{ Maratón 1/2}
· Capitulo 44
· Quince días más tarde…
| Narra Tara |
Son buenos días, y lo llevan
siendo desde hace una semana aproximadamente. El sol está dejando de brillar
desde hace unos días y se debe a que el mes de Septiembre ya está pisando
nuestros talones. Los pájaros están empezando a esconderse y una chaqueta para
resguardarte del frío ahora mismo no viene mal. El otoño está llegando a Miami,
y esto significa que tendremos que dejarlo todo de nuevo aquí hasta el año que
viene, una vez más.
Salgo de la cama, y me meto
en la ducha. Dejo caer el agua sobre mi cuerpo, y no puedo evitar sonreír cada
vez que me acuerdo de él. Le echo de menos y tan solo hace unas horas que nos
separamos. Es increíble la necesidad que sientes de los labios de una persona.
Es adicción. Soy adicta a él y dicen que el primer paso es reconocerlo. Y la
verdad, no me cuesta nada hacerlo.
| Narra Justin |
La palabra buenos días se
queda corta. Lo malo de todo esto es que de nuevo tendremos que dejar este
paraíso para volver a nuestra rutina. Pero esta vez, no me importa. No me
importa tener que irme de aquí, porque me llevo conmigo a lo más importante, ella.
Salgo de la cama bostezando
de tal manera que creo que hasta mi madre ha podido escucharme con el ruido del
aspirador. Coloco las sábanas un poco por encima, y todos los muñecos encima de
ella. Bajo las escaleras aún con los ojos pegados debido al sueño que tengo. Y
pienso en ella, en lo mucho que la echo de menos. Es necesaria en mi vida, es
mi droga. Es para mí, lo que antes era
la velocidad.
-Buenos días, Justin—dice mi
madre mientras posa un cuenco con leche caliente y el paquete de cereales. —Desayuna.
-Buenos días, mamá—digo
vertiendo los cereales en el cuenco— ¿Y los pequeños?
-Han salido con los Weasly. —dice
sonriendo.
-¿Con los Weasly?
-Sí, iban al parque y Mike ha
pasado a buscarlos. —dice recogiendo el último plato que quedaba en el
fregadero. —¿Qué pasa?
-¡Oh, nada! —digo dándole un
trago a la leche.
-Tara no iba—añade mi madre
sin yo decirla nada.
-¿A qué viene eso?
-Sé lo que estás pensando
Justin—carcajea.
-Me voy a la ducha—digo
depositando un tierno beso en su mejilla—Sabelotodo—termino diciendo mientras
le saco la lengua.
Subo las escaleras y aún
puedo escuchar las carcajadas de mi madre. Me encanta. La risa de mi madre es
el sonido más bonito para mis oídos. Amo verla feliz, porque se lo merece. Ha sufrido
bastante en la vida, y la verdad es que cuando ríe incluso es mucho más guapa.
Ella está feliz porque ha conocido a un hombre, un hombre de clase media, cómo
nosotros. Él la hace sonreír y se lleva genial con Jaxon y Jazzy, y es bastante
amable. Y está claro que sí mamá, es feliz,
todos somos felices.
Abro la puerta de mi cuarto,
y veo que mi móvil está brillando. Es un mensaje, de ella.
¡Buenos
días! Te echo de menos. ¿Qué tal has dormido? Te quiero.
Respiro hondo y sonrío. Es
increíble la capacidad que tiene para hacer que las mariposas vuelvan a mi
estómago de un momento a otro. Ella me hace sentir todo lo que otras no han
sido capaz de hacer, me vuelve a llenar el vacío que tenía dentro.
¡Buenos
días! Ahora mismo estaba pensando en ti. Yo también te echo de menos, pequeña.
¿Nos vemos esta tarde? Yo te quiero más, y está demostrado.
Dejo el móvil encima de la
mesita de noche y rebusco en el armario algo limpio para poder ponerme. Y
rebuscando me encuentro un pañuelo blanco. Es de Tara. Y aún tiene ese olor a
vainilla. Respiro hondo y lo suelto encima de la cama. Al final, saco un jean
desgastado, y una camiseta negra. Y cuando estoy a punto de entrar al baño, mi
móvil vuelve a brilla.
¿Tú
pensando en mí? Mira que es raro, jaja. Sí, claro. ¿A qué hora? Eso de que me
quieres más, aún no está demostrado Justin, no empieces. Te quiero.
Sonrío cómo un estúpido. Es
inevitable no sonreír.
Sí, yo pensando en ti. A las cinco ¿te viene bien?
Bueno si no te viene bien me da igual, a las cinco en el parque. Te amo.
Y una vez más me he quedado
por encima de ella, o eso es lo que yo creo. Porque mi móvil vuelve a sonar dos
segundos después.
No
te creas vencedor, yo te amo más.
Está claro, tengo la mejor
novia del mundo.
| Narra Tara |
Solo son la una y media del
mediodía, y sigo dando vueltas en mi cama cómo una estúpida recordando cada
momento de la tarde de ayer. Cada momento que paso con él es más increíble aun
que el anterior. Esta vez, me siento bien, y libre, y por una vez pienso que
todo puede ir bien, sin que nadie me joda, o sin que nadie se entrometa en mi
camino. Esta vez, si confío en esto.
-¿Se puede?
-Mikel, tú y tú jodida manía
de pregunta cuando ya estas dentro—carcajeo. —Sí, se puede.
-Es que si lo pregunto antes
de entrar quizás me digas que no—bromea.
-Eres idiota.
-¿Vas a salir no? —dice
sentándose en mi cama.
-Sí—digo bloqueando el móvil—He
quedado a las cinco.
-¿Con quién?
-¿Tú que crees? —Digo dándole
un pequeño golpe en el hombro— ¿Y ese cuestionario? No eres papá, Mikel—digo poniendo
un puchero.
-Desde que papá se fue, sabes
que me tocó asumir ese papel—dice ahora en un tono duro y serio.
-Mikel—digo intentando
tranquilizarle—se veía venir, todos lo sabíamos, incluso mamá. —digo
abrazándole.
-Lo siento. —dice soltando un
suspiro.
-Eh, no pasa nada. Ahora,
¿puede usted abandonar mi cuarto? Tengo que cambiarme de ropa.
-Sí, obvio. No tardes en
bajar a comer.
-En media hora estoy abajo.
-Eso es demasiado—carcajea.
-Era broma, estúpido. Me hago
la coleta, y bajo.
Y dándome un tierno beso en
la mejilla, y regalándome una sonrisa cómplice baja por las escaleras y escucho
cómo mi madre le riñe porque aún no ha puesto la mesa.
[…]
La comida ha sido genial.
Echaba de menos estos momentos entre mamá, Mike y yo. Esos momentos en los que
mamá empieza a discutir con Mike y Mike le ignora y termina haciéndole la
pelota porque mamá le ha castigado sin móvil o sin consola. Es increíble.
Aunque para ser sinceros, hay
demasiados días en los que echo de menos a mi padre. Aunque haya sido un
miserable hijo de puta, y aunque engañara a mamá, y nos engañara a todos, en el
fondo es mi padre. Aunque sé que le va bien con su otra mujer, y sé que ella
realmente si la quería, al igual que yo soy la única que sé que Mike y yo
tenemos otro ‘hermano’ de un año. Y sinceramente, a pesar de todo le deseo lo
mejor. Porque el no tuvo la culpa de enamorarse de otra persona, a veces eso
simplemente pasa.
-Mikeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeel—grito
mientras alargo la ‘e’
-¿Qué? —Dice borde— ¿Puedes
dejar de gritar?
-Sí. —Carcajeo— ¿Has visto mi
sudadera ancha obey?
-No—dice tirándomela encima
de la cama.
-Gracias—sonrío irónica.
Odio que Mikel coja mi
sudadera. Cuando Kels viene sin ropa de abrigo y hace fresco por las noches
siempre le deja mi sudadera, y es algo que odio. Esa sudadera tiene un valor
sentimental para mí. Es la que me regaló Justin cuando hicimos el primer mes
juntos, y por eso odio que la gente la coja y se la pruebe o ponga.
Entro al baño, y termino de
vestirme. Me coloco mis jeans vaqueros, y la sudadera, dejando la sudadera por
dentro del pantalón. Cojo las vans grises y las pongo en mis pies, el pañuelo
gris, y las gafas de sol de color negro. Esparzo un poco de base por la cara
retocando mis ojeras y me echo un poco de rímel y raya. Dejando mi aspecto algo
natural, cojo la barra de labios roja marcando mis labios. Unas gotas de Lipsy London
y estoy preparada para salir.
| Narra Justin |
Son las cuatro y media. Me
tiemblan las piernas y aun no sé porque estoy nervioso. No es la primera cita,
ni la segunda, es una de muchas de las que ya he tenido con ella.
Entro al cuarto de baño, y
hago una especie de estanque en mis manos con el agua, y después lo salpico en
mi cara y así un par de veces. Cojo el cepillo de dientes y extiendo en él un
poco de pasta de sabor a menta, empiezo a limpiar mis dientes. Cojo el jean
vaquero y me lo pongo, la sudadera de vans que Tara me regaló en nuestro primer
mes de color negro, y unas supras a juego con la sudera. Una gorra negra, y las
gafas de sol. Un poco de ‘one million’ y estoy listo.
-Me voy, mamá—digo entrando
en la cocina.
Un rico aroma viene desde
allí. Son las galletas que mamá hacia cuándo papá estaba en casa para merendar
las tardes de domingo, desde el día que el nos dejó no ha vuelto a hacerlas.
-¡Qué bien huele! —digo
recogiendo ese aroma.
-Te guardaré un par de ellas.
-Gracias—digo depositando un
beso en su mejilla.
Salgo de la cocina. Cojo las
llaves de la moto que hay en el cuenco de la entrada, y respirando hondo salgo
de casa. Y justo cuando estoy a punto de cerrar la puerta, siento cómo algo
tira de mi sudadera.
-¿Qué quieres Jazzy? —digo arrodillándome
para quedar a su altura.
-¿Dónde vas? —dice poniendo
sus brazos en jarra.
-He quedado, enana—sonrío a recordar
que he quedado con ella
-¿Me llevas contigo? —dice poniéndome
un puchero.
-Hoy no puedo, enana—digo cogiéndola
en mis brazos. —Mañana te prometo que te llevo a tomar un helado—deposito un
beso en su frente y la dejo en el suelo.
-Vale—sonríe y cierra la
puerta.
Llegó el momento de volverte
a ver, no sabes lo mucho que te he echado de menos en estas últimas doce horas.
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