasio desde hace unos meses y ya empieza a tener forma.

-¿Qué has dicho? —dice mi madre en un tono brusco.
-Nada mamá —dice Jazzy para que no se monte la misma pelea de todos los días —Jaxon es estúpido y se tiene la popularidad demasiado subida a la cabeza, tanto que cuando camina por los pasillos parece no conocer a sus hermanos. —reprocha mi hermana.
-¿Es eso cierto? —dice mamá.
-Sí —dice Jazzy.
- Jaxon —dice ahora dirigiéndose a él — Son tus hermanos dentro y fuera del colegio ¿lo entiendes?
-¡Mamá! —Digo llamando su atención —Es igual.
-Arriba los tres, vais a llegar tarde— dice mamá dejando pasar el tema —Y portaros bien en clase. Jazzy, ¡mucha suerte con tu examen de química! —dice regalándole un beso en la mejilla —Tu Jaxon deja de ser tan canalla con tu familia, porque algún día les necesitarás y te mandarán a paseo —dice dándole una palmada en la espalda —Y tu cariño, no pienses en cosas malas e intenta relacionarte más— dice mamá algo asustada.

Mi hermana Jazzy, sin embargo, es de las que pasa desapercibidas entre la gente del instituto. Saca unas notas normales, y sus amigas son de lo más normal que hay ahí.
Es noble y humilde, y siempre que me ve me saluda con un beso en la mejilla. Creo que ella es la única amiga de verdad que tengo, con solo mirarme a la cara sabe si me pasa algo, y con una mirada nos entendemos. Y realmente, ella es la que me anima a seguir siendo cómo soy porque dice a pesar de que la gente me vea un bicho raro, soy alguien casual alguien diferente, y que las mejores personas son así.


[…]

Subo al autobús, y sufro la tortura de cada mañana. Recibo insultos de todo el mundo, mi hermana da dos palmadas en el asiento libre que hay justo a su lado, y quiere decirme que me siente a su lado. Camino por el pasillo hasta llegar al asiento, y por fin me siento. Saco el móvil del bolsillo, y conecto los auriculares. ¡Bendita música!

Mi vida no es nada fácil, llevo sufriendo acoso desde que tengo seis años. Mi hermano pequeño se avergüenza de mí, no tengo padre, y mi madre trabaja demasiado duro en casa para sacarnos hacia adelante. Siempre he sido el bicho raro, y a veces escucho voces en mi cabeza que hacen que odie todo de mí, hacen que quiera escapar de la realidad, y la música a veces me ayuda, pero otra me hunde más y tengo que recurrir al jodido tema. El querer morirme. Creo que he perdido la cuenta de todas las veces que he intentado suicidarme, todas las veces que he visto cómo la sangre de mis venas caía por mi mano hasta esparcirse por el suelo, y ahí se mezclaba con mis lágrimas.

Y no solo es eso, el segundo año de instituto me enamoré de una chica. Ella se llama Sam Watson, ahora es amiga de los populares del instituto, amiga de las animadoras, y no es la misma que hace cinco años. Nuestra relación terminó poco tiempo después de que ella empezara en el equipo de animadoras. Se burlaba de mí como todos los demás, y me humillaba delante de todo el instituto. El amor es una mierda, desde entonces no me he vuelto a enamorar, deje de creer en el amor desde aquel día.
[…]

El timbre ha sonado, y el Señor Stefan ya ha entrado por la puerta para dar comienzo la clase de historia. La gente saca los cuadernos de sus mochilas, y empieza a tomar apuntes. Mis pensamientos están en otra cosa, y no puedo sacarme de le cabeza las palabras de mi hermano, asiento ante todo lo que dice el profesor Stefan, y hago cómo si estuviera escuchando lo que dice, realmente ahora lo que pasó hace muchos años me da igual. Sólo quiero salir corriendo, y encerrarme en mi cuarto bajo las sábanas y así olvidarme por un momento del monstruo que soy.

| Narra Beth |

El segundo día de clase, y ya llego tarde. Tiro la colilla en la puerta principal, y entro en el edificio. Los pasillos están vacíos y silenciosos. Abro la taquilla, y guardo ahí mi pequeño bolso, guardo el móvil en el bolsillo y cojo los libros de historia, minutos después de comprobar de nuevo el horario de hoy. Camino lo más rápido posible, y me paro frente a la puerta de mi aula. ¡Genial! La clase ya ha empezado, y el profesor parece estar bastante centrado en el tema de la primera guerra mundial, y los primeros dictadores a nivel mundial.

Toco a la puerta, y suspiro ahogada, mientras rezo en bajo para que me deje entrar a pesar de mi retraso de diez minutos.

-¿Si? —dice el señor Stefan. —¿Quién es?
Suspiro antes de abrir la puerta.
-¿Se puede? —digo agachando mi cabeza algo avergonzada.
-Usted debe ser la señorita Nelson —dice mirándome por encima de sus gafas —¿Qué pasa? —Dice con una risa irónica —¿En su casa no hay reloj? —vacila ahora.
-No —digo desafiante —Se nos quedaron sin pila justo anoche, señor Stefan —río victoriosa —Lo siento, no volverá a pasar. —Digo mientras camino hacia mi pupitre al lado del más empollón de la clase.
-¡Está bien! —dice colocándose su gafas y girándose hacia la pizarra —Sigamos con la clase.

Saco mi cuaderno para tomar apuntes, y miro a Justin que se encuentra en otro mundo, quizás está en empollolandia, o en nerdlandia. Río mientras observo cómo pone cara de empanado haciendo que escucha todo lo que el profesor Stefan está diciendo, y mientras tomo nota de cada de detalle que va dando.

La manga de Justin se baja, y veo cómo una pequeña línea medio recta atraviesa su muñeca de un lado hacia otro. Un pequeño pinchazo siento en mi estómago, y se forma un nudo en mi garganta. ¿Eso es una raja? Abro la boca en señal de asombro, y sigo observando, no hay solo una, hay unas pocas.

-¡Friqui! —digo dándole un pequeño golpe en la mano.
-¿Qué? —contesta seco y borde.
-¡Vaya humor! —río— ¿Qué pasa no se te ha dado bien estudiar la lección diaria? —bromeo.
-¡Déjame en paz! —dice ahora él intentando no subir el tono. —Tú a lo tuyo, y yo a lo mío.
-¡Háblame bien, empollón! —digo mirándole de forma desafiante a los ojos —¿o quieres que todo el instituto se entere de que autolesionas? —digo ahora de una forma más cruel.
-¿Qué dices? —su voz se vuelve más apagada y su cuello se tensa —¿De dónde has sacado eso?
-Intenta taparte las rajas mejor —digo señalando su brazo izquierdo— Cualquier podría haberlo visto.
-¡No serás capaz!
-No me tientes Bieber, no me tientes.

[…]


El timbre ha sonado señalando el fin de clases. Recojo la carpeta con todos los apuntes de la clase de química, y camino hasta mi taquilla. No hay rastro de ninguno de los chicos, y tampoco de las chicas, ¿dónde coño se han metido? Meto la carpeta en la taquilla, y cojo el bolso que esta mañana había dejado ahí. Cierro la taquilla y camino hasta la salida.

Miro hacia un lado, y hacia otro y no hay señal de ninguno de los chicos. Toda la gente está en la puerta esperando al autobús, o esperando a que sus padres vengan a buscarlos. Un chico, de la clase de Jade pasa por mi lado, relatando algo entre dientes con un amigo. Suspiro, y me empiezo a agobiar.

Siento cómo unas manos se posan en mis ojos, y no tengo ni idea de quién podrá ser. Nerviosa, empiezo a tocar las manos intentando saber quién es por el tacto de la piel, pero misión fallida. Estoy a punto de darme por vencida, y siento cómo acomoda sus labios en mi cuello dejando ahí un tierno beso mojado. Suspiro. Es Chaz. Me siento aliviada al saber que he encontrado a alguien, y nerviosa porque no sé qué cojones hace Chaz con su puñetera vida, pero sonrío.

Chaz quita las manos de mis ojos, y me doy la vuelta quedándome justo enfrente de él. Sonríe, y me da un tierno beso en la mejilla. ¿A qué está jugando? Rio y le devuelvo el beso en la mejilla. El silencio se apodera de la situación, y el agobio vuelve a mí. Estoy sentada en un escalón, y alguien empuja mi mochila haciéndola caer.

-¿No ves por dónde pisas? —digo en un tono brusco y levantándome del escalón. Chaz se queda de piedra.
Me giro y veo a un niño rubio, de unos quince años de edad, mirándome de arriba abajo cómo si fuera una escultura.
-Te he hecho una pregunta—contesto en un tono más brusco aun.
-Lo siento—dice él—Tampoco hace falta que te pongas así, novata. —ríe para hacerse el chulo delante de sus amigos.
Ahora Chaz se pone también de pie, y se queda justo a mi lado, el va a hablar pero le haga un gesto para que mantenga su puñetera boca cerrada. No hace falta que me defienda nadie.
-¿A ti no te han enseñado que a las personas mayores que tú hay que respetarlas? —contesto divertida.
-Si—dice él—Pero no a las que llegan nuevas al instituto. —dice el creyéndose victorioso. —Pero bueno, estás demasiado buena cómo para seguir vacilándote, seguramente que algún día te arrepientas de haberte puesto chula, y estés a mis pies rogándome un polvo.
Comienzo a reír a carcajadas de forma irónica.
-Vamos a ver, pequeño—digo colocándome delante de él y nos separan unos milímetros—Yo llevo a rajatabla eso de pequeñines no—río—y créeme que si me desnudo delante de ti, si haberme quitado la camiseta ya te has corrido—digo acercándome aún más él—ni en tus mejores sueños, me acostaría contigo, mocoso.
-¿Estas segura? —Dice volviendo a la distancia principal—Soy Jaxon Bieber, todas terminan cayendo.
-Tan segura cómo que me llamo Beth Nelson, cielo. —carcajeo—Yo que tu tenia cuidado con eso—digo señalando a su pene—No vaya a ser que saques un ojo a alguien.

Todos sus amigos comienzan a reír, y el pequeño de los Bieber sale corriendo dirección al autobús. Me siento de nuevo en el escalón en el que estaba sentada antes de que llegase el estúpido hermano de Bieber, y saco un cigarrillo rubio de mi bolso.

-Das miedo—dice Chaz sentándose a mi lado.
-¿Quién cojones era ese? —digo dándole una calada a mi cigarro.
-Jaxon Bieber, el capitán del equipo de rugby de los alevines. —dice cogiendo aire—El hermano de Jazmin Bieber la chica más lista de su curso, y hermano de Justin Bieber, el friqui del instituto—ríe.
-¡Vaya familia! —Río—¿Dónde están los demás? —digo cambiando de tema.
-Castigados—dice Chaz.
-¿Y tú?
-Yo estoy en el A, y los demás en el B.
-¡Es verdad! —Digo dándole otra calada más al cigarro—¡Estúpida! —río.
-Si vuelves a hacer eso, no respondo de mis actos—dice Chaz desafiándome.

Rio ante su comentario, y vuelvo a hacerlo. Los chicos saldrán a las tres y media, y solo son las tres. Me suenan las tripas, y la situación con Chaz cada vez es más difícil de sobrellevar.

Chaz da un golpe en mi brazo, y giro mi cabeza quedándome justo enfrente de él, acorta la poca distancia que había, y deja un beso casto en mis labios. Sonrio en su boca, y le devuelvo el beso. No sé que estoy haciendo, solo sé que me siento a gusto, que me siento cómoda con él. También estoy hecha a la idea, de que solo quiere un polvo conmigo y si te he visto no me acuerdo, pero realmente yo tampoco estoy buscando nada más. Solo algo que me quite el aburrimiento nocturno los fines de semana, y que me haga las semanas más amenas.

El abre sus piernas, y hace un gesto para que me siente en el escalón de abajo. Asiento, y bajo un escalón quedando entre sus piernas. El aparta el pelo de mi cuello, y comienza a dejar ahí besos mojados. Mi piel se eriza ante el tacto caliente de sus labios en mi piel fría.
Hace girar mi cara, para quedarme justo en frente de él, y besa mis labios de una forma tierna. Pide paso para hacerse el dueño de mi boca, y asiento. Una vez más mis pensamientos se confunden, y no sé que cojones estoy haciendo. Aparto mi cara, dejándole ‘a medias’.

-Me tengo que ir Chaz, es tarde.
-Pero…
-Ayer casi me pillan, no quiero que me castiguen. Créeme que si me tiro una semana en casa terminaré volviéndome loca. —digo dejando un beso casto en sus labios.
-¡Hasta mañana!

Bajo las escaleras, y salgo del recinto del instituto poniendo camino a casa. Saco el móvil del bolsillo, y mando un mensaje a Jade.

‘Lo siento, me he tenido que venir a casa. Mañana nos vemos, o esta tarde escríbeme y salimos un rato.’

Sacos los auriculares del bolsillo, y los enchufo al iPhone. Está sonando ‘towers’ de Little mix. Hace un viento horrible, y un frio infumable.

[…]

Después de media hora he conseguido llegar a casa. Se escuchan los gritos de mi padre preguntando dónde cojones estoy y porque no he venido a comer. Mi hermano le contesta aún más alto, y la situación está realmente desbordada. Saco el móvil del bolsillo, y apago el reproductor de música. Desconecto los auriculares, y saco las llaves de casa.

La puerta hace un ruido espantoso, y parece que ha pasado un ángel. Todo el mundo se calla. Suelto el bolso en las escaleras, y camino hasta el comedor dónde están todos sentados en la mesa esperando a que yo llegue. Sindy me mira con cara de pocos amigos, al igual que todos los demás. Les dedico una sonrisa irónica, y no escupo palabra. Me siento en la mesa, y espero a que alguien empiece a hablar antes de que se forme en mi casa la tercera guerra mundial.

-¿De dónde vienes? —escupe mi padre en tono furiosos.
No contesto.
-Te he hecho una pregunta, Beth—dice subiendo un poco más el tono de voz.
Y sigo sin contestar.
-Beth—dice esta vez Sindy—¿por qué has llegado tan tarde? —dice ella es su tono de voz. Suave y dulce, como si estuviera susurrando.
-De clase. —digo seca.
-¿A estas horas? —dice mi padre—Tú hermano ha llegado hace una hora.
-Eso es mentira—escupo yo—se tarda media hora en llegar hasta aquí caminando, y solo son las tres y media.
-No contestes.
-Si me preguntas, tendré que contestarte ¿no? —vacilo.
-Estoy harto Beth—dice en tono de desesperación. —Harto de que hagas lo que te da la gana cuando te da la gana. Aquí hay unas normas.
-Soy mayor de edad ¿recuerdas? —le escupo yo sabiendo que eso no le va a sentar bien—Estoy aquí porque mi madre me dejó aparcada hace tres meses y no tengo otro puñetero sitio dónde ir. —digo ahora gritando. —No me gustas Liam, no me caes bien. Que en un papel ponga que seas mi padre, no significa que realmente lo seas.
-¡Cállate estúpida! —dice mi hermano levantándose de la mesa.
-Yo no soy Ed, ni mucho menos Alice—digo mirando a mi padre de forma desafiante—Hay muchas cosas que tengo guardadas durante años, Liam. Cosas que aunque me expliques no se me olvidarán—digo llevando un trozo de pan a la boca—Cosas que nunca entenderé. —digo ahora levantándome de la mesa.
-Estas bajo mi tutela. —dice él.
-¡NO! —grito—Tengo autoridad sobre mi misma. Cómo si mañana quiero coger esa puerta e irme de aquí.
-Tienes solos dieciocho años, Beth.
-¿Y? —digo vacilándole de nuevo—No has hecho que te tenga un respeto desde hace muchos años, ¿por qué tendría que respetarte ahora? —escupo enfadada.

No contesta. Llevo el plato a la cocina, y subo las escaleras hasta mi habitación. Me deshago del horrible uniforme, y me pongo cómoda. Me tumbo en la cama, y vuelvo a conectar los auriculares y la lista de reproducción.

[…]

La seis de la tarde y sigo sin hacer nada productivo. La puerta de mi habitación no ha dejado de sonar desde que me he metido aquí. He escuchado cómo mi hermano Ed, discutía con mi padre, y Sindy apoyaba al pequeño pelirrojo. Mi vida es un caos desde que llegué a Ohio, lo más jodido es que aquí sigo siendo menor de edad, y en parte él manda sobre mí. ¡Quiero irme de aquí!

Saco el teléfono de debajo de la almohada, y tengo dos mensajes. Jade, y Chaz. Ninguno de mamá. ¿Dónde estará mi madre? Y no entiendo porque no da señales de vida, no entiendo porque solo llama una vez al mes. No entiendo nada, y estoy empezando a volverme totalmente loca.

‘¿Nos vemos esta tarde?’
‘Estoy castigada de por vida, Chaz’
‘¿Y eso?’
‘Mi padre, es estúpido’
‘Escápate’
‘Y volveré a tener la movida de todos los días. Paso’
‘Jo.’
‘Nos vemos mañana’
‘¡Hasta mañana!’

Entro en la lista de contactos, y busco el número de mi madre. El número está en la pantalla, y sigo indecisa. No sé si llamarla o no, quizás me salga con sus ‘estoy demasiado ocupada Beth ahora no puedo hablar’ o ‘el teléfono que llama no se encuentra disponible en estos momentos’. Cabreada bloqueo el móvil, y me tiro de nuevo en la cama.

Siento cómo algo cae por mi mejilla, y de un momento a otro me encuentro tirada en la cama llorando. No aguanto más esta situación, y no entiendo porque tengo que vivir con alguien a quién odio, alguien que me dejó tirada cuando era una cría para venirse aquí a formar otra familia. ¿No tenía bastante con nosotros?¿Que cojones hicimos mal?

Cojo la chaqueta y bajo las escaleras. Pego un portazo a la puerta para que sepan que me he ido de casa, y escucho cómo mi padre sale detrás de mí pegándome voces y repitiendo siempre la misma frase ‘Beth Nelson, estás castigada, ¿dónde vas?’. Ignoro sus palabras y sigo caminando, subo el volumen de la música, e intento perderme en lo único que siempre termina haciéndome sentir bien, la música.


Llevo una hora caminando sin rumbo. Estoy en una plaza, y el frío se va apoderando de la noche oscura en Ohio. Son las siete y media de la tarde, y ya el cielo está totalmente cerrado. Siento cómo todos los ojos se posan en mí. Camino rápido cuando de repente choco contra algo o alguien. La vista empieza a nublarse, y me tiemblan de nuevo las piernas. ¿Qué cojones me está pasando?

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¡Hola! Hini está aqui de vuelta, jj. Espero que os haya gustado el capitulo, y por favor, aunque suene a pesada, dejadme un comentario por twitter o algo, porque no sé si os va gustando, aunque sea un 'está bien' o algo así. Bueno, intentaré subir el jueves. 

Si has leido el capitulo cuatro y quieres que te avise del cinco da RT o FAV aquí -> here.