miércoles, 30 de octubre de 2013

Capitulo cincuenta.

Da RT aquí. si te ha gustado mi novela.
Y da RT AQUÍ. si estas dispuesta a leer mi próxima novela. ♥
Ahora más que nunca me gustaría pediros un favor, y es que me deis vuestra opinión sobre la novela. ¡POR FAVOR! 



· Capitulo 50.

· Septiembre del 2014.

| Narra Tara |

El despertador suena. Es mi primer día de clase. Mi primer día cómo universitaria. Salgo de la cama y voy caminando hasta el baño. Miro un pequeño bulto en mi cama. Es él. Sonrío como una estúpida y entro al baño.
Abro el grifo de la ducha y mientras el agua coge temperatura me desprendo de todas y cada una de mis prendas.

Cuando el agua está templada, meto mi pie izquierdo en la bañera y un escalofrío recorre mi cuerpo de arriba abajo. Entro el cuerpo entero, y dejo que al agua caiga. Esparzo champú por mi cuerpo, y acto seguido hago lo mismo con mi pelo. Lo aclaro, enrollo una toalla en mi cabeza, y otra en mi cuerpo.

Cuando estoy a punto de darme la vuelta siento cómo unas manos se acoplan en mi cintura. Me giro quedando cara a cara con él, y sonrío cómo una idiota. Esta realmente sexy. Sus boxers y su pelo despeinado. Me roba un beso, y se mete en la ducha.

-Pasa un buen día, nena. —dice desde la ducha.
-Igualmente, Justin.

[…]

Estoy a la puerta de la universidad, me tiemblan las piernas, aun no me puedo creer que me haya cogido en la facultad de audiovisuales. Respiro hondo, y subo los escalones hasta la puerta principal, aún quedan quince minutos para que las clases empiecen. Saco un cigarrillo de mi bolso, y le prendo. Estoy nerviosa.

Estoy de espaldas escribiendo un mensaje a mi madre cuándo un grupo de chicas toca mi espalda. Asustada me doy la vuelta, y ellas me tranquilizan con una sonrisa. Río en forma de relajación.

-Lo siento si te he asustado—dice la morena.
-No es nada—río—Es que estoy nerviosa.
-¿Es tú primer día? —dice ahora la castaña.
-Sí.
-El nuestro también—dice ahora una rubia—Bueno, menos el de Kels—dice señalando a la más bajita de ellas.

El nombre de Kels retumba mi mente. Mi sueño. El nombre. El destino, supongo. Rio.

-¿Y qué queríais?
-Veníamos a decirte que si nos prestas el mechero—dice la rubia. —Por cierto, mi nombre es Marie.
-Encantada—digo estrechándola mi mano—Yo soy Tara, Tara Weasly.
-Ellas son Desirée—dice señalando a la castaña—Alexandra—señala ahora a la morena—y bueno, Kelsy, ya te he la medio presentado antes—sonríe.

Las chicas caminan hacía a mí, a saludarme. Son realmente simpáticas.
Conversamos sobre las clases que tenemos, y estamos juntas en la misma aula, cuando justo vamos caminando hacia dentro un grupo de chicos llama la atención de las demás.

—¡Vamos! —grita Marie haciendo un gesto con la mano.
Los chicos suben las escaleras, y saludan a las chicas con dos besos, por lo que aparenta son del mismo grupo de amigos.
-Hoy te toca un día de presentaciones—bromea Desirée.
-Sí—suspiro—Odio ser ‘’nueva’’ —digo haciendo las comillas.
-Bueno, es el Chaz—dice señalando al bajito de ojos azules—él, —esta vez señala a un chico alto con el pelo rizado—es Nolan, Nolan Murray—carcajea al pronunciar el apellido, —y él, es Ryan—dice señalando a un castaño de ojos claros—es mi hermano—añade.

Los chicos se acercan a mí para saludarme, y acto seguido entramos en aquel gran edificio. Los chicos y las chicas se separan por aulas, y yo las sigo a ellas, a todos menos a Kelsy, que está en su segundo año de carrera. Ellas me cuentan donde están todas la instalaciones y me hacen preguntas sobre mi vida. Al contarles mi historia excluyendo lo de mi imaginación —obvio— se queda con la boca abierta.

[…]

Las clases han terminado por hoy. Las chicas y ya salimos a la puerta la facultad, y prendemos un cigarrillo. Un grupo de niñas pijas, con faldas cortas, extensiones, y tacones pasan por delante nuestra cuchicheando entre ellas. No puedo evitar soltar una carcajada, y Marie me pega un codazo, a lo que yo la susurro un ‘lo siento’.

-Ella es Lou, Lou Collins la pija malcriada de la universidad, también es su segundo año. —dice Desirée.
-Tampoco será para tanto—río—Yo también puedo ser una estirada si me lo propongo.
-Todo el mundo nos ha dicho que es mejor pasar de ella. —dice esta vez Marie—Y nosotras tenemos malas experiencias.
-¿Si? —digo asombrada.
-Kelsy y ella eran mejores amigas, Kelsy por aquellos tiempos estaba saliendo con Chaz, y Lou se metió por medio, y nosotras salimos en su defensa.
-¡Que zorra!
-Sí.

Las chicas y yo seguimos contándonos cosas, y vamos de camino a coger el bus. Cuando voy caminado siento cómo alguien tira de mi brazo y me separa de ellas. Me doy la vuelta y allí esta él, con sus ojos miel y su amplia sonrisa.

-Veo que ya has hecho amigas—ríe.
-Sí, son muy majas—afirmo.

Las chicas se quedan mirando y una de ellas corre hacia nosotros, y se abalanza sobre Justin, mi cara se vuelve pálida y es un poema. Las demás ríen ante mi cara, y yo sigo sin entender nada.

-Son amigos desde la guardería—susurra Kelsy en mi oído—Ella vivía en el mismo barrio que él hace unos años, pero se mudó.
-¡Ahhh! —digo ahora más aliviada.

Marie se separa de Justin y viene hacia a mí, me susurra algo que no logro entender.

-¿No sabéis quien es? —dice esta vez Justin mientras saluda a las demás.
-Sí, Tara Weasly—afirma Desirée.
-¿No te suena ese apellido, Kelsy? —dice Justin.
-Sí, mi novio se apellida así.
-Es su hermana, es la hermana de Mikel.

Las chicas empiezan a reír, y yo ya empiezo a entender todo. Los chicos son los amigos de mi hermano, los que tantas veces han ido a buscarle cuándo yo tan solo era una cría, y además por eso soñaba con ellos, porque eran personas que estaban diariamente en mi día a día y yo no me daba ni cuenta.

| Narrador |

El tiempo fue pasando sobre la vida de estos diez chicos. Justin y Tara seguían manteniendo su relación. La amistad de Tara con las chicas crecía según el curso iba avanzando tanto que llegaron a hacerse inseparables. Mikel, consiguió su título de medicina en la universidad, y la madre de Tara consiguió encontrar el amor después de unos meses, trayendo con ello un hermano pequeño para los Weasly, el pequeño Christian.

La vida es una aventura, así que, vívela al máximo, sin importar los errores, y disfrutando cada momento. La vida es mágica, aprovéchala.


¡FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN!

****

En realidad no sé por donde empezar. Son diez meses con la novela, diez meses recibiendo comentarios increíbles de cada una de vosotras, diez meses recibiendo magia cada vez que subía un capitulo. Sinceramente, vosotras me dais las gracias a mi por subir capitulo, pero yo os tengo que dar las gracias a vosotras por leerme cada vez que subía, por esperar incluso un mes por un capitulo de quizás no más de dos folios, o quizás en el que pasaba algo que vosotras no os esperabais. Un día me dijeron que yo hacía magia, pero la magia no sería posible sin vosotras. Gracias por leerme durante estos diez meses, y por seguir apoyándome incondicionalmente y esperando por un capitulo. Ya os digo, que no termina aquí lo de seguir escribiendo, que subiré otra novela, y que espero que me leáis  porque sin vosotras no vale la pena escribir.

En serio, os debo mucho, porque hacéis parte de mi sueño realidad, y es hacer soñar a los demás con simples palabras. ¡GRACIAS!
Espero que os haya gustado la novela, y os haya gustado el final y no os decepcionéis conmigo.

¡OS QUIERO MUCHO!


Cuarenta y nueve.


· Capitulo 49.

Tara se queda allí sentada en su cama pensando en todo lo que acaba de pasar. Lleva soñando con este momento desde que tenía quince años. Ahora, entiende en parte por qué él venía todos los días a visitarla, y se pasaba las horas hablándola y haciéndola compañía.

Se levanta de la cama y camina hacia el baño, tiene curiosidad por saber si su cuerpo ha cambiado. Entra el baño y enciende la luz. Se mira en el espejo y sonríe. Su cara está mucho más desarrollada, y sus ojos siguen igual de grandes y verdes que siempre. Sus brackets ya no están y se pregunta cómo lo han hecho, su larga melena morena está más crecida de lo que ella misma recuerda, y lo que más le asombra es que sus puntas no están estropeadas para nada y su pelo brilla. Le gusta este cambio, y está segura de que ahora empieza su nueva vida.

[…]

-Tara, ¿estas despierta?
-Sí.

Y abre sus ojos para ver la sonrisa de su hermano. Se abrazan. Un abrazo caluroso que hace honor a un ‘te he echado de menos’. Está claro que ella le necesitaba. Tanto cómo necesitamos el agua y el oxígeno para poder sobrevivir.

-Estás muy guapo.
-¡Que dices!
-Sí. —Sonríe— Ahora eres tú el que lleva brackets.
-Sí—dice enseñándoselos a su hermana—Pero me los quitan en dos días—añade.
-Cuéntame todo sobre ti, ya sabes ando perdida en tú vida…

Su hermano toma asiento y empieza a contarle todo lo que le ha pasado en estos últimos dos años. Llega el momento delicado, y es decirla que mi madre y mi padre se separaron justo después del accidente. Ella no parece afectada, y solo se limita a escuchar las historias de su hermano.

· Dos horas más tarde…

-Y eso es todo—dice su hermano dándole un mordisco a un bocadillo.
-¿Eso es todo? —Dice ella irónica—¿Te parece poco?
-Sí.
-Tío Mike, tiene novia y por fin has conseguido entrar dónde tú querías.
-Lo sé.
-Eres universitario, y el futuro Dc. Weasly—bromea su hermana pequeña.

La puerta suena y da paso a un hombre moreno de ojos claros y una bata blanca, supongo que él será mi médico. Comienzo a reír cuando veo a Ryan, el mejor amigo de mi hermano vestido con bata blanca y gafas de ver.

-¿Tú eres mi médico? —estallo a reír.
-Srta. Weasly—dice serio—No sabes cómo me alegro de verte reír una vez más—dice el joven caminando hasta su amiga para brindarle el más sincero abrazo.
-Gracias doctor—Bromea ella— ¿Cuándo me va a dar el alta?
-Ahora mismo. —sonríe.
-¡Menos mal!
-Firma aquí y podrás irte.
-Gracias Butler.

Y se levanta de su cama camino al servicio para ponerse de nuevo su ropa. Unos jean desgastados, una sudadera ancha, sus converse y sus gafas, preparada para comerse el mundo.

· Al día siguiente por la tarde…

| Narra Tara |

Las cuatro y media de la tarde. Hace media hora que mamá se fue de vuelta al trabajo, y Mike está en su habitación pasando apuntes cómo un loco. Dice que el algún día quiere llegar a ser cómo su mejor amigo, Ryan, y salvar la vida de miles de personas, y estoy segura de que lo conseguirá.

Camino hasta mi escritorio dónde se encuentra mi ordenador. Le enciendo. Miro el fondo de pantalla. Yo y Caroline, teníamos catorce años y fue la primera vez que ambas salimos de fiesta por la noche. También recuerdo que me puse unos tacones azules y que cuando llegué a casa tenía los dedos reventados y un montón de ampollas por la gran parte del pie. Es increíble, me he perdido quizás los mejores años de mi vida. Mi mayoría de edad. El tener mi primer novio, mi primera vez, aunque realmente es absurdo porque yo siento que lo he vivido. Quizás, quizás ellos solo sean fruto de mi imaginación pero me han regalado mil y un momentos, y gracias a ellos estos dos años han sido mucho más agradables.

Entro en el twitter y tengo un montón de comentarios de apoyo, incluso de gente que nunca me había saludado, aunque en realidad, les entiendo. Yo siempre he sido el bicho raro de clase. Aparatos, gafas, empollona, una sabelotodo. Contesto todos los que puedo, y al final decido poner uno en general ‘Gracias por todo el apoyo chicos, ya estoy de vuelta. Os he echado de menos, supongo.’ Obtengo un montón de retweets, y cuando estoy a punto de apagarle para tumbarme en la cama esperando a que Justin venga a buscarme, me han mencionado, es él.

‘’En media hora tendrás todas tu explicaciones, no me falles’’.

Sonrío ante el comentario. Decido contestarle pero sin mencionarle.

‘’Las estoy esperando ansiosa’’.

Y cierro sesión.

[…]

Me estoy dando los últimos retoques y suena el timbre de casa. Sé que Mike no bajará porque está estudiando. Grito un ‘ya voy’ lo más fuerte que puedo, y recibo un ‘vale, no tardes que aquí fuera hace frío’. Río ante el comentario.
Termino de colocarme el gorro, y la chaqueta vaquera. Coloco de nuevo mi pañuelo, y repaso mi labios con un gloss de color rosa palo. Dos gotas de colonia y estoy lista.

Bajo las escaleras de dos en dos, y respiro hondo antes de abrir la puerta.
Y ahí está el, con sus jean negros caídos, su sudadera ancha, un gorro de lana, y sus supras, y dedicándome una amplia sonrisa.

-Pasa—sonrío.
Y accede a pasar. No dice nada, y ante su silencio camino hasta la cocina para coger mi teléfono móvil que me dejé olvidado aquí hace cosa de quince minutos.

Siento cómo unas manos se acoplan en mi cintura, y una cabeza se hunde en el hueco que hay entre mis hombros y mi cuello. Suspira en mi cuello, y hace que mi piel se ponga de gallina. Río.

-Estas preciosa—susurra de nuevo.
-Yo no puedo decir lo mismo—miento.
-Tú no sabes que a las chicas buenas que mienten se las comen.
-¿Si? —digo desafiándole mientras me doy la vuelta para quedarnos cara con cara.
-Sí—dice acercándose más a mí.
-¿Cómo se las comen?¿Enteras o las mastican?
-A besos—ríe.

Y no me lo pienso. Capturo su sonrisa entre mis labios. Me moría por besarle. Es cómo una adicción rápida, sólo le he besado una vez, durante dos segundo y ya siento la necesidad de hacerlo en cada momento.

-Si tengo que mentir para que me beses, lo haré encantada—digo riendo.
-Yo estaré encantado de comerte a besos—dice en mi oído—Pero no hace falta que me mientas—dice robándome un beso casto, sin lengua, un beso simple.

[…]

-¿Dónde vamos?
-A tomar un café caliente, con este frio se agradece ¿no?
-Sí.

Y coge mi mano mientras caminamos desde el parque hasta la cafetería más cercana. Me intimida demasiado cuándo se queda mirándome durante un buen rato, y después me dedica una sonrisa.

Entramos en la cafetería, y caminamos hacia la última mesa de la primera fila, que es la única que hay libre. Se sienta enfrente mía, y me sonríe cómo un idiota. Le devuelvo la sonrisa.

Una camarera joven, de unos veintidós años aproximadamente se acerca hacia nosotros.

-¿Qué desean pareja? —dice sacando su bolígrafo.
-Chocolate con nata—dice Justin.
-Cappuccino, muy caliente—añado yo.

Nos dedica una sonrisa, y camina hacia la barra.

-Bueno, mis explicaciones ¿para cuándo?
-¡Ah! Es verdad, se me había olvidado que esto no era una cita—carcajea.
-Imbécil—digo dándole un pequeño toque en el hombro.
-Creo que es demasiado obvio—dice poniéndose algo más serio—Es decir, es obvio que iba día a día porque me gustabas, y me sigues gustando demasiado.
-Pero, nunca me lo dijiste cuando podía contestarte—digo ahora yo mientras le pego un trago al café.
-Lo sé—dice el imitándome—Pero no me atrevía, fui demasiado cobarde.
-Sí.
-Tenía miedo.
-¿De qué?
-De recibir un no por respuesta—dice agarrándome las manos—Yo sé que tú no eres cómo las demás.
-No, no lo soy—digo riendo—Pero si había algo obvio en todo eso es que yo te iba a decir que sí Justin, todos sabían que me tenías loca, todos menos tú.
-¿Todos?
-Sí.
-¿Por qué? ¿Tú lo contaste?
-Es obvio que no—digo moviendo mi cabeza de un lado a otro—Pero me tiraba todo el día mirándote, y me quedaba embobada. Y siempre que venias con mi hermano, te huía.
-¿Cómo ahora?
-¿Ahora qué?
-A veces huyes de mi mirada.
-Me intimidas.
-Tienes unos ojos muy bonitos.
-Cállate.
-¿Por qué?
-No me gusta que me digan cosas bonitas, no estoy acostumbrada.
-Pues empieza acostumbrarte, porque yo cada día te diré lo preciosa que vas y lo bonita que eres.
-Idiota.

Justin se levanta de su asiento y toma asiento justo a mi lado. Me acerca a él, y nos separa un escaso centímetro. Río. El ríe. Y así hasta que me encuentro atrapada por sus labios. El gana la batalla.

-¿Quién te ha dicho que quiera acostumbrarme?
-Tú Tara, te conozco demasiado bien y para mí no hace falta que digas una palabra, porque sé lo que quieres decir con la mirada.


Y me vuelve a besar.

****

<- Si quieres seguir leyendo, pasa a la siguiente página.

Cuarenta y ocho.



· Capitulo 48.

|Narra Tara|

Estoy tumbada en la cama, los parpados me pesan. Siento un montón de ruidos a mí alrededor. Siento punzadas en mi cabeza. Unas manos frías acarician mi mano susurrando algo que no llego a entender. ¿Qué cojones está pasando? Me siento desubicada. Cómo si el mundo empezara de nuevo para mí, cómo si todo lo que he vivido no haya sido nada más que un jodido sueño. Un sueño largo. Demasiado largo. Es como si los últimos años de mi vida no hubiera sido yo la que los ha vivido, si no me simple imaginación.

Intento abrir mis ojos pero no me dejan. Un pitido insoportable vuelve a sonar. ¿Qué está pasando? Quiero abrir mis ojos. Quiero verle a él. Quiero saber dónde estoy situada, y quien es la persona que está agarrando mi mano con tantísima fuerza, mientras deja caer sus lágrimas en ella. ¿Qué le pasa?¿Por qué llora?

Es inútil. Por mucho que luche contra mí misma, esta fuerza me está ganando. Intento apretar mi mano contra la mano de la otra persona, pero no soy capaz. Un intento más, si no puedo paro. Pienso internamente, y suelto un bufido, o eso es lo que yo creo hacer. Y aprieto mi mano contra la de la otra persona con fuerza. Lo he conseguido.

Siento cómo sueltan mi mano, y empiezan a gritar algo que ni yo misma descifro. ¿Qué pasa?¿Por qué gritan cómo locos? Estoy paralitica, no muerta.
Cada noche he rezado interiormente para saber quién es quién me agarra la mano. Para saber si él, es real.

[…]

Abro los ojos. Estoy en un hospital. Las paredes con de color amarillento, y en la ventana hay unas cortinas de color gris algo desgastado. Unas mil máquinas están conectadas a mí, mejor dicho, yo estoy conectada a ellas. ¿Por qué estoy aquí?¿Cuánto tiempo llevo aquí? Me miro de arriba abajo. Mi cuerpo está cambiado. ¿Habré crecido?

Miro de un lado a otro, y veo cómo una mujer de unos cuarenta años sale del cuarto de baño, será la madre de mi compañera a la que no logro ver porque nos separa una cortina. La mujer mira hacia mi cama y empieza a llorar. Ya sé quién es, es mi mamá. Ella camina rápido hacia a mí, y me envuelve en sus brazos. Va de negro, parece estar de luto ¿quién se habrá muerto? Quizás el abuelo debido a su viejez.  O quizás va de negro simplemente porque ella quiere. Su cara está cambiada desde la última vez que la ví, y su pelo tiene alguna que otra cana. ¿Dónde está Mike?¿Y papá?

La miro con los ojos cristalizados, y ella me dedica una sonrisa. El silencio lo dice todo, no es para nada incómodo. Es como cuando te vas de vacaciones, y dejas a tus amigos en tu cuidad, y cuando vuelves solo quieres abrazarles por lo mucho que les has echado de menos. Es así.

-Mamá. —digo rompiendo el hielo.
Ella sonríe, y me acerca una botella de agua.
-Bebe—dice vertiendo un poco en un vaso. —Tienes que estar seca.
-Sí—sonrío—La verdad es que tengo sed.
Le pego un trago al vaso de agua, y le suelto en la especie de mesa que hay al lado de mi cama.
-¿Qué hago aquí? —me atrevo a decir.
-Llevas dos años y medio en coma, Tara.
-¿Y Mikel? —Suspiro— ¿Y Justin?
-¿Justin? —dice mi madre mientras pone una cara algo extraña.
-Sí mamá, mi novio.
-Tara, no tienes novio.
-Pero si, el accidente le tuve con él, íbamos en moto… pero ¿cómo que en coma dos años y medio? Si yo simplemente me quedé paralitica. Esto es una locura.
-No Tara, ibas con Mikel y papá, de vuelta del colegio. —Dice recogiendo las lágrimas que ahora caen por sus mejillas.
-¿Y Alexandra?
-Tara, no sé de quién me hablas.
-¡Joder, mamá! Justin es el vecino de enfrente, te he hablado de él muchas veces, el que vive con su madre y sus hermanos, ¿recuerdas?
-Sí. —Dice sentándose a mi lado— ¿y que me quieres decir?
-Que es mi novio.
-Este chico venía todos los días a verte, pero dejó de venir cuando hiciste seis meses aquí—suspira—después empezó a venir otra vez, venía con una chica morena de ojos grises, y esa sí era su novia—dice agarrándome la mano—y hace un par de meses volvió, venia todos los días a quedarse contigo mientras yo me iba a casa a ducharme y cambiarme de ropa, pero él no era tú novio.
-Esto es una locura, mamá.
-Tara, serán cosas de tu coma. El médico te explicará todo, ¿si?
-Sí. —río—Pero quiero ver a Mike, mamá.
-Mike no está Tara.
-¿Cómo que Mike no está?
-No.
-¿Dónde está? Ah, es verdad. Estará en clase.
-Sí, está en clase.

[…]

Mi madre me ha dejado sola porque ha ido a casa a coger ropa limpia para mí. Mañana me darán el alta. Son las cinco y media, y Mikel aún no ha venido a visitarme. Necesito verle. Mi hermano mayor, es todo el apoyo que tengo, además de Caroline, que a la única que mi madre parece conocer.

Cojo el móvil y le escribo un mensaje a mi hermano ‘¡HOLA, MIKE! YA HE DESPERTADO, SUPONGO QUE TE LO HABRÁ DICHO MAMÁ AHORA CUANDO HA IDO A CASA. ESTOY ANSIOSA POR VERTE, TE QUIERO MUCHO, FEO’. Suelto el móvil de nuevo en la mesita.

Cuando estoy a punto de intentar quedarme dormida la puerta de la habitación se abre. Se escuchan unos pasos silenciosos y el chico suelta el ramo de rosas blancas encima del asiento. Camina hasta a mí, y yo cierro los ojos haciéndome la dormida.

-Hola, Tara—dice mientras deposita un suave beso en mi mejilla.
Mi corazón va a mil por hora, es él. Es Justin. El que yo creía que era mi novio pero mi madre me ha dicho que no. Estoy confusa.
-Ya me ha dicho tu madre que has despertado—carcajea—Pero, para es mucho mejor que estés descansando, creo que no sería capaz de hablarte si estas despierta. —dice riendo una vez más.
Una sonrisa se escapa de mi boca, invisible e insonora.
-Tara, no te hagas la dormida—dice tambaleándome—te he visto reír.
¡Mierda! Me ha pillado, y debo estar como un tomate.
-Lo siento—confieso—Creí que lo más fácil era hacerme la dormida—digo tímida.
-Por un momento creí que era así—dice sentándose a mi lado—pero cuando vi como te ponías colorada, y la sonrisa supe que me estabas mintiendo.

Y el silencio se apodera de la habitación, este silencio si es incómodo comparado con el de mamá. El está dispuesto a hablar cuando mi móvil vibra.
Cojo el móvil y miro el mensaje, es de Mike. ‘MAMÁ, SI ES UNA BROMA NO TIENE GRACIA’ y no pone nada más. Mi cara se vuelve triste de un momento a otro, y Justin lo nota.

-¿Qué te pasa? Deberías estar feliz.
-Es mi hermano, no se cree que estoy despierta—susurro.
-Ay, Mikel—carcajea—Espera.

Se acerca a mí, y pone su cámara enfrente de nosotros. Sonríe-susurra- y un flash capta nuestras sonrisas. Envía un mensaje a mi hermano con la foto, y justo abajo pone ‘ELLA ESTÁ ANSIOSA POR VERTE, MIKE.’

-Gracias—susurro y me escondo tímida detrás de mí pelo.
-No es nada, supongo—ríe.
-¿Te puedo hacer una pregunta?
-Relativamente ya me la estás haciendo—bromea.
-Estúpido—digo poniéndome aún más roja.
-Cómo sigas poniéndote así, créeme que vas a estallar—bromea de nuevo—Venga, pregúntame.
-¿Por qué has estado viniendo aquí? Si creo que esta es la segunda vez que hablamos.
-Es raro y algo largo de explicar. —Ahora es él el que se pone rojo— Si quieres, mañana por la tarde quedamos y te cuento todo.
-Eso está hecho, pero esto no es una cita—aclaro.
-Lo sé, Weasly.

Y sonrió ante el ‘Weasly’. Me recuerda a todo lo que he ‘vivido’ estos últimos dos años y medio en mi imaginación. Porque al final, mi madre tenía razón y todo lo que he vivido ha sido un simple fruto de mi imaginación.

| Narrador |

Tara pasa la tarde hablando con Justin. Él le roba alguna que otra sonrisa, y viceversa. Está realmente a gusto cuando está con él.

Justin está a punto de irse cuándo su teléfono móvil suena. Es un mensaje de Mike. Saca el móvil de su bolsillo y mira el mensaje ‘DILE A MI HERMANA QUE EN UN RATO VOY A VERLA, Y QUE LO SIENTO MUCHISIMO’.

-Tu hermano—sonríe.
-¿Qué pasa con él?
-Viene un rato, y que te pide disculpas.
-Ah, gracias—sonríe esta vez ella.
-Bueno Tara, yo me tengo que ir, se me hace tarde.
-Adiós, Justin.

Y Justin camina hacia ella. Se quedan enganchados en los ojos. No pueden dejar de mirarse. Se acerca ella, y deposita un suave beso en su frente. Después, mira sus labios relamiéndose los suyos mismo, y contagia a Tara. Se acerca más y más. Unos dos centímetros les separan. Justin se acerca aún más rompiendo la distancia, y atrapa sus labios.

Un beso dulce, pausado. Tara ríe. Justin se contagia. Y quizás aquí está el principio de todo lo que ella lleva soñando dos años y medio.

-Hasta mañana.
-Nos vemos.


Y se dedican la última sonrisa.

****

<- Si quieres seguir leyendo, pasa a la siguiente página.

Cuarenta y siete. ♥


· Capitulo 47

 | Narrador |

Mikel está montado en su coche de camino al hospital. Atrás lleva a Pattie-la madre de Justin- y a su madre. Pattie no puede dejar de moverse de un lado hacia a otro, y coge su teléfono para avisar a sus padres de que los pequeños Jaxon y Jazzy están en casa de los Weasly -la familia de Tara-.

Tras diez minutos de trayecto, y otros diez intentando encontrar aparcamiento los familiares de Tara y Justin se bajan del coche y se dirigen corriendo hacia información para saber dónde se encuentran sus respectivos hijos.

-¡Perdone! —Dice Mikel llamando la atención de la recepcionista— ¿Sabe usted donde se encuentran Tara Weasly y Justin Bieber?.
La joven recepcionista de unos vente años de edad mira el ordenador sin articular palabra. Los nervios de las familias se apoderan aún más del cuerpo de los familiares. Esta levanta la cabeza al frente mirando fijamente a Mikel.
-Tara Weasly habitación cuatrocientos, y Justin Bieber habitación cuatrocientos dos. Todo recto, cogen el ascensor hasta la cuarta planta, y las dos primeras puertas a la izquierda.
-Gracias.

Y se echan a corren. Necesitan saber si el estado de ambos es al menos recuperable y que no están en un estado crítico total.

[…]

Pattie está dentro de la habitación de su hijo. Justin se encuentra bien. Sólo ha recibido un fuerte golpe en la cabeza, y tiene varios huesos rotos. Está dormido debido al golpe y al cansancio. En la habitación de al lado, Alisson -la madre de Tara- está sentada junto a la cama de su hija derramando mil y una lágrima. Tara tiene varias costillas dañadas, y tiene tocada la columna vertebral, por lo que aún no saben si podrá caminar cuando despierte.

| Narra Justin |

· Al día siguiente…

Siento cómo unos doscientos ojos están posados encima de mí. Es la misma sensación que tengo cuando sueño que soy famoso y tengo a un montón de chicas detrás de mí por mi música. Intento abrir los ojos poco a poco, pero la luz de la habitación hace que vuelva a cerrarlos. Tengo un dolor tremendo de cabeza, y no recuerdo nada de lo que ha pasado y mucho menos dónde me encuentro, pero por lo poco que he podido ver esta no es mi habitación. La curiosidad me está matando, asique hago un último esfuerzo y lo consigo. Consigo abrir los ojos. Y ahí veo a mi madre, mis hermanos, mis abuelos, mis tíos, e incluso una cara de un hombre demasiado conocido. Sí, es él. Es mi padre. ¿Qué carajos hace aquí?

Tengo la garganta seca y apenas puedo pronunciar palabra. Estiro la mano hacia la mesita que hay al lado de la cama, y pego un trago a la botella de agua. Aclaro mi garganta, y hago señales para que mi madre se dé cuenta de que estoy despierta. Me mira con una amplia sonrisa que ocupa toda su cara, y pequeñas lágrimas caen por sus mejillas. Nadie habla. Y decido romper el hielo.

-¿Qué hago aquí? —digo mientras intento aclarar mi voz.
-Es algo largo que contar, Justin—dice mi abuelo Bruce.
-Quiero saberlo.
-Ayer de camino a casa—dice mi madre.
-¿Qué pasó? —añado.
-Tuviste un accidente con la moto. No ha sido grave para lo que podía haber pasado.
-Pero yo no iba solo, iba con Tara, ¿cómo esta Tara, mamá?
-Tara está bien. Tiene alguna costilla dañada y, bueno la columna tocada.
-Quiero verla.
-En cuanto el médico venga, se lo diremos cariño.
-Gracias mamá. ¿Podéis salir y dejarme solo con él? —digo señalando hacia dónde el que se hace llamar mi padre está situado.
-Sí, claro. —dice mamá cogiendo de la mano a mis hermanos, y avisando a mis abuelos y mis tíos.
-Gracias.

Y dejan la habitación sola. Un incómodo silencio se apodera de ella. Tengo muchas ganas de gritar. Ganas de decirle que se vaya de aquí y que a qué ha venido, pero también necesito una puta explicación de porqué me dejó abandonado cómo un perro cuando tan solo era un crío. ¿Qué cojones hice mal? Es lo que me he estado preguntando cada noche desde que él se fue dejándonos solos, a mamá, a los pequeños y a mí.

| Narra Tara |

Un revoloteo de un lado hacia otro hace que me despierte. El ambiente está frio y demasiado callado. No escucho ni el ruido de la aspiradora, ni a mis primos pegar voces, ni al abuelo discutir con Mike, ni a mis tías cuchicheando sobre los vecinos de enfrente y de los lados, ni a la pequeña Estefanía tirarse a la piscina mientras hace su grito de guerra. Esto es demasiado raro. Abro los ojos cómo puedo debido a la gran cantidad de luz que entra por mi ventana, anoche me dejaría la persiana levantada-pienso-. Pero no es así, estoy en una cama de noventa, en una habitación con las paredes color beige desgastado, y unas cortinas blancas horrorosas.

Trago saliva y miro hacia el sofá que hay al lado de mi cama. Ahí está mi hermano. Siento cómo su respiración está agitada, y cómo está sollozando. Quiero decirle que estoy bien, pero no me salen las palabras. Es obvio que estoy en el hospital, debido al accidente que tuve que tener anoche con Justin. Recuerdo aquel momento en el que vi el camión justo enfrente nuestra, y no sabía cómo avisar a Justin de que mirase hacia adelante. Respiro hondo, recogiendo mis lágrimas. Me angustia el no poder hablar, y no poder decirle a mi hermano que estoy bien, y sobre todo el no poder preguntar cómo esta Justin.

Respiro hondo un par de veces, y bebo agua. Mi garganta está igual que un felpudo. Seca y raspa. Raspa demasiado. Después de pegar el trago, trago saliva.

-Mikel—digo en un susurro. Casi ni se me escucha.
-Mikel—intento decir algo más fuerte.
Sigo sin obtener respuesta. Estoy medio ronca, y el medio sordo.
-Mikel Weasly—digo ahora un poco más alto.
-¡¡MIKEL­!!—grito esta vez.
Lo he conseguido-pienso-. He conseguido que mi tono de voz vuelva a pesar de algún que otro gallo.
-¿Tara?
-Sí.
-¿Cómo te encuentras?
-Bien, la verdad. —Suspiro— ¿Cómo está Justin?
-Él está bien, los médicos le están revisando y en unas horas volverá a casa.
-¡Dios! Menos mal, si le llega a pasar algo malo, no sé qué sería de mí.
-Pudo ser peor.
-Lo sé, estaba allí.
-Quedaste inconsciente al momento.
-¿Si?
-Sí.
-¿Y mamá?
-Está en la cafetería, llevamos toda la noche aquí y ha ido a picar algo.
- Lo siento.
-Mike, ¿dónde está el baño?
-La puerta esa de ahí.
-Vale.

Me incorporo e intento levantarme. Fallo. No soy capaz de mover mis piernas, ¿qué cojones está pasando? ¿Por qué no puedo andar? Las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas, y parece ser que todo lo malo me lo he vuelto a chupar yo. Estoy inválida. No puedo moverme. ¡Que cojones! Quiero gritar, pero tampoco tengo fuerzas.

Mi hermano corre hacia mí dándome un abrazo. Me susurra al oído que lo siente, y que está seguro de que saldré de esta. Yo niego con la cabeza. Mi peor pesadilla está hecha realidad.

| Narra Justin |

Mi padre me ha explicado todo aunque aún sigo en entender cómo puedo dejar toda nuestra familia por otra mujer. Él me ha pedido una segunda oportunidad y cómo toda persona humana se la he dado. Todos cometemos errores, y debemos perdonar a los demás por eso. Porque todos somos humanos.

El médico me ha dado el alta. Estoy en la habitación colocándome la ropa nueva que mi madre me trajo anoche. Un pantalón de chándal negro, las vans grises y una sudadera. Antes de irme quiero ver cómo esta Tara y si es necesario quedarme con ella. Todo esto pasó por mi culpa, y si tuviera algo grave nunca podría perdonármelo.

[…]

Respiro hondo antes de entrar a la habitación. Mikel me ha dicho que Tara está muy afectada, y que no lleva muy bien eso de tener que pasarse el resto de vida en una silla de ruedas.

Toco a la puerta, y espero a que ella responda.

-Pasa—dice desanimada. —¡Mamá! Ya he dicho que no seas pesada y me dejes cinco minutos sola.
-No soy tu madre—río.
-¿¿¡¡Justin!!?? —y se le forma una sonrisa en la cara.
-Sí.
-Me levantaría a darte un abrazo, pero cómo ya sabes no puedo—bromea.
-Estúpida—carcajeo ante su comentario. —Ya voy yo.
Suelto la mochila en la butaca que ahí allí, y camino hacia ella con los brazos abiertos. La abrazo, fuerte. Porque sé que esto no nos podrá separar, porque yo la quiero igual aunque esté en una silla de ruedas, no me importa.
-¿Estas bien? —susurra.
-Sí. —Digo dejando un tierno beso en su frente— ¿y tú?
-Dentro de lo que cabe sí—suspira—A una no la dicen todos los días que se va a quedar paralitica—sonríe forzadamente.
-A mí no tienes que mentirme Tara. Sé que aunque bromees tienes ganas de llorar.
-Pues sí. —suspira—Pero es lo que me queda y tendré que aprender a vivir con ello, supongo.
-Tendremos que aprender a vivir con ello—la corrijo.
-Tenía miedo—confiesa.
-¿A qué?
-A que me dejaras de lado por estar en una silla de ruedas y no poder valerme por mi misma. —dice mientras una lágrima cae por su mejilla.
-Tara, escúchame—digo agarrando su mentón para que quede mirándome a los ojos—Estés en silla de ruedas o no, yo seguiré a tu lado, porque yo te quiero por lo que tienes ahí—digo poniendo su mano en el corazón—Solo por eso. —y río.
-Será demasiado duro ¿sabes? —dice agarrando mi mano—No podré hacer skate, ni ir a la playa, ni mucho menos salir de fiesta los sábados, ni si quiera tengo claro si quiero ir a la universidad Justin. —dice mientras rompe a llorar.
-Quizás sea duro, pero ten por claro que lo superaremos juntos. Te he perdido demasiadas veces, y te prometí que estaría a tu lado en los momentos duros—digo tumbándome a su lado—Encima si puedes hacer skate—digo mientras le deposito un suave beso en la mejilla.
-¿Cómo?
-Con la silla de ruedas—bromeo—Son cuatro ruedas igual, encima Tara hay gente que lo hace.
-No digas tonterías Justin.
-No lo son.
-Sí, sí lo son.
-Y los días que ellos vayan a la playa yo me quedaré contigo en casa viendo una película, y los sábados por la noche, cenaremos por ahí, ¿o tampoco puedes?
-Sí.
-No tengas miedo, yo estaré a tu lado.
-Te quiero.

-Y yo, mucho.

****
<- Si quieres seguir leyendo, pasa a la página siguiente. 

miércoles, 30 de octubre de 2013

Capitulo cincuenta.

Da RT aquí. si te ha gustado mi novela.
Y da RT AQUÍ. si estas dispuesta a leer mi próxima novela. ♥
Ahora más que nunca me gustaría pediros un favor, y es que me deis vuestra opinión sobre la novela. ¡POR FAVOR! 



· Capitulo 50.

· Septiembre del 2014.

| Narra Tara |

El despertador suena. Es mi primer día de clase. Mi primer día cómo universitaria. Salgo de la cama y voy caminando hasta el baño. Miro un pequeño bulto en mi cama. Es él. Sonrío como una estúpida y entro al baño.
Abro el grifo de la ducha y mientras el agua coge temperatura me desprendo de todas y cada una de mis prendas.

Cuando el agua está templada, meto mi pie izquierdo en la bañera y un escalofrío recorre mi cuerpo de arriba abajo. Entro el cuerpo entero, y dejo que al agua caiga. Esparzo champú por mi cuerpo, y acto seguido hago lo mismo con mi pelo. Lo aclaro, enrollo una toalla en mi cabeza, y otra en mi cuerpo.

Cuando estoy a punto de darme la vuelta siento cómo unas manos se acoplan en mi cintura. Me giro quedando cara a cara con él, y sonrío cómo una idiota. Esta realmente sexy. Sus boxers y su pelo despeinado. Me roba un beso, y se mete en la ducha.

-Pasa un buen día, nena. —dice desde la ducha.
-Igualmente, Justin.

[…]

Estoy a la puerta de la universidad, me tiemblan las piernas, aun no me puedo creer que me haya cogido en la facultad de audiovisuales. Respiro hondo, y subo los escalones hasta la puerta principal, aún quedan quince minutos para que las clases empiecen. Saco un cigarrillo de mi bolso, y le prendo. Estoy nerviosa.

Estoy de espaldas escribiendo un mensaje a mi madre cuándo un grupo de chicas toca mi espalda. Asustada me doy la vuelta, y ellas me tranquilizan con una sonrisa. Río en forma de relajación.

-Lo siento si te he asustado—dice la morena.
-No es nada—río—Es que estoy nerviosa.
-¿Es tú primer día? —dice ahora la castaña.
-Sí.
-El nuestro también—dice ahora una rubia—Bueno, menos el de Kels—dice señalando a la más bajita de ellas.

El nombre de Kels retumba mi mente. Mi sueño. El nombre. El destino, supongo. Rio.

-¿Y qué queríais?
-Veníamos a decirte que si nos prestas el mechero—dice la rubia. —Por cierto, mi nombre es Marie.
-Encantada—digo estrechándola mi mano—Yo soy Tara, Tara Weasly.
-Ellas son Desirée—dice señalando a la castaña—Alexandra—señala ahora a la morena—y bueno, Kelsy, ya te he la medio presentado antes—sonríe.

Las chicas caminan hacía a mí, a saludarme. Son realmente simpáticas.
Conversamos sobre las clases que tenemos, y estamos juntas en la misma aula, cuando justo vamos caminando hacia dentro un grupo de chicos llama la atención de las demás.

—¡Vamos! —grita Marie haciendo un gesto con la mano.
Los chicos suben las escaleras, y saludan a las chicas con dos besos, por lo que aparenta son del mismo grupo de amigos.
-Hoy te toca un día de presentaciones—bromea Desirée.
-Sí—suspiro—Odio ser ‘’nueva’’ —digo haciendo las comillas.
-Bueno, es el Chaz—dice señalando al bajito de ojos azules—él, —esta vez señala a un chico alto con el pelo rizado—es Nolan, Nolan Murray—carcajea al pronunciar el apellido, —y él, es Ryan—dice señalando a un castaño de ojos claros—es mi hermano—añade.

Los chicos se acercan a mí para saludarme, y acto seguido entramos en aquel gran edificio. Los chicos y las chicas se separan por aulas, y yo las sigo a ellas, a todos menos a Kelsy, que está en su segundo año de carrera. Ellas me cuentan donde están todas la instalaciones y me hacen preguntas sobre mi vida. Al contarles mi historia excluyendo lo de mi imaginación —obvio— se queda con la boca abierta.

[…]

Las clases han terminado por hoy. Las chicas y ya salimos a la puerta la facultad, y prendemos un cigarrillo. Un grupo de niñas pijas, con faldas cortas, extensiones, y tacones pasan por delante nuestra cuchicheando entre ellas. No puedo evitar soltar una carcajada, y Marie me pega un codazo, a lo que yo la susurro un ‘lo siento’.

-Ella es Lou, Lou Collins la pija malcriada de la universidad, también es su segundo año. —dice Desirée.
-Tampoco será para tanto—río—Yo también puedo ser una estirada si me lo propongo.
-Todo el mundo nos ha dicho que es mejor pasar de ella. —dice esta vez Marie—Y nosotras tenemos malas experiencias.
-¿Si? —digo asombrada.
-Kelsy y ella eran mejores amigas, Kelsy por aquellos tiempos estaba saliendo con Chaz, y Lou se metió por medio, y nosotras salimos en su defensa.
-¡Que zorra!
-Sí.

Las chicas y yo seguimos contándonos cosas, y vamos de camino a coger el bus. Cuando voy caminado siento cómo alguien tira de mi brazo y me separa de ellas. Me doy la vuelta y allí esta él, con sus ojos miel y su amplia sonrisa.

-Veo que ya has hecho amigas—ríe.
-Sí, son muy majas—afirmo.

Las chicas se quedan mirando y una de ellas corre hacia nosotros, y se abalanza sobre Justin, mi cara se vuelve pálida y es un poema. Las demás ríen ante mi cara, y yo sigo sin entender nada.

-Son amigos desde la guardería—susurra Kelsy en mi oído—Ella vivía en el mismo barrio que él hace unos años, pero se mudó.
-¡Ahhh! —digo ahora más aliviada.

Marie se separa de Justin y viene hacia a mí, me susurra algo que no logro entender.

-¿No sabéis quien es? —dice esta vez Justin mientras saluda a las demás.
-Sí, Tara Weasly—afirma Desirée.
-¿No te suena ese apellido, Kelsy? —dice Justin.
-Sí, mi novio se apellida así.
-Es su hermana, es la hermana de Mikel.

Las chicas empiezan a reír, y yo ya empiezo a entender todo. Los chicos son los amigos de mi hermano, los que tantas veces han ido a buscarle cuándo yo tan solo era una cría, y además por eso soñaba con ellos, porque eran personas que estaban diariamente en mi día a día y yo no me daba ni cuenta.

| Narrador |

El tiempo fue pasando sobre la vida de estos diez chicos. Justin y Tara seguían manteniendo su relación. La amistad de Tara con las chicas crecía según el curso iba avanzando tanto que llegaron a hacerse inseparables. Mikel, consiguió su título de medicina en la universidad, y la madre de Tara consiguió encontrar el amor después de unos meses, trayendo con ello un hermano pequeño para los Weasly, el pequeño Christian.

La vida es una aventura, así que, vívela al máximo, sin importar los errores, y disfrutando cada momento. La vida es mágica, aprovéchala.


¡FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN!

****

En realidad no sé por donde empezar. Son diez meses con la novela, diez meses recibiendo comentarios increíbles de cada una de vosotras, diez meses recibiendo magia cada vez que subía un capitulo. Sinceramente, vosotras me dais las gracias a mi por subir capitulo, pero yo os tengo que dar las gracias a vosotras por leerme cada vez que subía, por esperar incluso un mes por un capitulo de quizás no más de dos folios, o quizás en el que pasaba algo que vosotras no os esperabais. Un día me dijeron que yo hacía magia, pero la magia no sería posible sin vosotras. Gracias por leerme durante estos diez meses, y por seguir apoyándome incondicionalmente y esperando por un capitulo. Ya os digo, que no termina aquí lo de seguir escribiendo, que subiré otra novela, y que espero que me leáis  porque sin vosotras no vale la pena escribir.

En serio, os debo mucho, porque hacéis parte de mi sueño realidad, y es hacer soñar a los demás con simples palabras. ¡GRACIAS!
Espero que os haya gustado la novela, y os haya gustado el final y no os decepcionéis conmigo.

¡OS QUIERO MUCHO!


Cuarenta y nueve.


· Capitulo 49.

Tara se queda allí sentada en su cama pensando en todo lo que acaba de pasar. Lleva soñando con este momento desde que tenía quince años. Ahora, entiende en parte por qué él venía todos los días a visitarla, y se pasaba las horas hablándola y haciéndola compañía.

Se levanta de la cama y camina hacia el baño, tiene curiosidad por saber si su cuerpo ha cambiado. Entra el baño y enciende la luz. Se mira en el espejo y sonríe. Su cara está mucho más desarrollada, y sus ojos siguen igual de grandes y verdes que siempre. Sus brackets ya no están y se pregunta cómo lo han hecho, su larga melena morena está más crecida de lo que ella misma recuerda, y lo que más le asombra es que sus puntas no están estropeadas para nada y su pelo brilla. Le gusta este cambio, y está segura de que ahora empieza su nueva vida.

[…]

-Tara, ¿estas despierta?
-Sí.

Y abre sus ojos para ver la sonrisa de su hermano. Se abrazan. Un abrazo caluroso que hace honor a un ‘te he echado de menos’. Está claro que ella le necesitaba. Tanto cómo necesitamos el agua y el oxígeno para poder sobrevivir.

-Estás muy guapo.
-¡Que dices!
-Sí. —Sonríe— Ahora eres tú el que lleva brackets.
-Sí—dice enseñándoselos a su hermana—Pero me los quitan en dos días—añade.
-Cuéntame todo sobre ti, ya sabes ando perdida en tú vida…

Su hermano toma asiento y empieza a contarle todo lo que le ha pasado en estos últimos dos años. Llega el momento delicado, y es decirla que mi madre y mi padre se separaron justo después del accidente. Ella no parece afectada, y solo se limita a escuchar las historias de su hermano.

· Dos horas más tarde…

-Y eso es todo—dice su hermano dándole un mordisco a un bocadillo.
-¿Eso es todo? —Dice ella irónica—¿Te parece poco?
-Sí.
-Tío Mike, tiene novia y por fin has conseguido entrar dónde tú querías.
-Lo sé.
-Eres universitario, y el futuro Dc. Weasly—bromea su hermana pequeña.

La puerta suena y da paso a un hombre moreno de ojos claros y una bata blanca, supongo que él será mi médico. Comienzo a reír cuando veo a Ryan, el mejor amigo de mi hermano vestido con bata blanca y gafas de ver.

-¿Tú eres mi médico? —estallo a reír.
-Srta. Weasly—dice serio—No sabes cómo me alegro de verte reír una vez más—dice el joven caminando hasta su amiga para brindarle el más sincero abrazo.
-Gracias doctor—Bromea ella— ¿Cuándo me va a dar el alta?
-Ahora mismo. —sonríe.
-¡Menos mal!
-Firma aquí y podrás irte.
-Gracias Butler.

Y se levanta de su cama camino al servicio para ponerse de nuevo su ropa. Unos jean desgastados, una sudadera ancha, sus converse y sus gafas, preparada para comerse el mundo.

· Al día siguiente por la tarde…

| Narra Tara |

Las cuatro y media de la tarde. Hace media hora que mamá se fue de vuelta al trabajo, y Mike está en su habitación pasando apuntes cómo un loco. Dice que el algún día quiere llegar a ser cómo su mejor amigo, Ryan, y salvar la vida de miles de personas, y estoy segura de que lo conseguirá.

Camino hasta mi escritorio dónde se encuentra mi ordenador. Le enciendo. Miro el fondo de pantalla. Yo y Caroline, teníamos catorce años y fue la primera vez que ambas salimos de fiesta por la noche. También recuerdo que me puse unos tacones azules y que cuando llegué a casa tenía los dedos reventados y un montón de ampollas por la gran parte del pie. Es increíble, me he perdido quizás los mejores años de mi vida. Mi mayoría de edad. El tener mi primer novio, mi primera vez, aunque realmente es absurdo porque yo siento que lo he vivido. Quizás, quizás ellos solo sean fruto de mi imaginación pero me han regalado mil y un momentos, y gracias a ellos estos dos años han sido mucho más agradables.

Entro en el twitter y tengo un montón de comentarios de apoyo, incluso de gente que nunca me había saludado, aunque en realidad, les entiendo. Yo siempre he sido el bicho raro de clase. Aparatos, gafas, empollona, una sabelotodo. Contesto todos los que puedo, y al final decido poner uno en general ‘Gracias por todo el apoyo chicos, ya estoy de vuelta. Os he echado de menos, supongo.’ Obtengo un montón de retweets, y cuando estoy a punto de apagarle para tumbarme en la cama esperando a que Justin venga a buscarme, me han mencionado, es él.

‘’En media hora tendrás todas tu explicaciones, no me falles’’.

Sonrío ante el comentario. Decido contestarle pero sin mencionarle.

‘’Las estoy esperando ansiosa’’.

Y cierro sesión.

[…]

Me estoy dando los últimos retoques y suena el timbre de casa. Sé que Mike no bajará porque está estudiando. Grito un ‘ya voy’ lo más fuerte que puedo, y recibo un ‘vale, no tardes que aquí fuera hace frío’. Río ante el comentario.
Termino de colocarme el gorro, y la chaqueta vaquera. Coloco de nuevo mi pañuelo, y repaso mi labios con un gloss de color rosa palo. Dos gotas de colonia y estoy lista.

Bajo las escaleras de dos en dos, y respiro hondo antes de abrir la puerta.
Y ahí está el, con sus jean negros caídos, su sudadera ancha, un gorro de lana, y sus supras, y dedicándome una amplia sonrisa.

-Pasa—sonrío.
Y accede a pasar. No dice nada, y ante su silencio camino hasta la cocina para coger mi teléfono móvil que me dejé olvidado aquí hace cosa de quince minutos.

Siento cómo unas manos se acoplan en mi cintura, y una cabeza se hunde en el hueco que hay entre mis hombros y mi cuello. Suspira en mi cuello, y hace que mi piel se ponga de gallina. Río.

-Estas preciosa—susurra de nuevo.
-Yo no puedo decir lo mismo—miento.
-Tú no sabes que a las chicas buenas que mienten se las comen.
-¿Si? —digo desafiándole mientras me doy la vuelta para quedarnos cara con cara.
-Sí—dice acercándose más a mí.
-¿Cómo se las comen?¿Enteras o las mastican?
-A besos—ríe.

Y no me lo pienso. Capturo su sonrisa entre mis labios. Me moría por besarle. Es cómo una adicción rápida, sólo le he besado una vez, durante dos segundo y ya siento la necesidad de hacerlo en cada momento.

-Si tengo que mentir para que me beses, lo haré encantada—digo riendo.
-Yo estaré encantado de comerte a besos—dice en mi oído—Pero no hace falta que me mientas—dice robándome un beso casto, sin lengua, un beso simple.

[…]

-¿Dónde vamos?
-A tomar un café caliente, con este frio se agradece ¿no?
-Sí.

Y coge mi mano mientras caminamos desde el parque hasta la cafetería más cercana. Me intimida demasiado cuándo se queda mirándome durante un buen rato, y después me dedica una sonrisa.

Entramos en la cafetería, y caminamos hacia la última mesa de la primera fila, que es la única que hay libre. Se sienta enfrente mía, y me sonríe cómo un idiota. Le devuelvo la sonrisa.

Una camarera joven, de unos veintidós años aproximadamente se acerca hacia nosotros.

-¿Qué desean pareja? —dice sacando su bolígrafo.
-Chocolate con nata—dice Justin.
-Cappuccino, muy caliente—añado yo.

Nos dedica una sonrisa, y camina hacia la barra.

-Bueno, mis explicaciones ¿para cuándo?
-¡Ah! Es verdad, se me había olvidado que esto no era una cita—carcajea.
-Imbécil—digo dándole un pequeño toque en el hombro.
-Creo que es demasiado obvio—dice poniéndose algo más serio—Es decir, es obvio que iba día a día porque me gustabas, y me sigues gustando demasiado.
-Pero, nunca me lo dijiste cuando podía contestarte—digo ahora yo mientras le pego un trago al café.
-Lo sé—dice el imitándome—Pero no me atrevía, fui demasiado cobarde.
-Sí.
-Tenía miedo.
-¿De qué?
-De recibir un no por respuesta—dice agarrándome las manos—Yo sé que tú no eres cómo las demás.
-No, no lo soy—digo riendo—Pero si había algo obvio en todo eso es que yo te iba a decir que sí Justin, todos sabían que me tenías loca, todos menos tú.
-¿Todos?
-Sí.
-¿Por qué? ¿Tú lo contaste?
-Es obvio que no—digo moviendo mi cabeza de un lado a otro—Pero me tiraba todo el día mirándote, y me quedaba embobada. Y siempre que venias con mi hermano, te huía.
-¿Cómo ahora?
-¿Ahora qué?
-A veces huyes de mi mirada.
-Me intimidas.
-Tienes unos ojos muy bonitos.
-Cállate.
-¿Por qué?
-No me gusta que me digan cosas bonitas, no estoy acostumbrada.
-Pues empieza acostumbrarte, porque yo cada día te diré lo preciosa que vas y lo bonita que eres.
-Idiota.

Justin se levanta de su asiento y toma asiento justo a mi lado. Me acerca a él, y nos separa un escaso centímetro. Río. El ríe. Y así hasta que me encuentro atrapada por sus labios. El gana la batalla.

-¿Quién te ha dicho que quiera acostumbrarme?
-Tú Tara, te conozco demasiado bien y para mí no hace falta que digas una palabra, porque sé lo que quieres decir con la mirada.


Y me vuelve a besar.

****

<- Si quieres seguir leyendo, pasa a la siguiente página.

Cuarenta y ocho.



· Capitulo 48.

|Narra Tara|

Estoy tumbada en la cama, los parpados me pesan. Siento un montón de ruidos a mí alrededor. Siento punzadas en mi cabeza. Unas manos frías acarician mi mano susurrando algo que no llego a entender. ¿Qué cojones está pasando? Me siento desubicada. Cómo si el mundo empezara de nuevo para mí, cómo si todo lo que he vivido no haya sido nada más que un jodido sueño. Un sueño largo. Demasiado largo. Es como si los últimos años de mi vida no hubiera sido yo la que los ha vivido, si no me simple imaginación.

Intento abrir mis ojos pero no me dejan. Un pitido insoportable vuelve a sonar. ¿Qué está pasando? Quiero abrir mis ojos. Quiero verle a él. Quiero saber dónde estoy situada, y quien es la persona que está agarrando mi mano con tantísima fuerza, mientras deja caer sus lágrimas en ella. ¿Qué le pasa?¿Por qué llora?

Es inútil. Por mucho que luche contra mí misma, esta fuerza me está ganando. Intento apretar mi mano contra la mano de la otra persona, pero no soy capaz. Un intento más, si no puedo paro. Pienso internamente, y suelto un bufido, o eso es lo que yo creo hacer. Y aprieto mi mano contra la de la otra persona con fuerza. Lo he conseguido.

Siento cómo sueltan mi mano, y empiezan a gritar algo que ni yo misma descifro. ¿Qué pasa?¿Por qué gritan cómo locos? Estoy paralitica, no muerta.
Cada noche he rezado interiormente para saber quién es quién me agarra la mano. Para saber si él, es real.

[…]

Abro los ojos. Estoy en un hospital. Las paredes con de color amarillento, y en la ventana hay unas cortinas de color gris algo desgastado. Unas mil máquinas están conectadas a mí, mejor dicho, yo estoy conectada a ellas. ¿Por qué estoy aquí?¿Cuánto tiempo llevo aquí? Me miro de arriba abajo. Mi cuerpo está cambiado. ¿Habré crecido?

Miro de un lado a otro, y veo cómo una mujer de unos cuarenta años sale del cuarto de baño, será la madre de mi compañera a la que no logro ver porque nos separa una cortina. La mujer mira hacia mi cama y empieza a llorar. Ya sé quién es, es mi mamá. Ella camina rápido hacia a mí, y me envuelve en sus brazos. Va de negro, parece estar de luto ¿quién se habrá muerto? Quizás el abuelo debido a su viejez.  O quizás va de negro simplemente porque ella quiere. Su cara está cambiada desde la última vez que la ví, y su pelo tiene alguna que otra cana. ¿Dónde está Mike?¿Y papá?

La miro con los ojos cristalizados, y ella me dedica una sonrisa. El silencio lo dice todo, no es para nada incómodo. Es como cuando te vas de vacaciones, y dejas a tus amigos en tu cuidad, y cuando vuelves solo quieres abrazarles por lo mucho que les has echado de menos. Es así.

-Mamá. —digo rompiendo el hielo.
Ella sonríe, y me acerca una botella de agua.
-Bebe—dice vertiendo un poco en un vaso. —Tienes que estar seca.
-Sí—sonrío—La verdad es que tengo sed.
Le pego un trago al vaso de agua, y le suelto en la especie de mesa que hay al lado de mi cama.
-¿Qué hago aquí? —me atrevo a decir.
-Llevas dos años y medio en coma, Tara.
-¿Y Mikel? —Suspiro— ¿Y Justin?
-¿Justin? —dice mi madre mientras pone una cara algo extraña.
-Sí mamá, mi novio.
-Tara, no tienes novio.
-Pero si, el accidente le tuve con él, íbamos en moto… pero ¿cómo que en coma dos años y medio? Si yo simplemente me quedé paralitica. Esto es una locura.
-No Tara, ibas con Mikel y papá, de vuelta del colegio. —Dice recogiendo las lágrimas que ahora caen por sus mejillas.
-¿Y Alexandra?
-Tara, no sé de quién me hablas.
-¡Joder, mamá! Justin es el vecino de enfrente, te he hablado de él muchas veces, el que vive con su madre y sus hermanos, ¿recuerdas?
-Sí. —Dice sentándose a mi lado— ¿y que me quieres decir?
-Que es mi novio.
-Este chico venía todos los días a verte, pero dejó de venir cuando hiciste seis meses aquí—suspira—después empezó a venir otra vez, venía con una chica morena de ojos grises, y esa sí era su novia—dice agarrándome la mano—y hace un par de meses volvió, venia todos los días a quedarse contigo mientras yo me iba a casa a ducharme y cambiarme de ropa, pero él no era tú novio.
-Esto es una locura, mamá.
-Tara, serán cosas de tu coma. El médico te explicará todo, ¿si?
-Sí. —río—Pero quiero ver a Mike, mamá.
-Mike no está Tara.
-¿Cómo que Mike no está?
-No.
-¿Dónde está? Ah, es verdad. Estará en clase.
-Sí, está en clase.

[…]

Mi madre me ha dejado sola porque ha ido a casa a coger ropa limpia para mí. Mañana me darán el alta. Son las cinco y media, y Mikel aún no ha venido a visitarme. Necesito verle. Mi hermano mayor, es todo el apoyo que tengo, además de Caroline, que a la única que mi madre parece conocer.

Cojo el móvil y le escribo un mensaje a mi hermano ‘¡HOLA, MIKE! YA HE DESPERTADO, SUPONGO QUE TE LO HABRÁ DICHO MAMÁ AHORA CUANDO HA IDO A CASA. ESTOY ANSIOSA POR VERTE, TE QUIERO MUCHO, FEO’. Suelto el móvil de nuevo en la mesita.

Cuando estoy a punto de intentar quedarme dormida la puerta de la habitación se abre. Se escuchan unos pasos silenciosos y el chico suelta el ramo de rosas blancas encima del asiento. Camina hasta a mí, y yo cierro los ojos haciéndome la dormida.

-Hola, Tara—dice mientras deposita un suave beso en mi mejilla.
Mi corazón va a mil por hora, es él. Es Justin. El que yo creía que era mi novio pero mi madre me ha dicho que no. Estoy confusa.
-Ya me ha dicho tu madre que has despertado—carcajea—Pero, para es mucho mejor que estés descansando, creo que no sería capaz de hablarte si estas despierta. —dice riendo una vez más.
Una sonrisa se escapa de mi boca, invisible e insonora.
-Tara, no te hagas la dormida—dice tambaleándome—te he visto reír.
¡Mierda! Me ha pillado, y debo estar como un tomate.
-Lo siento—confieso—Creí que lo más fácil era hacerme la dormida—digo tímida.
-Por un momento creí que era así—dice sentándose a mi lado—pero cuando vi como te ponías colorada, y la sonrisa supe que me estabas mintiendo.

Y el silencio se apodera de la habitación, este silencio si es incómodo comparado con el de mamá. El está dispuesto a hablar cuando mi móvil vibra.
Cojo el móvil y miro el mensaje, es de Mike. ‘MAMÁ, SI ES UNA BROMA NO TIENE GRACIA’ y no pone nada más. Mi cara se vuelve triste de un momento a otro, y Justin lo nota.

-¿Qué te pasa? Deberías estar feliz.
-Es mi hermano, no se cree que estoy despierta—susurro.
-Ay, Mikel—carcajea—Espera.

Se acerca a mí, y pone su cámara enfrente de nosotros. Sonríe-susurra- y un flash capta nuestras sonrisas. Envía un mensaje a mi hermano con la foto, y justo abajo pone ‘ELLA ESTÁ ANSIOSA POR VERTE, MIKE.’

-Gracias—susurro y me escondo tímida detrás de mí pelo.
-No es nada, supongo—ríe.
-¿Te puedo hacer una pregunta?
-Relativamente ya me la estás haciendo—bromea.
-Estúpido—digo poniéndome aún más roja.
-Cómo sigas poniéndote así, créeme que vas a estallar—bromea de nuevo—Venga, pregúntame.
-¿Por qué has estado viniendo aquí? Si creo que esta es la segunda vez que hablamos.
-Es raro y algo largo de explicar. —Ahora es él el que se pone rojo— Si quieres, mañana por la tarde quedamos y te cuento todo.
-Eso está hecho, pero esto no es una cita—aclaro.
-Lo sé, Weasly.

Y sonrió ante el ‘Weasly’. Me recuerda a todo lo que he ‘vivido’ estos últimos dos años y medio en mi imaginación. Porque al final, mi madre tenía razón y todo lo que he vivido ha sido un simple fruto de mi imaginación.

| Narrador |

Tara pasa la tarde hablando con Justin. Él le roba alguna que otra sonrisa, y viceversa. Está realmente a gusto cuando está con él.

Justin está a punto de irse cuándo su teléfono móvil suena. Es un mensaje de Mike. Saca el móvil de su bolsillo y mira el mensaje ‘DILE A MI HERMANA QUE EN UN RATO VOY A VERLA, Y QUE LO SIENTO MUCHISIMO’.

-Tu hermano—sonríe.
-¿Qué pasa con él?
-Viene un rato, y que te pide disculpas.
-Ah, gracias—sonríe esta vez ella.
-Bueno Tara, yo me tengo que ir, se me hace tarde.
-Adiós, Justin.

Y Justin camina hacia ella. Se quedan enganchados en los ojos. No pueden dejar de mirarse. Se acerca ella, y deposita un suave beso en su frente. Después, mira sus labios relamiéndose los suyos mismo, y contagia a Tara. Se acerca más y más. Unos dos centímetros les separan. Justin se acerca aún más rompiendo la distancia, y atrapa sus labios.

Un beso dulce, pausado. Tara ríe. Justin se contagia. Y quizás aquí está el principio de todo lo que ella lleva soñando dos años y medio.

-Hasta mañana.
-Nos vemos.


Y se dedican la última sonrisa.

****

<- Si quieres seguir leyendo, pasa a la siguiente página.

Cuarenta y siete. ♥


· Capitulo 47

 | Narrador |

Mikel está montado en su coche de camino al hospital. Atrás lleva a Pattie-la madre de Justin- y a su madre. Pattie no puede dejar de moverse de un lado hacia a otro, y coge su teléfono para avisar a sus padres de que los pequeños Jaxon y Jazzy están en casa de los Weasly -la familia de Tara-.

Tras diez minutos de trayecto, y otros diez intentando encontrar aparcamiento los familiares de Tara y Justin se bajan del coche y se dirigen corriendo hacia información para saber dónde se encuentran sus respectivos hijos.

-¡Perdone! —Dice Mikel llamando la atención de la recepcionista— ¿Sabe usted donde se encuentran Tara Weasly y Justin Bieber?.
La joven recepcionista de unos vente años de edad mira el ordenador sin articular palabra. Los nervios de las familias se apoderan aún más del cuerpo de los familiares. Esta levanta la cabeza al frente mirando fijamente a Mikel.
-Tara Weasly habitación cuatrocientos, y Justin Bieber habitación cuatrocientos dos. Todo recto, cogen el ascensor hasta la cuarta planta, y las dos primeras puertas a la izquierda.
-Gracias.

Y se echan a corren. Necesitan saber si el estado de ambos es al menos recuperable y que no están en un estado crítico total.

[…]

Pattie está dentro de la habitación de su hijo. Justin se encuentra bien. Sólo ha recibido un fuerte golpe en la cabeza, y tiene varios huesos rotos. Está dormido debido al golpe y al cansancio. En la habitación de al lado, Alisson -la madre de Tara- está sentada junto a la cama de su hija derramando mil y una lágrima. Tara tiene varias costillas dañadas, y tiene tocada la columna vertebral, por lo que aún no saben si podrá caminar cuando despierte.

| Narra Justin |

· Al día siguiente…

Siento cómo unos doscientos ojos están posados encima de mí. Es la misma sensación que tengo cuando sueño que soy famoso y tengo a un montón de chicas detrás de mí por mi música. Intento abrir los ojos poco a poco, pero la luz de la habitación hace que vuelva a cerrarlos. Tengo un dolor tremendo de cabeza, y no recuerdo nada de lo que ha pasado y mucho menos dónde me encuentro, pero por lo poco que he podido ver esta no es mi habitación. La curiosidad me está matando, asique hago un último esfuerzo y lo consigo. Consigo abrir los ojos. Y ahí veo a mi madre, mis hermanos, mis abuelos, mis tíos, e incluso una cara de un hombre demasiado conocido. Sí, es él. Es mi padre. ¿Qué carajos hace aquí?

Tengo la garganta seca y apenas puedo pronunciar palabra. Estiro la mano hacia la mesita que hay al lado de la cama, y pego un trago a la botella de agua. Aclaro mi garganta, y hago señales para que mi madre se dé cuenta de que estoy despierta. Me mira con una amplia sonrisa que ocupa toda su cara, y pequeñas lágrimas caen por sus mejillas. Nadie habla. Y decido romper el hielo.

-¿Qué hago aquí? —digo mientras intento aclarar mi voz.
-Es algo largo que contar, Justin—dice mi abuelo Bruce.
-Quiero saberlo.
-Ayer de camino a casa—dice mi madre.
-¿Qué pasó? —añado.
-Tuviste un accidente con la moto. No ha sido grave para lo que podía haber pasado.
-Pero yo no iba solo, iba con Tara, ¿cómo esta Tara, mamá?
-Tara está bien. Tiene alguna costilla dañada y, bueno la columna tocada.
-Quiero verla.
-En cuanto el médico venga, se lo diremos cariño.
-Gracias mamá. ¿Podéis salir y dejarme solo con él? —digo señalando hacia dónde el que se hace llamar mi padre está situado.
-Sí, claro. —dice mamá cogiendo de la mano a mis hermanos, y avisando a mis abuelos y mis tíos.
-Gracias.

Y dejan la habitación sola. Un incómodo silencio se apodera de ella. Tengo muchas ganas de gritar. Ganas de decirle que se vaya de aquí y que a qué ha venido, pero también necesito una puta explicación de porqué me dejó abandonado cómo un perro cuando tan solo era un crío. ¿Qué cojones hice mal? Es lo que me he estado preguntando cada noche desde que él se fue dejándonos solos, a mamá, a los pequeños y a mí.

| Narra Tara |

Un revoloteo de un lado hacia otro hace que me despierte. El ambiente está frio y demasiado callado. No escucho ni el ruido de la aspiradora, ni a mis primos pegar voces, ni al abuelo discutir con Mike, ni a mis tías cuchicheando sobre los vecinos de enfrente y de los lados, ni a la pequeña Estefanía tirarse a la piscina mientras hace su grito de guerra. Esto es demasiado raro. Abro los ojos cómo puedo debido a la gran cantidad de luz que entra por mi ventana, anoche me dejaría la persiana levantada-pienso-. Pero no es así, estoy en una cama de noventa, en una habitación con las paredes color beige desgastado, y unas cortinas blancas horrorosas.

Trago saliva y miro hacia el sofá que hay al lado de mi cama. Ahí está mi hermano. Siento cómo su respiración está agitada, y cómo está sollozando. Quiero decirle que estoy bien, pero no me salen las palabras. Es obvio que estoy en el hospital, debido al accidente que tuve que tener anoche con Justin. Recuerdo aquel momento en el que vi el camión justo enfrente nuestra, y no sabía cómo avisar a Justin de que mirase hacia adelante. Respiro hondo, recogiendo mis lágrimas. Me angustia el no poder hablar, y no poder decirle a mi hermano que estoy bien, y sobre todo el no poder preguntar cómo esta Justin.

Respiro hondo un par de veces, y bebo agua. Mi garganta está igual que un felpudo. Seca y raspa. Raspa demasiado. Después de pegar el trago, trago saliva.

-Mikel—digo en un susurro. Casi ni se me escucha.
-Mikel—intento decir algo más fuerte.
Sigo sin obtener respuesta. Estoy medio ronca, y el medio sordo.
-Mikel Weasly—digo ahora un poco más alto.
-¡¡MIKEL­!!—grito esta vez.
Lo he conseguido-pienso-. He conseguido que mi tono de voz vuelva a pesar de algún que otro gallo.
-¿Tara?
-Sí.
-¿Cómo te encuentras?
-Bien, la verdad. —Suspiro— ¿Cómo está Justin?
-Él está bien, los médicos le están revisando y en unas horas volverá a casa.
-¡Dios! Menos mal, si le llega a pasar algo malo, no sé qué sería de mí.
-Pudo ser peor.
-Lo sé, estaba allí.
-Quedaste inconsciente al momento.
-¿Si?
-Sí.
-¿Y mamá?
-Está en la cafetería, llevamos toda la noche aquí y ha ido a picar algo.
- Lo siento.
-Mike, ¿dónde está el baño?
-La puerta esa de ahí.
-Vale.

Me incorporo e intento levantarme. Fallo. No soy capaz de mover mis piernas, ¿qué cojones está pasando? ¿Por qué no puedo andar? Las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas, y parece ser que todo lo malo me lo he vuelto a chupar yo. Estoy inválida. No puedo moverme. ¡Que cojones! Quiero gritar, pero tampoco tengo fuerzas.

Mi hermano corre hacia mí dándome un abrazo. Me susurra al oído que lo siente, y que está seguro de que saldré de esta. Yo niego con la cabeza. Mi peor pesadilla está hecha realidad.

| Narra Justin |

Mi padre me ha explicado todo aunque aún sigo en entender cómo puedo dejar toda nuestra familia por otra mujer. Él me ha pedido una segunda oportunidad y cómo toda persona humana se la he dado. Todos cometemos errores, y debemos perdonar a los demás por eso. Porque todos somos humanos.

El médico me ha dado el alta. Estoy en la habitación colocándome la ropa nueva que mi madre me trajo anoche. Un pantalón de chándal negro, las vans grises y una sudadera. Antes de irme quiero ver cómo esta Tara y si es necesario quedarme con ella. Todo esto pasó por mi culpa, y si tuviera algo grave nunca podría perdonármelo.

[…]

Respiro hondo antes de entrar a la habitación. Mikel me ha dicho que Tara está muy afectada, y que no lleva muy bien eso de tener que pasarse el resto de vida en una silla de ruedas.

Toco a la puerta, y espero a que ella responda.

-Pasa—dice desanimada. —¡Mamá! Ya he dicho que no seas pesada y me dejes cinco minutos sola.
-No soy tu madre—río.
-¿¿¡¡Justin!!?? —y se le forma una sonrisa en la cara.
-Sí.
-Me levantaría a darte un abrazo, pero cómo ya sabes no puedo—bromea.
-Estúpida—carcajeo ante su comentario. —Ya voy yo.
Suelto la mochila en la butaca que ahí allí, y camino hacia ella con los brazos abiertos. La abrazo, fuerte. Porque sé que esto no nos podrá separar, porque yo la quiero igual aunque esté en una silla de ruedas, no me importa.
-¿Estas bien? —susurra.
-Sí. —Digo dejando un tierno beso en su frente— ¿y tú?
-Dentro de lo que cabe sí—suspira—A una no la dicen todos los días que se va a quedar paralitica—sonríe forzadamente.
-A mí no tienes que mentirme Tara. Sé que aunque bromees tienes ganas de llorar.
-Pues sí. —suspira—Pero es lo que me queda y tendré que aprender a vivir con ello, supongo.
-Tendremos que aprender a vivir con ello—la corrijo.
-Tenía miedo—confiesa.
-¿A qué?
-A que me dejaras de lado por estar en una silla de ruedas y no poder valerme por mi misma. —dice mientras una lágrima cae por su mejilla.
-Tara, escúchame—digo agarrando su mentón para que quede mirándome a los ojos—Estés en silla de ruedas o no, yo seguiré a tu lado, porque yo te quiero por lo que tienes ahí—digo poniendo su mano en el corazón—Solo por eso. —y río.
-Será demasiado duro ¿sabes? —dice agarrando mi mano—No podré hacer skate, ni ir a la playa, ni mucho menos salir de fiesta los sábados, ni si quiera tengo claro si quiero ir a la universidad Justin. —dice mientras rompe a llorar.
-Quizás sea duro, pero ten por claro que lo superaremos juntos. Te he perdido demasiadas veces, y te prometí que estaría a tu lado en los momentos duros—digo tumbándome a su lado—Encima si puedes hacer skate—digo mientras le deposito un suave beso en la mejilla.
-¿Cómo?
-Con la silla de ruedas—bromeo—Son cuatro ruedas igual, encima Tara hay gente que lo hace.
-No digas tonterías Justin.
-No lo son.
-Sí, sí lo son.
-Y los días que ellos vayan a la playa yo me quedaré contigo en casa viendo una película, y los sábados por la noche, cenaremos por ahí, ¿o tampoco puedes?
-Sí.
-No tengas miedo, yo estaré a tu lado.
-Te quiero.

-Y yo, mucho.

****
<- Si quieres seguir leyendo, pasa a la página siguiente.