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Capitulo 49.
Tara se queda allí
sentada en su cama pensando en todo lo que acaba de pasar. Lleva soñando con
este momento desde que tenía quince años. Ahora, entiende en parte por qué él venía
todos los días a visitarla, y se pasaba las horas hablándola y haciéndola compañía.
Se levanta de la
cama y camina hacia el baño, tiene curiosidad por saber si su cuerpo ha
cambiado. Entra el baño y enciende la luz. Se mira en el espejo y sonríe. Su
cara está mucho más desarrollada, y sus ojos siguen igual de grandes y verdes
que siempre. Sus brackets ya no están y se pregunta cómo lo han hecho, su larga
melena morena está más crecida de lo que ella misma recuerda, y lo que más le
asombra es que sus puntas no están estropeadas para nada y su pelo brilla. Le
gusta este cambio, y está segura de que ahora empieza su nueva vida.
[…]
-Tara, ¿estas
despierta?
-Sí.
Y abre sus ojos
para ver la sonrisa de su hermano. Se abrazan. Un abrazo caluroso que hace
honor a un ‘te he echado de menos’. Está claro que ella le necesitaba. Tanto
cómo necesitamos el agua y el oxígeno para poder sobrevivir.
-Estás muy guapo.
-¡Que dices!
-Sí. —Sonríe—
Ahora eres tú el que lleva brackets.
-Sí—dice enseñándoselos
a su hermana—Pero me los quitan en dos días—añade.
-Cuéntame todo
sobre ti, ya sabes ando perdida en tú vida…
Su hermano toma
asiento y empieza a contarle todo lo que le ha pasado en estos últimos dos
años. Llega el momento delicado, y es decirla que mi madre y mi padre se
separaron justo después del accidente. Ella no parece afectada, y solo se
limita a escuchar las historias de su hermano.
· Dos
horas más tarde…
-Y eso es todo—dice
su hermano dándole un mordisco a un bocadillo.
-¿Eso es todo? —Dice
ella irónica—¿Te parece poco?
-Sí.
-Tío Mike, tiene
novia y por fin has conseguido entrar dónde tú querías.
-Lo sé.
-Eres
universitario, y el futuro Dc. Weasly—bromea su hermana pequeña.
La puerta suena y
da paso a un hombre moreno de ojos claros y una bata blanca, supongo que él
será mi médico. Comienzo a reír cuando veo a Ryan, el mejor amigo de mi hermano
vestido con bata blanca y gafas de ver.
-¿Tú eres mi
médico? —estallo a reír.
-Srta. Weasly—dice
serio—No sabes cómo me alegro de verte reír una vez más—dice el joven caminando
hasta su amiga para brindarle el más sincero abrazo.
-Gracias doctor—Bromea
ella— ¿Cuándo me va a dar el alta?
-Ahora mismo. —sonríe.
-¡Menos mal!
-Firma aquí y
podrás irte.
-Gracias Butler.
Y se levanta de su
cama camino al servicio para ponerse de nuevo su ropa. Unos jean desgastados,
una sudadera ancha, sus converse y sus gafas, preparada para comerse el mundo.
· Al día
siguiente por la tarde…
| Narra Tara |
Las cuatro y media
de la tarde. Hace media hora que mamá se fue de vuelta al trabajo, y Mike está
en su habitación pasando apuntes cómo un loco. Dice que el algún día quiere llegar
a ser cómo su mejor amigo, Ryan, y salvar la vida de miles de personas, y estoy
segura de que lo conseguirá.
Camino hasta mi
escritorio dónde se encuentra mi ordenador. Le enciendo. Miro el fondo de
pantalla. Yo y Caroline, teníamos catorce años y fue la primera vez que ambas
salimos de fiesta por la noche. También recuerdo que me puse unos tacones
azules y que cuando llegué a casa tenía los dedos reventados y un montón de
ampollas por la gran parte del pie. Es increíble, me he perdido quizás los
mejores años de mi vida. Mi mayoría de edad. El tener mi primer novio, mi
primera vez, aunque realmente es absurdo porque yo siento que lo he vivido.
Quizás, quizás ellos solo sean fruto de mi imaginación pero me han regalado mil
y un momentos, y gracias a ellos estos dos años han sido mucho más agradables.
Entro en el
twitter y tengo un montón de comentarios de apoyo, incluso de gente que nunca
me había saludado, aunque en realidad, les entiendo. Yo siempre he sido el
bicho raro de clase. Aparatos, gafas, empollona, una sabelotodo. Contesto todos
los que puedo, y al final decido poner uno en general ‘Gracias por todo el apoyo chicos, ya estoy de vuelta. Os he echado de
menos, supongo.’ Obtengo un montón de retweets, y cuando estoy a punto de
apagarle para tumbarme en la cama esperando a que Justin venga a buscarme, me
han mencionado, es él.
‘’En media hora tendrás todas tu explicaciones,
no me falles’’.
Sonrío ante el
comentario. Decido contestarle pero sin mencionarle.
‘’Las estoy esperando ansiosa’’.
Y cierro sesión.
[…]
Me estoy dando los
últimos retoques y suena el timbre de casa. Sé que Mike no bajará porque está
estudiando. Grito un ‘ya voy’ lo más
fuerte que puedo, y recibo un ‘vale, no
tardes que aquí fuera hace frío’. Río ante el comentario.
Termino de
colocarme el gorro, y la chaqueta vaquera. Coloco de nuevo mi pañuelo, y repaso
mi labios con un gloss de color rosa palo. Dos gotas de colonia y estoy lista.
Bajo las escaleras
de dos en dos, y respiro hondo antes de abrir la puerta.
Y ahí está el, con
sus jean negros caídos, su sudadera ancha, un gorro de lana, y sus supras, y dedicándome
una amplia sonrisa.
-Pasa—sonrío.
Y accede a pasar.
No dice nada, y ante su silencio camino hasta la cocina para coger mi teléfono móvil
que me dejé olvidado aquí hace cosa de quince minutos.
Siento cómo unas
manos se acoplan en mi cintura, y una cabeza se hunde en el hueco que hay entre
mis hombros y mi cuello. Suspira en mi cuello, y hace que mi piel se ponga de
gallina. Río.
-Estas preciosa—susurra
de nuevo.
-Yo no puedo decir
lo mismo—miento.
-Tú no sabes que a
las chicas buenas que mienten se las comen.
-¿Si? —digo desafiándole
mientras me doy la vuelta para quedarnos cara con cara.
-Sí—dice acercándose
más a mí.
-¿Cómo se las
comen?¿Enteras o las mastican?
-A besos—ríe.
Y no me lo pienso.
Capturo su sonrisa entre mis labios. Me moría por besarle. Es cómo una adicción
rápida, sólo le he besado una vez, durante dos segundo y ya siento la necesidad
de hacerlo en cada momento.
-Si tengo que
mentir para que me beses, lo haré encantada—digo riendo.
-Yo estaré
encantado de comerte a besos—dice en mi oído—Pero no hace falta que me mientas—dice
robándome un beso casto, sin lengua, un beso simple.
[…]
-¿Dónde vamos?
-A tomar un café
caliente, con este frio se agradece ¿no?
-Sí.
Y coge mi mano
mientras caminamos desde el parque hasta la cafetería más cercana. Me intimida
demasiado cuándo se queda mirándome durante un buen rato, y después me dedica
una sonrisa.
Entramos en la
cafetería, y caminamos hacia la última mesa de la primera fila, que es la única
que hay libre. Se sienta enfrente mía, y me sonríe cómo un idiota. Le devuelvo
la sonrisa.
Una camarera
joven, de unos veintidós años aproximadamente se acerca hacia nosotros.
-¿Qué desean
pareja? —dice sacando su bolígrafo.
-Chocolate con
nata—dice Justin.
-Cappuccino, muy
caliente—añado yo.
Nos dedica una
sonrisa, y camina hacia la barra.
-Bueno, mis
explicaciones ¿para cuándo?
-¡Ah! Es verdad,
se me había olvidado que esto no era una cita—carcajea.
-Imbécil—digo dándole
un pequeño toque en el hombro.
-Creo que es
demasiado obvio—dice poniéndose algo más serio—Es decir, es obvio que iba día a
día porque me gustabas, y me sigues gustando demasiado.
-Pero, nunca me lo
dijiste cuando podía contestarte—digo ahora yo mientras le pego un trago al
café.
-Lo sé—dice el imitándome—Pero
no me atrevía, fui demasiado cobarde.
-Sí.
-Tenía miedo.
-¿De qué?
-De recibir un no
por respuesta—dice agarrándome las manos—Yo sé que tú no eres cómo las demás.
-No, no lo soy—digo
riendo—Pero si había algo obvio en todo eso es que yo te iba a decir que sí
Justin, todos sabían que me tenías loca, todos menos tú.
-¿Todos?
-Sí.
-¿Por qué? ¿Tú lo
contaste?
-Es obvio que no—digo
moviendo mi cabeza de un lado a otro—Pero me tiraba todo el día mirándote, y me
quedaba embobada. Y siempre que venias con mi hermano, te huía.
-¿Cómo ahora?
-¿Ahora qué?
-A veces huyes de
mi mirada.
-Me intimidas.
-Tienes unos ojos
muy bonitos.
-Cállate.
-¿Por qué?
-No me gusta que
me digan cosas bonitas, no estoy acostumbrada.
-Pues empieza
acostumbrarte, porque yo cada día te diré lo preciosa que vas y lo bonita que
eres.
-Idiota.
Justin se levanta
de su asiento y toma asiento justo a mi lado. Me acerca a él, y nos separa un
escaso centímetro. Río. El ríe. Y así hasta que me encuentro atrapada por sus
labios. El gana la batalla.
-¿Quién te ha
dicho que quiera acostumbrarme?
-Tú Tara, te
conozco demasiado bien y para mí no hace falta que digas una palabra, porque sé
lo que quieres decir con la mirada.
Y me vuelve a besar.
****
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