martes, 15 de octubre de 2013

Cuarenta y cuatro {Maratón 1/2}



{ Maratón 1/2}
· Capitulo 44

· Quince días más tarde…

| Narra Tara |

Son buenos días, y lo llevan siendo desde hace una semana aproximadamente. El sol está dejando de brillar desde hace unos días y se debe a que el mes de Septiembre ya está pisando nuestros talones. Los pájaros están empezando a esconderse y una chaqueta para resguardarte del frío ahora mismo no viene mal. El otoño está llegando a Miami, y esto significa que tendremos que dejarlo todo de nuevo aquí hasta el año que viene, una vez más.

Salgo de la cama, y me meto en la ducha. Dejo caer el agua sobre mi cuerpo, y no puedo evitar sonreír cada vez que me acuerdo de él. Le echo de menos y tan solo hace unas horas que nos separamos. Es increíble la necesidad que sientes de los labios de una persona. Es adicción. Soy adicta a él y dicen que el primer paso es reconocerlo. Y la verdad, no me cuesta nada hacerlo.

| Narra Justin |

La palabra buenos días se queda corta. Lo malo de todo esto es que de nuevo tendremos que dejar este paraíso para volver a nuestra rutina. Pero esta vez, no me importa. No me importa tener que irme de aquí, porque me llevo conmigo a lo más importante, ella.

Salgo de la cama bostezando de tal manera que creo que hasta mi madre ha podido escucharme con el ruido del aspirador. Coloco las sábanas un poco por encima, y todos los muñecos encima de ella. Bajo las escaleras aún con los ojos pegados debido al sueño que tengo. Y pienso en ella, en lo mucho que la echo de menos. Es necesaria en mi vida, es mi droga. Es para mí, lo que antes era la velocidad.

-Buenos días, Justin—dice mi madre mientras posa un cuenco con leche caliente y el paquete de cereales. —Desayuna.
-Buenos días, mamá—digo vertiendo los cereales en el cuenco— ¿Y los pequeños?
-Han salido con los Weasly. —dice sonriendo.
-¿Con los Weasly?
-Sí, iban al parque y Mike ha pasado a buscarlos. —dice recogiendo el último plato que quedaba en el fregadero. —¿Qué pasa?
-¡Oh, nada! —digo dándole un trago a la leche.
-Tara no iba—añade mi madre sin yo decirla nada.
-¿A qué viene eso?
-Sé lo que estás pensando Justin—carcajea.
-Me voy a la ducha—digo depositando un tierno beso en su mejilla—Sabelotodo—termino diciendo mientras le saco la lengua.

Subo las escaleras y aún puedo escuchar las carcajadas de mi madre. Me encanta. La risa de mi madre es el sonido más bonito para mis oídos. Amo verla feliz, porque se lo merece. Ha sufrido bastante en la vida, y la verdad es que cuando ríe incluso es mucho más guapa. Ella está feliz porque ha conocido a un hombre, un hombre de clase media, cómo nosotros. Él la hace sonreír y se lleva genial con Jaxon y Jazzy, y es bastante amable. Y está claro que sí mamá, es feliz, todos somos felices.

Abro la puerta de mi cuarto, y veo que mi móvil está brillando. Es un mensaje, de ella.

¡Buenos días! Te echo de menos. ¿Qué tal has dormido? Te quiero.

Respiro hondo y sonrío. Es increíble la capacidad que tiene para hacer que las mariposas vuelvan a mi estómago de un momento a otro. Ella me hace sentir todo lo que otras no han sido capaz de hacer, me vuelve a llenar el vacío que tenía dentro.


¡Buenos días! Ahora mismo estaba pensando en ti. Yo también te echo de menos, pequeña. ¿Nos vemos esta tarde? Yo te quiero más, y está demostrado.

Dejo el móvil encima de la mesita de noche y rebusco en el armario algo limpio para poder ponerme. Y rebuscando me encuentro un pañuelo blanco. Es de Tara. Y aún tiene ese olor a vainilla. Respiro hondo y lo suelto encima de la cama. Al final, saco un jean desgastado, y una camiseta negra. Y cuando estoy a punto de entrar al baño, mi móvil vuelve a brilla.

¿Tú pensando en mí? Mira que es raro, jaja. Sí, claro. ¿A qué hora? Eso de que me quieres más, aún no está demostrado Justin, no empieces. Te quiero.

Sonrío cómo un estúpido. Es inevitable no sonreír.

Sí, yo pensando en ti. A las cinco ¿te viene bien? Bueno si no te viene bien me da igual, a las cinco en el parque. Te amo.

Y una vez más me he quedado por encima de ella, o eso es lo que yo creo. Porque mi móvil vuelve a sonar dos segundos después.

No te creas vencedor, yo te amo más.

Está claro, tengo la mejor novia del mundo.

| Narra Tara |

Solo son la una y media del mediodía, y sigo dando vueltas en mi cama cómo una estúpida recordando cada momento de la tarde de ayer. Cada momento que paso con él es más increíble aun que el anterior. Esta vez, me siento bien, y libre, y por una vez pienso que todo puede ir bien, sin que nadie me joda, o sin que nadie se entrometa en mi camino. Esta vez, si confío en esto.

-¿Se puede?
-Mikel, tú y tú jodida manía de pregunta cuando ya estas dentro—carcajeo. —Sí, se puede.
-Es que si lo pregunto antes de entrar quizás me digas que no—bromea.
-Eres idiota.
-¿Vas a salir no? —dice sentándose en mi cama.
-Sí—digo bloqueando el móvil—He quedado a las cinco.
-¿Con quién?
-¿Tú que crees? —Digo dándole un pequeño golpe en el hombro— ¿Y ese cuestionario? No eres papá, Mikel—digo poniendo un puchero.
-Desde que papá se fue, sabes que me tocó asumir ese papel—dice ahora en un tono duro y serio.
-Mikel—digo intentando tranquilizarle—se veía venir, todos lo sabíamos, incluso mamá. —digo abrazándole.
-Lo siento. —dice soltando un suspiro.
-Eh, no pasa nada. Ahora, ¿puede usted abandonar mi cuarto? Tengo que cambiarme de ropa.
-Sí, obvio. No tardes en bajar a comer.
-En media hora estoy abajo.
-Eso es demasiado—carcajea.
-Era broma, estúpido. Me hago la coleta, y bajo.

Y dándome un tierno beso en la mejilla, y regalándome una sonrisa cómplice baja por las escaleras y escucho cómo mi madre le riñe porque aún no ha puesto la mesa.

[…]

La comida ha sido genial. Echaba de menos estos momentos entre mamá, Mike y yo. Esos momentos en los que mamá empieza a discutir con Mike y Mike le ignora y termina haciéndole la pelota porque mamá le ha castigado sin móvil o sin consola. Es increíble.

Aunque para ser sinceros, hay demasiados días en los que echo de menos a mi padre. Aunque haya sido un miserable hijo de puta, y aunque engañara a mamá, y nos engañara a todos, en el fondo es mi padre. Aunque sé que le va bien con su otra mujer, y sé que ella realmente si la quería, al igual que yo soy la única que sé que Mike y yo tenemos otro ‘hermano’ de un año. Y sinceramente, a pesar de todo le deseo lo mejor. Porque el no tuvo la culpa de enamorarse de otra persona, a veces eso simplemente pasa.

-Mikeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeel—grito mientras alargo la ‘e’
-¿Qué? —Dice borde— ¿Puedes dejar de gritar?
-Sí. —Carcajeo— ¿Has visto mi sudadera ancha obey?
-No—dice tirándomela encima de la cama.
-Gracias—sonrío irónica.

Odio que Mikel coja mi sudadera. Cuando Kels viene sin ropa de abrigo y hace fresco por las noches siempre le deja mi sudadera, y es algo que odio. Esa sudadera tiene un valor sentimental para mí. Es la que me regaló Justin cuando hicimos el primer mes juntos, y por eso odio que la gente la coja y se la pruebe o ponga.

Entro al baño, y termino de vestirme. Me coloco mis jeans vaqueros, y la sudadera, dejando la sudadera por dentro del pantalón. Cojo las vans grises y las pongo en mis pies, el pañuelo gris, y las gafas de sol de color negro. Esparzo un poco de base por la cara retocando mis ojeras y me echo un poco de rímel y raya. Dejando mi aspecto algo natural, cojo la barra de labios roja marcando mis labios. Unas gotas de Lipsy London y estoy preparada para salir.

| Narra Justin |

Son las cuatro y media. Me tiemblan las piernas y aun no sé porque estoy nervioso. No es la primera cita, ni la segunda, es una de muchas de las que ya he tenido con ella.

Entro al cuarto de baño, y hago una especie de estanque en mis manos con el agua, y después lo salpico en mi cara y así un par de veces. Cojo el cepillo de dientes y extiendo en él un poco de pasta de sabor a menta, empiezo a limpiar mis dientes. Cojo el jean vaquero y me lo pongo, la sudadera de vans que Tara me regaló en nuestro primer mes de color negro, y unas supras a juego con la sudera. Una gorra negra, y las gafas de sol. Un poco de ‘one million’ y estoy listo.

-Me voy, mamá—digo entrando en la cocina.
Un rico aroma viene desde allí. Son las galletas que mamá hacia cuándo papá estaba en casa para merendar las tardes de domingo, desde el día que el nos dejó no ha vuelto a hacerlas.
-¡Qué bien huele! —digo recogiendo ese aroma.
-Te guardaré un par de ellas.
-Gracias—digo depositando un beso en su mejilla.

Salgo de la cocina. Cojo las llaves de la moto que hay en el cuenco de la entrada, y respirando hondo salgo de casa. Y justo cuando estoy a punto de cerrar la puerta, siento cómo algo tira de mi sudadera.

-¿Qué quieres Jazzy? —digo arrodillándome para quedar a su altura.
-¿Dónde vas? —dice poniendo sus brazos en jarra.
-He quedado, enana—sonrío a recordar que he quedado con ella
-¿Me llevas contigo? —dice poniéndome un puchero.
-Hoy no puedo, enana—digo cogiéndola en mis brazos. —Mañana te prometo que te llevo a tomar un helado—deposito un beso en su frente y la dejo en el suelo.
-Vale—sonríe y cierra la puerta.

Llegó el momento de volverte a ver, no sabes lo mucho que te he echado de menos en estas últimas doce horas.

****


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Cuarenta y cuatro {Maratón 1/2}



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· Capitulo 44

· Quince días más tarde…

| Narra Tara |

Son buenos días, y lo llevan siendo desde hace una semana aproximadamente. El sol está dejando de brillar desde hace unos días y se debe a que el mes de Septiembre ya está pisando nuestros talones. Los pájaros están empezando a esconderse y una chaqueta para resguardarte del frío ahora mismo no viene mal. El otoño está llegando a Miami, y esto significa que tendremos que dejarlo todo de nuevo aquí hasta el año que viene, una vez más.

Salgo de la cama, y me meto en la ducha. Dejo caer el agua sobre mi cuerpo, y no puedo evitar sonreír cada vez que me acuerdo de él. Le echo de menos y tan solo hace unas horas que nos separamos. Es increíble la necesidad que sientes de los labios de una persona. Es adicción. Soy adicta a él y dicen que el primer paso es reconocerlo. Y la verdad, no me cuesta nada hacerlo.

| Narra Justin |

La palabra buenos días se queda corta. Lo malo de todo esto es que de nuevo tendremos que dejar este paraíso para volver a nuestra rutina. Pero esta vez, no me importa. No me importa tener que irme de aquí, porque me llevo conmigo a lo más importante, ella.

Salgo de la cama bostezando de tal manera que creo que hasta mi madre ha podido escucharme con el ruido del aspirador. Coloco las sábanas un poco por encima, y todos los muñecos encima de ella. Bajo las escaleras aún con los ojos pegados debido al sueño que tengo. Y pienso en ella, en lo mucho que la echo de menos. Es necesaria en mi vida, es mi droga. Es para mí, lo que antes era la velocidad.

-Buenos días, Justin—dice mi madre mientras posa un cuenco con leche caliente y el paquete de cereales. —Desayuna.
-Buenos días, mamá—digo vertiendo los cereales en el cuenco— ¿Y los pequeños?
-Han salido con los Weasly. —dice sonriendo.
-¿Con los Weasly?
-Sí, iban al parque y Mike ha pasado a buscarlos. —dice recogiendo el último plato que quedaba en el fregadero. —¿Qué pasa?
-¡Oh, nada! —digo dándole un trago a la leche.
-Tara no iba—añade mi madre sin yo decirla nada.
-¿A qué viene eso?
-Sé lo que estás pensando Justin—carcajea.
-Me voy a la ducha—digo depositando un tierno beso en su mejilla—Sabelotodo—termino diciendo mientras le saco la lengua.

Subo las escaleras y aún puedo escuchar las carcajadas de mi madre. Me encanta. La risa de mi madre es el sonido más bonito para mis oídos. Amo verla feliz, porque se lo merece. Ha sufrido bastante en la vida, y la verdad es que cuando ríe incluso es mucho más guapa. Ella está feliz porque ha conocido a un hombre, un hombre de clase media, cómo nosotros. Él la hace sonreír y se lleva genial con Jaxon y Jazzy, y es bastante amable. Y está claro que sí mamá, es feliz, todos somos felices.

Abro la puerta de mi cuarto, y veo que mi móvil está brillando. Es un mensaje, de ella.

¡Buenos días! Te echo de menos. ¿Qué tal has dormido? Te quiero.

Respiro hondo y sonrío. Es increíble la capacidad que tiene para hacer que las mariposas vuelvan a mi estómago de un momento a otro. Ella me hace sentir todo lo que otras no han sido capaz de hacer, me vuelve a llenar el vacío que tenía dentro.


¡Buenos días! Ahora mismo estaba pensando en ti. Yo también te echo de menos, pequeña. ¿Nos vemos esta tarde? Yo te quiero más, y está demostrado.

Dejo el móvil encima de la mesita de noche y rebusco en el armario algo limpio para poder ponerme. Y rebuscando me encuentro un pañuelo blanco. Es de Tara. Y aún tiene ese olor a vainilla. Respiro hondo y lo suelto encima de la cama. Al final, saco un jean desgastado, y una camiseta negra. Y cuando estoy a punto de entrar al baño, mi móvil vuelve a brilla.

¿Tú pensando en mí? Mira que es raro, jaja. Sí, claro. ¿A qué hora? Eso de que me quieres más, aún no está demostrado Justin, no empieces. Te quiero.

Sonrío cómo un estúpido. Es inevitable no sonreír.

Sí, yo pensando en ti. A las cinco ¿te viene bien? Bueno si no te viene bien me da igual, a las cinco en el parque. Te amo.

Y una vez más me he quedado por encima de ella, o eso es lo que yo creo. Porque mi móvil vuelve a sonar dos segundos después.

No te creas vencedor, yo te amo más.

Está claro, tengo la mejor novia del mundo.

| Narra Tara |

Solo son la una y media del mediodía, y sigo dando vueltas en mi cama cómo una estúpida recordando cada momento de la tarde de ayer. Cada momento que paso con él es más increíble aun que el anterior. Esta vez, me siento bien, y libre, y por una vez pienso que todo puede ir bien, sin que nadie me joda, o sin que nadie se entrometa en mi camino. Esta vez, si confío en esto.

-¿Se puede?
-Mikel, tú y tú jodida manía de pregunta cuando ya estas dentro—carcajeo. —Sí, se puede.
-Es que si lo pregunto antes de entrar quizás me digas que no—bromea.
-Eres idiota.
-¿Vas a salir no? —dice sentándose en mi cama.
-Sí—digo bloqueando el móvil—He quedado a las cinco.
-¿Con quién?
-¿Tú que crees? —Digo dándole un pequeño golpe en el hombro— ¿Y ese cuestionario? No eres papá, Mikel—digo poniendo un puchero.
-Desde que papá se fue, sabes que me tocó asumir ese papel—dice ahora en un tono duro y serio.
-Mikel—digo intentando tranquilizarle—se veía venir, todos lo sabíamos, incluso mamá. —digo abrazándole.
-Lo siento. —dice soltando un suspiro.
-Eh, no pasa nada. Ahora, ¿puede usted abandonar mi cuarto? Tengo que cambiarme de ropa.
-Sí, obvio. No tardes en bajar a comer.
-En media hora estoy abajo.
-Eso es demasiado—carcajea.
-Era broma, estúpido. Me hago la coleta, y bajo.

Y dándome un tierno beso en la mejilla, y regalándome una sonrisa cómplice baja por las escaleras y escucho cómo mi madre le riñe porque aún no ha puesto la mesa.

[…]

La comida ha sido genial. Echaba de menos estos momentos entre mamá, Mike y yo. Esos momentos en los que mamá empieza a discutir con Mike y Mike le ignora y termina haciéndole la pelota porque mamá le ha castigado sin móvil o sin consola. Es increíble.

Aunque para ser sinceros, hay demasiados días en los que echo de menos a mi padre. Aunque haya sido un miserable hijo de puta, y aunque engañara a mamá, y nos engañara a todos, en el fondo es mi padre. Aunque sé que le va bien con su otra mujer, y sé que ella realmente si la quería, al igual que yo soy la única que sé que Mike y yo tenemos otro ‘hermano’ de un año. Y sinceramente, a pesar de todo le deseo lo mejor. Porque el no tuvo la culpa de enamorarse de otra persona, a veces eso simplemente pasa.

-Mikeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeel—grito mientras alargo la ‘e’
-¿Qué? —Dice borde— ¿Puedes dejar de gritar?
-Sí. —Carcajeo— ¿Has visto mi sudadera ancha obey?
-No—dice tirándomela encima de la cama.
-Gracias—sonrío irónica.

Odio que Mikel coja mi sudadera. Cuando Kels viene sin ropa de abrigo y hace fresco por las noches siempre le deja mi sudadera, y es algo que odio. Esa sudadera tiene un valor sentimental para mí. Es la que me regaló Justin cuando hicimos el primer mes juntos, y por eso odio que la gente la coja y se la pruebe o ponga.

Entro al baño, y termino de vestirme. Me coloco mis jeans vaqueros, y la sudadera, dejando la sudadera por dentro del pantalón. Cojo las vans grises y las pongo en mis pies, el pañuelo gris, y las gafas de sol de color negro. Esparzo un poco de base por la cara retocando mis ojeras y me echo un poco de rímel y raya. Dejando mi aspecto algo natural, cojo la barra de labios roja marcando mis labios. Unas gotas de Lipsy London y estoy preparada para salir.

| Narra Justin |

Son las cuatro y media. Me tiemblan las piernas y aun no sé porque estoy nervioso. No es la primera cita, ni la segunda, es una de muchas de las que ya he tenido con ella.

Entro al cuarto de baño, y hago una especie de estanque en mis manos con el agua, y después lo salpico en mi cara y así un par de veces. Cojo el cepillo de dientes y extiendo en él un poco de pasta de sabor a menta, empiezo a limpiar mis dientes. Cojo el jean vaquero y me lo pongo, la sudadera de vans que Tara me regaló en nuestro primer mes de color negro, y unas supras a juego con la sudera. Una gorra negra, y las gafas de sol. Un poco de ‘one million’ y estoy listo.

-Me voy, mamá—digo entrando en la cocina.
Un rico aroma viene desde allí. Son las galletas que mamá hacia cuándo papá estaba en casa para merendar las tardes de domingo, desde el día que el nos dejó no ha vuelto a hacerlas.
-¡Qué bien huele! —digo recogiendo ese aroma.
-Te guardaré un par de ellas.
-Gracias—digo depositando un beso en su mejilla.

Salgo de la cocina. Cojo las llaves de la moto que hay en el cuenco de la entrada, y respirando hondo salgo de casa. Y justo cuando estoy a punto de cerrar la puerta, siento cómo algo tira de mi sudadera.

-¿Qué quieres Jazzy? —digo arrodillándome para quedar a su altura.
-¿Dónde vas? —dice poniendo sus brazos en jarra.
-He quedado, enana—sonrío a recordar que he quedado con ella
-¿Me llevas contigo? —dice poniéndome un puchero.
-Hoy no puedo, enana—digo cogiéndola en mis brazos. —Mañana te prometo que te llevo a tomar un helado—deposito un beso en su frente y la dejo en el suelo.
-Vale—sonríe y cierra la puerta.

Llegó el momento de volverte a ver, no sabes lo mucho que te he echado de menos en estas últimas doce horas.

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