miércoles, 30 de octubre de 2013

Cuarenta y nueve.


· Capitulo 49.

Tara se queda allí sentada en su cama pensando en todo lo que acaba de pasar. Lleva soñando con este momento desde que tenía quince años. Ahora, entiende en parte por qué él venía todos los días a visitarla, y se pasaba las horas hablándola y haciéndola compañía.

Se levanta de la cama y camina hacia el baño, tiene curiosidad por saber si su cuerpo ha cambiado. Entra el baño y enciende la luz. Se mira en el espejo y sonríe. Su cara está mucho más desarrollada, y sus ojos siguen igual de grandes y verdes que siempre. Sus brackets ya no están y se pregunta cómo lo han hecho, su larga melena morena está más crecida de lo que ella misma recuerda, y lo que más le asombra es que sus puntas no están estropeadas para nada y su pelo brilla. Le gusta este cambio, y está segura de que ahora empieza su nueva vida.

[…]

-Tara, ¿estas despierta?
-Sí.

Y abre sus ojos para ver la sonrisa de su hermano. Se abrazan. Un abrazo caluroso que hace honor a un ‘te he echado de menos’. Está claro que ella le necesitaba. Tanto cómo necesitamos el agua y el oxígeno para poder sobrevivir.

-Estás muy guapo.
-¡Que dices!
-Sí. —Sonríe— Ahora eres tú el que lleva brackets.
-Sí—dice enseñándoselos a su hermana—Pero me los quitan en dos días—añade.
-Cuéntame todo sobre ti, ya sabes ando perdida en tú vida…

Su hermano toma asiento y empieza a contarle todo lo que le ha pasado en estos últimos dos años. Llega el momento delicado, y es decirla que mi madre y mi padre se separaron justo después del accidente. Ella no parece afectada, y solo se limita a escuchar las historias de su hermano.

· Dos horas más tarde…

-Y eso es todo—dice su hermano dándole un mordisco a un bocadillo.
-¿Eso es todo? —Dice ella irónica—¿Te parece poco?
-Sí.
-Tío Mike, tiene novia y por fin has conseguido entrar dónde tú querías.
-Lo sé.
-Eres universitario, y el futuro Dc. Weasly—bromea su hermana pequeña.

La puerta suena y da paso a un hombre moreno de ojos claros y una bata blanca, supongo que él será mi médico. Comienzo a reír cuando veo a Ryan, el mejor amigo de mi hermano vestido con bata blanca y gafas de ver.

-¿Tú eres mi médico? —estallo a reír.
-Srta. Weasly—dice serio—No sabes cómo me alegro de verte reír una vez más—dice el joven caminando hasta su amiga para brindarle el más sincero abrazo.
-Gracias doctor—Bromea ella— ¿Cuándo me va a dar el alta?
-Ahora mismo. —sonríe.
-¡Menos mal!
-Firma aquí y podrás irte.
-Gracias Butler.

Y se levanta de su cama camino al servicio para ponerse de nuevo su ropa. Unos jean desgastados, una sudadera ancha, sus converse y sus gafas, preparada para comerse el mundo.

· Al día siguiente por la tarde…

| Narra Tara |

Las cuatro y media de la tarde. Hace media hora que mamá se fue de vuelta al trabajo, y Mike está en su habitación pasando apuntes cómo un loco. Dice que el algún día quiere llegar a ser cómo su mejor amigo, Ryan, y salvar la vida de miles de personas, y estoy segura de que lo conseguirá.

Camino hasta mi escritorio dónde se encuentra mi ordenador. Le enciendo. Miro el fondo de pantalla. Yo y Caroline, teníamos catorce años y fue la primera vez que ambas salimos de fiesta por la noche. También recuerdo que me puse unos tacones azules y que cuando llegué a casa tenía los dedos reventados y un montón de ampollas por la gran parte del pie. Es increíble, me he perdido quizás los mejores años de mi vida. Mi mayoría de edad. El tener mi primer novio, mi primera vez, aunque realmente es absurdo porque yo siento que lo he vivido. Quizás, quizás ellos solo sean fruto de mi imaginación pero me han regalado mil y un momentos, y gracias a ellos estos dos años han sido mucho más agradables.

Entro en el twitter y tengo un montón de comentarios de apoyo, incluso de gente que nunca me había saludado, aunque en realidad, les entiendo. Yo siempre he sido el bicho raro de clase. Aparatos, gafas, empollona, una sabelotodo. Contesto todos los que puedo, y al final decido poner uno en general ‘Gracias por todo el apoyo chicos, ya estoy de vuelta. Os he echado de menos, supongo.’ Obtengo un montón de retweets, y cuando estoy a punto de apagarle para tumbarme en la cama esperando a que Justin venga a buscarme, me han mencionado, es él.

‘’En media hora tendrás todas tu explicaciones, no me falles’’.

Sonrío ante el comentario. Decido contestarle pero sin mencionarle.

‘’Las estoy esperando ansiosa’’.

Y cierro sesión.

[…]

Me estoy dando los últimos retoques y suena el timbre de casa. Sé que Mike no bajará porque está estudiando. Grito un ‘ya voy’ lo más fuerte que puedo, y recibo un ‘vale, no tardes que aquí fuera hace frío’. Río ante el comentario.
Termino de colocarme el gorro, y la chaqueta vaquera. Coloco de nuevo mi pañuelo, y repaso mi labios con un gloss de color rosa palo. Dos gotas de colonia y estoy lista.

Bajo las escaleras de dos en dos, y respiro hondo antes de abrir la puerta.
Y ahí está el, con sus jean negros caídos, su sudadera ancha, un gorro de lana, y sus supras, y dedicándome una amplia sonrisa.

-Pasa—sonrío.
Y accede a pasar. No dice nada, y ante su silencio camino hasta la cocina para coger mi teléfono móvil que me dejé olvidado aquí hace cosa de quince minutos.

Siento cómo unas manos se acoplan en mi cintura, y una cabeza se hunde en el hueco que hay entre mis hombros y mi cuello. Suspira en mi cuello, y hace que mi piel se ponga de gallina. Río.

-Estas preciosa—susurra de nuevo.
-Yo no puedo decir lo mismo—miento.
-Tú no sabes que a las chicas buenas que mienten se las comen.
-¿Si? —digo desafiándole mientras me doy la vuelta para quedarnos cara con cara.
-Sí—dice acercándose más a mí.
-¿Cómo se las comen?¿Enteras o las mastican?
-A besos—ríe.

Y no me lo pienso. Capturo su sonrisa entre mis labios. Me moría por besarle. Es cómo una adicción rápida, sólo le he besado una vez, durante dos segundo y ya siento la necesidad de hacerlo en cada momento.

-Si tengo que mentir para que me beses, lo haré encantada—digo riendo.
-Yo estaré encantado de comerte a besos—dice en mi oído—Pero no hace falta que me mientas—dice robándome un beso casto, sin lengua, un beso simple.

[…]

-¿Dónde vamos?
-A tomar un café caliente, con este frio se agradece ¿no?
-Sí.

Y coge mi mano mientras caminamos desde el parque hasta la cafetería más cercana. Me intimida demasiado cuándo se queda mirándome durante un buen rato, y después me dedica una sonrisa.

Entramos en la cafetería, y caminamos hacia la última mesa de la primera fila, que es la única que hay libre. Se sienta enfrente mía, y me sonríe cómo un idiota. Le devuelvo la sonrisa.

Una camarera joven, de unos veintidós años aproximadamente se acerca hacia nosotros.

-¿Qué desean pareja? —dice sacando su bolígrafo.
-Chocolate con nata—dice Justin.
-Cappuccino, muy caliente—añado yo.

Nos dedica una sonrisa, y camina hacia la barra.

-Bueno, mis explicaciones ¿para cuándo?
-¡Ah! Es verdad, se me había olvidado que esto no era una cita—carcajea.
-Imbécil—digo dándole un pequeño toque en el hombro.
-Creo que es demasiado obvio—dice poniéndose algo más serio—Es decir, es obvio que iba día a día porque me gustabas, y me sigues gustando demasiado.
-Pero, nunca me lo dijiste cuando podía contestarte—digo ahora yo mientras le pego un trago al café.
-Lo sé—dice el imitándome—Pero no me atrevía, fui demasiado cobarde.
-Sí.
-Tenía miedo.
-¿De qué?
-De recibir un no por respuesta—dice agarrándome las manos—Yo sé que tú no eres cómo las demás.
-No, no lo soy—digo riendo—Pero si había algo obvio en todo eso es que yo te iba a decir que sí Justin, todos sabían que me tenías loca, todos menos tú.
-¿Todos?
-Sí.
-¿Por qué? ¿Tú lo contaste?
-Es obvio que no—digo moviendo mi cabeza de un lado a otro—Pero me tiraba todo el día mirándote, y me quedaba embobada. Y siempre que venias con mi hermano, te huía.
-¿Cómo ahora?
-¿Ahora qué?
-A veces huyes de mi mirada.
-Me intimidas.
-Tienes unos ojos muy bonitos.
-Cállate.
-¿Por qué?
-No me gusta que me digan cosas bonitas, no estoy acostumbrada.
-Pues empieza acostumbrarte, porque yo cada día te diré lo preciosa que vas y lo bonita que eres.
-Idiota.

Justin se levanta de su asiento y toma asiento justo a mi lado. Me acerca a él, y nos separa un escaso centímetro. Río. El ríe. Y así hasta que me encuentro atrapada por sus labios. El gana la batalla.

-¿Quién te ha dicho que quiera acostumbrarme?
-Tú Tara, te conozco demasiado bien y para mí no hace falta que digas una palabra, porque sé lo que quieres decir con la mirada.


Y me vuelve a besar.

****

<- Si quieres seguir leyendo, pasa a la siguiente página.

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miércoles, 30 de octubre de 2013

Cuarenta y nueve.


· Capitulo 49.

Tara se queda allí sentada en su cama pensando en todo lo que acaba de pasar. Lleva soñando con este momento desde que tenía quince años. Ahora, entiende en parte por qué él venía todos los días a visitarla, y se pasaba las horas hablándola y haciéndola compañía.

Se levanta de la cama y camina hacia el baño, tiene curiosidad por saber si su cuerpo ha cambiado. Entra el baño y enciende la luz. Se mira en el espejo y sonríe. Su cara está mucho más desarrollada, y sus ojos siguen igual de grandes y verdes que siempre. Sus brackets ya no están y se pregunta cómo lo han hecho, su larga melena morena está más crecida de lo que ella misma recuerda, y lo que más le asombra es que sus puntas no están estropeadas para nada y su pelo brilla. Le gusta este cambio, y está segura de que ahora empieza su nueva vida.

[…]

-Tara, ¿estas despierta?
-Sí.

Y abre sus ojos para ver la sonrisa de su hermano. Se abrazan. Un abrazo caluroso que hace honor a un ‘te he echado de menos’. Está claro que ella le necesitaba. Tanto cómo necesitamos el agua y el oxígeno para poder sobrevivir.

-Estás muy guapo.
-¡Que dices!
-Sí. —Sonríe— Ahora eres tú el que lleva brackets.
-Sí—dice enseñándoselos a su hermana—Pero me los quitan en dos días—añade.
-Cuéntame todo sobre ti, ya sabes ando perdida en tú vida…

Su hermano toma asiento y empieza a contarle todo lo que le ha pasado en estos últimos dos años. Llega el momento delicado, y es decirla que mi madre y mi padre se separaron justo después del accidente. Ella no parece afectada, y solo se limita a escuchar las historias de su hermano.

· Dos horas más tarde…

-Y eso es todo—dice su hermano dándole un mordisco a un bocadillo.
-¿Eso es todo? —Dice ella irónica—¿Te parece poco?
-Sí.
-Tío Mike, tiene novia y por fin has conseguido entrar dónde tú querías.
-Lo sé.
-Eres universitario, y el futuro Dc. Weasly—bromea su hermana pequeña.

La puerta suena y da paso a un hombre moreno de ojos claros y una bata blanca, supongo que él será mi médico. Comienzo a reír cuando veo a Ryan, el mejor amigo de mi hermano vestido con bata blanca y gafas de ver.

-¿Tú eres mi médico? —estallo a reír.
-Srta. Weasly—dice serio—No sabes cómo me alegro de verte reír una vez más—dice el joven caminando hasta su amiga para brindarle el más sincero abrazo.
-Gracias doctor—Bromea ella— ¿Cuándo me va a dar el alta?
-Ahora mismo. —sonríe.
-¡Menos mal!
-Firma aquí y podrás irte.
-Gracias Butler.

Y se levanta de su cama camino al servicio para ponerse de nuevo su ropa. Unos jean desgastados, una sudadera ancha, sus converse y sus gafas, preparada para comerse el mundo.

· Al día siguiente por la tarde…

| Narra Tara |

Las cuatro y media de la tarde. Hace media hora que mamá se fue de vuelta al trabajo, y Mike está en su habitación pasando apuntes cómo un loco. Dice que el algún día quiere llegar a ser cómo su mejor amigo, Ryan, y salvar la vida de miles de personas, y estoy segura de que lo conseguirá.

Camino hasta mi escritorio dónde se encuentra mi ordenador. Le enciendo. Miro el fondo de pantalla. Yo y Caroline, teníamos catorce años y fue la primera vez que ambas salimos de fiesta por la noche. También recuerdo que me puse unos tacones azules y que cuando llegué a casa tenía los dedos reventados y un montón de ampollas por la gran parte del pie. Es increíble, me he perdido quizás los mejores años de mi vida. Mi mayoría de edad. El tener mi primer novio, mi primera vez, aunque realmente es absurdo porque yo siento que lo he vivido. Quizás, quizás ellos solo sean fruto de mi imaginación pero me han regalado mil y un momentos, y gracias a ellos estos dos años han sido mucho más agradables.

Entro en el twitter y tengo un montón de comentarios de apoyo, incluso de gente que nunca me había saludado, aunque en realidad, les entiendo. Yo siempre he sido el bicho raro de clase. Aparatos, gafas, empollona, una sabelotodo. Contesto todos los que puedo, y al final decido poner uno en general ‘Gracias por todo el apoyo chicos, ya estoy de vuelta. Os he echado de menos, supongo.’ Obtengo un montón de retweets, y cuando estoy a punto de apagarle para tumbarme en la cama esperando a que Justin venga a buscarme, me han mencionado, es él.

‘’En media hora tendrás todas tu explicaciones, no me falles’’.

Sonrío ante el comentario. Decido contestarle pero sin mencionarle.

‘’Las estoy esperando ansiosa’’.

Y cierro sesión.

[…]

Me estoy dando los últimos retoques y suena el timbre de casa. Sé que Mike no bajará porque está estudiando. Grito un ‘ya voy’ lo más fuerte que puedo, y recibo un ‘vale, no tardes que aquí fuera hace frío’. Río ante el comentario.
Termino de colocarme el gorro, y la chaqueta vaquera. Coloco de nuevo mi pañuelo, y repaso mi labios con un gloss de color rosa palo. Dos gotas de colonia y estoy lista.

Bajo las escaleras de dos en dos, y respiro hondo antes de abrir la puerta.
Y ahí está el, con sus jean negros caídos, su sudadera ancha, un gorro de lana, y sus supras, y dedicándome una amplia sonrisa.

-Pasa—sonrío.
Y accede a pasar. No dice nada, y ante su silencio camino hasta la cocina para coger mi teléfono móvil que me dejé olvidado aquí hace cosa de quince minutos.

Siento cómo unas manos se acoplan en mi cintura, y una cabeza se hunde en el hueco que hay entre mis hombros y mi cuello. Suspira en mi cuello, y hace que mi piel se ponga de gallina. Río.

-Estas preciosa—susurra de nuevo.
-Yo no puedo decir lo mismo—miento.
-Tú no sabes que a las chicas buenas que mienten se las comen.
-¿Si? —digo desafiándole mientras me doy la vuelta para quedarnos cara con cara.
-Sí—dice acercándose más a mí.
-¿Cómo se las comen?¿Enteras o las mastican?
-A besos—ríe.

Y no me lo pienso. Capturo su sonrisa entre mis labios. Me moría por besarle. Es cómo una adicción rápida, sólo le he besado una vez, durante dos segundo y ya siento la necesidad de hacerlo en cada momento.

-Si tengo que mentir para que me beses, lo haré encantada—digo riendo.
-Yo estaré encantado de comerte a besos—dice en mi oído—Pero no hace falta que me mientas—dice robándome un beso casto, sin lengua, un beso simple.

[…]

-¿Dónde vamos?
-A tomar un café caliente, con este frio se agradece ¿no?
-Sí.

Y coge mi mano mientras caminamos desde el parque hasta la cafetería más cercana. Me intimida demasiado cuándo se queda mirándome durante un buen rato, y después me dedica una sonrisa.

Entramos en la cafetería, y caminamos hacia la última mesa de la primera fila, que es la única que hay libre. Se sienta enfrente mía, y me sonríe cómo un idiota. Le devuelvo la sonrisa.

Una camarera joven, de unos veintidós años aproximadamente se acerca hacia nosotros.

-¿Qué desean pareja? —dice sacando su bolígrafo.
-Chocolate con nata—dice Justin.
-Cappuccino, muy caliente—añado yo.

Nos dedica una sonrisa, y camina hacia la barra.

-Bueno, mis explicaciones ¿para cuándo?
-¡Ah! Es verdad, se me había olvidado que esto no era una cita—carcajea.
-Imbécil—digo dándole un pequeño toque en el hombro.
-Creo que es demasiado obvio—dice poniéndose algo más serio—Es decir, es obvio que iba día a día porque me gustabas, y me sigues gustando demasiado.
-Pero, nunca me lo dijiste cuando podía contestarte—digo ahora yo mientras le pego un trago al café.
-Lo sé—dice el imitándome—Pero no me atrevía, fui demasiado cobarde.
-Sí.
-Tenía miedo.
-¿De qué?
-De recibir un no por respuesta—dice agarrándome las manos—Yo sé que tú no eres cómo las demás.
-No, no lo soy—digo riendo—Pero si había algo obvio en todo eso es que yo te iba a decir que sí Justin, todos sabían que me tenías loca, todos menos tú.
-¿Todos?
-Sí.
-¿Por qué? ¿Tú lo contaste?
-Es obvio que no—digo moviendo mi cabeza de un lado a otro—Pero me tiraba todo el día mirándote, y me quedaba embobada. Y siempre que venias con mi hermano, te huía.
-¿Cómo ahora?
-¿Ahora qué?
-A veces huyes de mi mirada.
-Me intimidas.
-Tienes unos ojos muy bonitos.
-Cállate.
-¿Por qué?
-No me gusta que me digan cosas bonitas, no estoy acostumbrada.
-Pues empieza acostumbrarte, porque yo cada día te diré lo preciosa que vas y lo bonita que eres.
-Idiota.

Justin se levanta de su asiento y toma asiento justo a mi lado. Me acerca a él, y nos separa un escaso centímetro. Río. El ríe. Y así hasta que me encuentro atrapada por sus labios. El gana la batalla.

-¿Quién te ha dicho que quiera acostumbrarme?
-Tú Tara, te conozco demasiado bien y para mí no hace falta que digas una palabra, porque sé lo que quieres decir con la mirada.


Y me vuelve a besar.

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